Después de una semana ya me había acostumbrado a estar aquí. Mi vida aquí no se parecía nada en mi antigua casa. Estaba lleno de sorpresas y cosas asombrosa.
Todos ahí podían hacer que aparezcan unas alas enormes con plumas en sus espaldas y volaban dejando brillos dorados donde pasaban y me llevé una gran sorpresa cuando vi a Anthony volando en el jardín que rodeaba el edificio.
También descubrí que ahora ellos eran cálidos, pues recordaba muy bien que cuando Maximiliano me tocó por primera vez con su mano lo sentí muy frío. Yo era la única con piel fría y dura como una piedra.
Descubrí que aquí se llamaba "El Cielo" porque cuando fui al primer piso para salir, había un cartel enorme con letras doradas que decía aquello. De esa manera, entendí por qué todos iban vestidos de blanco.
En el enorme jardín que rodaba El Cielo, unos metros más al frente, había otro edificio que se llamaba "IA". Cuando le pregunté a Maximiliano qué había ahí, me dijo que era la escuela. Él estudiaba ahí. Casi todos los ángeles estudiaban ahí.
Tanto chicas como chicos me saludaban cuando me veían pasar o se topaban conmigo. Les devolvía el saludo, pero a regañadientes.
Dominic me había dicho que fuera amable con los demás, lo cual era difícil. Dominic tenía razón cuando me dijo que Max no era muy listo. Max era muy estúpido.
Él siempre me acompañaba a todos lados, no me molestaba que estuviera conmigo, pero él hablaba demasiado; era como una garrapata parlante.
Lo más extraño de aquí era que parecía que todos me querían. No me tenían miedo y hacían lo posible por hablar conmigo ya que descubrí que nunca habían visto y hablado a un vampiro.
Todos se quedaron asombrados y boquiabiertos cuando les dije que podía escuchar lo que pensaban. Ahora cada vez que iba al comedor, o a algún otro lugar, y pasaba por al lado de algunos de ellos; en sus cabezas escuchaba canciones extrañas y, algunas veces, ridículas.
Aquello me daba gracia, pues trataban mantenerme fuera de sus pensamientos sin éxito.
Sabía que no le agradaba a Nancy, ella sentía un gran odio hacia mí. No sabía por qué, pero decidí no descubrirlo; siempre que concentraba mi atención a sus pensamientos solamente descubría que cada día que pasaba me odiaba más.
Decidí que no iría a la escuela que estaba un poco lejos de El Cielo. Dominic me dijo que no había problema si faltaba y que cuando quisiera podría ir.
No me gustaba como tenía que vestirme todos los días, y me quejé con Dominic. Para mi sorpresa, estuvo de acuerdo y me dejó elegir mi ropa; decidí llevar un pantalón negro como la tinta, una blusa ancha negra, unos tenis negros y una chaqueta negra que barría el suelo. Mi cabello lo llevaba recogido en una coleta.
Al principio, todos me veían raro, pero con el tiempo se acostumbraron. Todos decían que el negro me quedaba bien, pero había alguien que no estaba de acuerdo y me miraba con desaprobación: Nancy.
Nancy y yo siempre nos peleábamos y Dominic tenía que intervenir para separarnos. Simplemente no podíamos llevarnos bien.
También había un chico llamado Eduardo (su cabello era rizado y verde, su piel clara y sus ojos color turquesa) que vigilaba fuera de El Cielo. Había también otro chico que se llamaba Henry (cabello morado, piel clara y ojos morados) que también vigilaba fuera de El Cielo.
No usaba el elevador porque ni lograba mantenerme en pie dentro; así que usaba las escalera.
Además era mejor porque no me cansaba y llegaba en segundo donde quería ir.
Mi habitación ya no tenía solamente un armario y una cama; ahora había una mesa, lámparas, sillones, un sofá, mesitas de noche, alfombra, baño (solamente me bañaba, aunque no era necesario porque mi piel siempre olía a chicle), sillas y flores en el alféizar de la ventana. Por supuesto, todo blanco.
Ahora casi todo el tiempo reía; más por las estupideces que hacía Maximiliano. Pero mi humor se iba cuando pensaba en mi madre.
Como ya no podía dormir, me quedaba todas las noches en mi habitación, sentada en un sillón mirando por la ventana; pensado en mi madre. Preguntándome si ella estaría bien con Alex, y si vivían tranquilos ahora que no estaba con ellos.
Aquel sueño que había tenido antes de despertar, no lo recordaba muy bien. El cuento que siempre me contaba se llamaba "La Margarita". Cuando cumplí 14 le pedí que ya no me lo contara porque me aburría.
Mi padre siempre se enojaba cuando mi madre me contaba aquel cuento, como si ella estuviera tratando de que no lo olvidara.
Cerré los ojos, y vi una imagen de mi madre; ella lloraba. Sentí la necesidad estar con ella, pero no podía, y sabía que si la tenía cerca podría no soportar el olor de su sangre y morderla hasta matarla. Desde que desperté (hace 2 meses) solamente había bebido sangre.
En un ocasión traté de comer una rebanada de pizza cuando Nancy me retó a comer, acepté porque me había enojado y decía que no podía hacerlo por cobarde. Me arrepentí después de hacerlo; la pizza sabía a tierra húmeda y fue una sensación desagradable cuando bajó por mi esófago.
Todos se rieron cuando hice una mueca de asco intenso, luego también me reí con ellos. No volví a intentarlo después de aquello.
Lo único malo de ser vampiro es que tienes que dejar a tu familia para no lastimarlos.
Estaba congelada en mis 16 años, no sabía si el sol me quemaba o sí podía soportar estar cerca de humanos; aquello eran algunas de las dudas que tenía en mi cabeza.
Nunca salía al jardín cuando había sol. Y desde que Dominic me había traído (hacía 6 meses), no había vuelto a la ciudad. Y como aquí los ángeles no tenían sangre, podía estar entre ellos sin problema.
Alguien tocó la puerta, sacándome de mis pensamientos. Gruñí. Me levanté para abrir y ver al imbécil que me había interrumpido.
Era Maximiliano.
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Editado: 30.05.2018