Muertes en Puerto Mérida

Capítulo 2

La investigación de los asesinatos se había estancado de nuevo, habían pasado dos meses desde el encuentro del oficial y el asesino, y era muy poco lo que había encontrado de Joseph. Indagando en la vida del padre del paramédico, el investigador encontró información del hombre rubio, y también encontró la razón de la venganza. Joseph había quedado en la calle sin un centavo, junto a su familia, gracias a una estafa millonaria en la que el padre del paramédico lo había involucrado, no solo a él, sino a un buen número de personas. Un tiempo después, nadie supo nada del hombre rubio ni de su familia, hasta que el paramédico lo vio matando a su padre.

El investigador estaba en su escritorio revisando una y otra vez el expediente de Joseph, y no encontraba algo que le permitiera averiguar más del asesino. Frustrado, el oficial cerró bruscamente el expediente y soltó un suspiro de resignación. Revisó la hora en su reloj de pulsera, se puso su chaqueta y salió a tomar el bus a su casa, ese día su único hijo llegaba de la universidad a pasar unos días. Dentro del bus, seguía repasando en su mente el expediente, mientras miraba a través de la ventanilla como la lluvia mojaba la calle.  Al llegar a su parada, la lluvia parecía haber cesado, pero no había caminado mucho cuando volvió a llover. Siguió caminando por la calle cerca de su casa, y apresuró el paso bajo la incesante lluvia que lo había empapado por completo. Al final de la calle, dobló la esquina y entró a una casa con el jardín llenó de juguetes que uno de los niños, que su esposa cuidaba, había dejado tirados. Se apresuró aún más por llegar a la puerta, pasó la llave y entró. Se quitó el saco y lo colgó en una percha, se inclinó un poco y se revolvió el pelo con la mano, intentando sacar el exceso de agua, se irguió y comenzó a llamar a su esposa.

El silencio era casi absoluto, se podía escuchar como el viento se filtraba por una de las ventanas mal cerradas del comedor, y se dirigió a cerrarla. Sintió como el frío le calaba los huesos, y caminó rumbo a la cocina para prepararse una bebida caliente, antes que fuese a resfriarse. Al abrir la puerta de la cocina, el terror se apoderó de su cuerpo, su esposa e hijo estaban amordazados y completamente atados por una soga que los mantenía colgados por los pies. Sus caras tenían moretones y algunas cortadas, y en la mirada de sus ojos, se podía ver como emanaba el miedo que estaban sintiendo, y como pedían desesperadamente ayuda.

Kevin se acercó rápidamente a ellos para soltarlos, y antes de llegar, fue expelido contra la pared lateral por una especie de bola gigante invisible. Cayó al suelo adolorido, y escuchó una risa macabra desde el fondo de la cocina. Tenía la vista borrosa por el impacto que había recibido, y apenas lograba distinguir la silueta de un hombre que reía a carcajadas. Se levantó y trató de ayudar a su familia, y nuevamente una bola gigante invisible lo golpeó y lo alejó de ellos. Lo intentó una y otra vez sin éxito, así que mal herido avanzó hacia el hombre que lo estaba atacando, quién extrañamente no le impedía que se acercara. Lo reconoció, era Joseph usando su abrigo negro. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dobló las rodillas para quedar debajo de los brazos de Joseph, y le lanzó una patada a los tobillos para tirarlo al suelo. Su pierna atravesó las piernas traslúcidas de Joseph, y cayó aparatosamente al piso, no era Joseph quién estaba parado allí, era una especie de proyección astral visible.

Kevin intentó levantarse varias veces, el dolor de su cuerpo era insoportable, pero al fin logró ponerse de pie y comenzó a buscar a Joseph, no debía estar lejos, la mirada de terror de su familia delataba su cercanía. De pronto, la proyección astral se materializó, y Joseph alzó sus brazos, los movió hacia adelante con las palmas abiertas, y un escudo de energía golpeó a Kevin haciendo que volara por los aires, cayendo sobre su espalda y deslizándose en el suelo, hasta que su cara quedó debajo de la cabeza de su esposa. El terror en los ojos de su esposa se incrementó, cuando vio de cerca la cara hinchada y magullada de Kevin, después de todos los golpes que había recibido.

No podía levantarse, el dolor de su cuerpo era cada vez más intenso, giró su cuerpo hasta quedar boca abajo, y comenzó a levantarse usando sus brazos. De pronto, sintió como sus pies se unían, y eran envueltos por una especie de soga invisible, que lo siguió envolviendo hasta llegar a sus hombros. Joseph lo jaló fuertemente haciendo que la cara golpeara el piso y lo arrastró hasta el centro de la cocina.

El asesino hizo aparecer una silla detrás de Kevin, y la fijó al piso, lo levantó sobre sus pies, lo sentó en la silla y lo ató por el pecho y las piernas, quedando sentado viendo a su familia aterrorizada. Joseph se acercó a ellos, se colocó delante del universitario y abrió la boca. El joven comenzó a convulsionar con fuerza, y de sus ojos emanaba una especie de niebla blanquecina muy brillante, que poco a poco fue formando la figura traslúcida del joven universitario, que se quedó quieta delante del joven, que dejó de estremecerse al salir la última gota de su alma. Los gritos de dolor demencial de la esposa de Kevin apenas podían oírse a través de la mordaza. El oficial gritaba y maldecía a Joseph dentro de un llanto quebrado por el dolor y la impotencia, y al ver como su esposa había sido abrasada por la locura, le rogó al asesino que no la tocara, que tomara su vida por la de ella, a lo que Joseph simplemente respondió soltando una carcajada.

El asesino caminó sigilosamente hasta colocarse al lado de la señora e inclinó la cara viendo al oficial y le dijo «¿Sabías que ese joven no era tu hijo? Ella me lo contó todo cuando llegué. Tu esposa estaba cansada de estar con un poco hombre como tú, estaba decepcionada de ti, y se juró a sí misma que nunca te daría un hijo, y buscó a un verdadero hombre que la devorara en las llamas de la pasión, una y otra vez, hasta quedar embarazada de él. ¿No te pareció raro que nunca más volvió a embarazarse? Se cortó las trompas para no darte un solo hijo por accidente, ¿Por qué crees que eligió tenerlo por cesárea? Que tontos somos los hombres a veces.»



#1734 en Terror
#19773 en Otros
#5810 en Relatos cortos

En el texto hay: terror, violencia, concurso halloween

Editado: 05.10.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.