Mujer

Capítulo 8

...él, no sabía que más hacer, quería besarlo en la boca pero algo dentro de mí decía que me estaría sobrepasando. 
Francisco se levanta y se va a la cocina, hará el desayuno, yo aun me quedo en la cama sin entender porque no me dijo nada. Voy a la cocina, me siento en la mesa y lo quedo viendo. Yo creo que me enamoré, me volví a enamorar.
—Rosaura, tenemos que hablar...— dice mientras sirve en el plato el desayuno.
—Sí— le digo apenada.
—Creo que hay algo que no debería mezclarse— mirando por todos lados menos mi cara.
—¿Cómo qué?— digo en voz baja.
—Eres una niña y yo soy un adulto, tuve una hija de tu edad y la verdad me siento algo incómodo con esta situación— dice de manera suave Francisco.
—No te puedo mentir, mi corazón dice una cosa y mi cabeza otra, te entiendo y pues si quieres puedo irme de aquí, no quiero causarte problemas.— le digo cabizbaja.
—No, no es eso, no quiero que te vayas.— asustado.
—Francisco, se lo que siento por tí, quisiera estar confundida pero esto es real— le digo esperanzada.
—No se que decir— se queda pensativo.
Me levanto de la mesa y voy al cuarto a recoger mis cosas, las pocas cosas que tengo. Francisco se levanta también de inmediato siguiéndome, me toma del brazo a lo que yo sorprendida lo quedo mirando.
—¡Quédate!— dice en tono dulce.
—No puedo, siento que si me quedo un minuto más, no podré soltarte nunca.— le digo temblorosa.
—Por favor, no me hagas esto.— con los ojos llorosos.
Al oír lo último, quedó desmayada.
—¡Rosaura!, ¡Rosaura!— lo escucho decir mientras caigo.
No sé cuánto tiempo pasé inconsciente, despierto en los brazos de Francisco, sentía sus caricias pasar por mi cabello mientras decía algo:
—...quisiera ser de tu edad, las cosas no siempre son como uno quiere, yo jamás me he enamorado de una menor de edad, eso es un delito y muy grave...— yo me seguía haciendo la dormida para seguir escuchando su hermosa voz.
—...también creo estar confundido, tal vez por pensar que tú eres mi hija quiero que estés conmigo para cuidarte como no cuidé de mi hija, por eso quiero que te quedes Rosau...— tuve que despertarme luego porque tenía ganas de vomitar, Francisco se espantó al ver que me levanté de golpe para ir al baño.
—¿Estás bien?— pregunta preocupado Francisco.
Salgo del baño y lo quedo mirando, le doy un abrazo.
—¿Qué pasa?— dice tiernamente.
—Me siento mal, no sé por qué.— le digo preocupado.
—Temprano iremos al hospital para que te chequen.— me dice para calmarme.
—Tú que eres médico, ¿Qué diagnóstico darías?— le pregunto por curiosidad.
—No sabría decirte con seguridad, yo diría que porque no has comido bien, estás enferma de algo o...— se queda pensativo.
—¿Qué?— pregunto asustada.
—Puedes estar embarazada.— viéndome a los ojos.
Ahora no puedo estar embarazada, no quiero tener una responsabilidad tan grande, no debo. Al siguiente día vamos al hospital, me hacen análisis de sangre para verificar si tengo algo, estoy ansiosa por saber lo que dirá los resultados. Me dan los análisis, Francisco me da mi lugar para que me sienta segura, abro los resultados y mi ser se decae, estoy embarazada, eso no puede ser, lo peor de todo es no saber de quién es, si de Benito o de cualquiera de esos desgraciados que abusaron de mí.
—¿Qué fue?— pregunta preocupado.
—E-estoy emba-barazada.— le digo como si estuviera cayendo al vacío.
—Tranquila, no estás sola, me tienes a mí.— dice Francisco abrazándome y dándome palmadas en la espalda.
Comienzo a llorar porque esto es algo que no quería desde un principio, pero me siento segura estando con él. Llegamos a la casa, Francisco va a la cocina y me sirve un vaso con agua, me la da y la acepto.
—¿Qué quieres hacer con tu embarazo?— dice Francisco.
—No lo quiero tener— le digo segura.
—Si quieres yo me hago responsable.— quedó viéndolo cuando me dijo eso —puedo criarlo como si fuera mío.— dice con una sonrisa Francisco.
—¿Por qué?— pregunto asombrada.
—Siempre he querido tener otro hijo— dice quitado de la pena.
No puedo creer lo que acabó de decir, es un buen hombre y no quisiera perderlo. Llaman al teléfono y Francisco se levanta para contestar, toma el teléfono y habla:
—¿Bueno?— queda en silencio —¿puede ser tan amable de contestar?— esperando respuesta.
—Colgó— dirigiéndose a mí.
—No hayan como molestar.— digo molesta.
Tocan el timbre de la puerta, Francisco abre y ve una nota tirada en el suelo.
—Tiene tu nombre Rosaura.— dice Francisco.
—¿Qué?—…



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En el texto hay: adolescente, drama, violencia

Editado: 04.03.2021

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