"Después de la más terrible de las tormentas, siempre hay un arcoiris que marca el final"
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Capítulo 3:
EL ARCOIRIS
Un silencio se apodera de la situación cuando Erick parece esperar una reacción de mi parte, y yo solo me encuentro sumergida en mis pensamientos, esos que me torturan cada mañana al despertar.
Creo que este chico está confundiéndome con alguien más. ¿Una chica maravillosa? Esa definitivamente ya no soy yo. Hace demasiado tiempo que solo sé llorar en las noches y tener pesadillas, hace años que solo sé lo que es la oscuridad.
—Es tu oportunidad de encontrar ese arcoiris —añade
Siento mi corazón detenerse y levanto la cabeza totalmente atónita. ¿Cómo sabe lo del arcoiris? Es imposible que lo sepa. Nadie lo sabe.
Cuando tenía 5 años, en la escuela nos pidieron dibujar algo que nos hiciera felices y yo, como toda una niña, dibuje un arcoiris. ¿Por qué? Simple. Había una historia que siempre leían a la hora del almuerzo, una que hablaba sobre una barca que navegó sobre una fuerte tormenta hasta que estuvo por hundirse; los marineros tenían tanto miedo que pensaron que había llegado el final, pero no fue así ya que en el cielo se alzó un gran arcoiris que les hizo saber el final de la tormenta.
Puede parecer una tontería, pero desde la primera vez que escuché esa historia, hasta la actualidad; mi vida, en la que muchas veces tengo miedo, es esa tormenta y yo solo estoy esperando a que el arcoiris aparezca para saber que llegó a su final.
Ya sea el final del dolor o el de la vida misma.
¿Cómo puede saber sobre eso?
—Yo... —intento hablar, pero no lo consigo.
—Puedo mostrarte donde encontrarlo, por favor, déjame enseñarte donde está —tiende la mano de nuevo hacia mí.
—¿No me harás daño? —ni siquiera sé porque pregunto semejante cosa.
—No me atrevería a dañarte —afirma mirándome a los ojos.
—Bien, tú mandas. Voy a dejar el pasado atrás —digo soltando un largo suspiro.
Tomo su mano y él sonríe con entusiasmo. Suena loco, pero me gusta esa sonrisa.
—Bueno, sube a cambiarte. No querrás llegar tarde al espectáculo que el crepúsculo tiene para nosotros —comenta abriendo uno de los estantes.
Miro a mi izquierda y noto unas escaleras hacia arriba que culminan en una puerta.
—Sí, esa es la habitación. Sube, en la cama te dejé algo de ropa para que te pongas cómoda —lo escucho decir.
Me giro hacia él y lo veo sentarse en la encimera con un manzana en la mano; la cual comienza a comer con tranquilidad.
—Ya regreso.
Me apresuro a subir las escaleras y al entrar veo la ropa. Me cambio a unos pantalones cómodos, una camisa un poco grande que imagino es de su propiedad y mientras me amarro el cabello siento algo en mi estómago.
Estoy nerviosa.
Puede parecer que estoy demasiado tranquila para estar en un lugar que apareció de la nada, con un chico que no conozco y que aparentemente me ha acosado en la antigüedad, pero la verdad es que me siento entusiasmada.
Algo en él grita "aventura" como una advertencia de diversión; hace tanto que no me siento tan viva, tan curiosa e intrigada. Hace tanto que no me siento libre de poder ser yo y Erick me está dando esa oportunidad.
Debería tener miedo a que me haga daño, pero la verdad es que no tengo nada que perder; mi vida ha sido una auténtica basura y que me mate sería el mejor de los regalos.
Cuando estoy lista, avanzo hacia la puerta y bajo para buscarlo.
—¿Erick?
—¡Estoy afuera! —escucho un grito desde el exterior.
Salgo y lo veo ahí.
Miro hacia arriba y el cielo ya comienza a oscurecerse, pero en el azul de este puedo ver un brillo extraño casi como si fuera un vidrio de ese color extendiéndose por todo lo que conocemos como cielo.
—Vamos, o llegaremos tarde —siento su mano en la mía.
—¿A dónde? —no pongo resistencia.
—Ya verás.
Camino a su lado aspirando el fresco aire de los pastizales, mientras él me mira con una sonrisa que me hace sentir tímida.
—¿Qué le pasa al cielo? —cuestiono señalando hacia arriba con una leve risa.
—Es el cristal —dice encogiéndose de hombros.
—¿Cristal? —mi reacción es tan genuina como mi sorpresa.
Estoy confundida y miro de nuevo al cielo tratando de ver a qué se refiere.
—Cuidado —advierte.
Siento como me sujeta de los hombros haciéndome detener y entonces miro de nuevo el camino.
Lo que tengo frente a mí, no creo que logre explicarlo claramente en palabras porque es, sin duda alguna, algo indescriptible.
Cuando dije que el cielo tenía un límite en el horizonte donde no podía verse más lejos, nunca me imaginé que esto como algo literal.
Sin embargo, ahora hay frente a mí una especie de pared azul que no tiene un límite hacia los costados o arriba; como si fuera parte del cielo mismo. Como si estuviera encerrada en una de esas esferas donde ponen nieve.
—¿Qué es eso? —digo atónita sin querer acercarme.
El color de la masa frente a mí se está oscureciendo al mismo ritmo que el cielo, el cual comienza a ser abandonado por los rayos del sol.
—Es el cristal —responde de nuevo y me ve con una sonrisa.
—¿Hay un cristal alrededor de nosotros? —cuestiono tratando de observar desde mi lugar.
—Si, nos protege del exterior —mira hacia la cabaña y yo hago lo mismo.
—¿Qué hay en el exterior? —la pregunta nace sin poder detenerla.
—Ya lo verás —sonríe y me toma la mano de nuevo.
Comenzamos a caminar, y cuando nos encontramos a más o menos un metro de "el cristal", Erick se sienta en el suelo y yo lo imito.
La textura de los pequeños pastizales bajo nosotros es suave y funciona bien como una superficie donde descansar.