| Miley |
Escucho el piano sonar. Una canción como siempre desconocida para mí, sin embargo, siempre me da la tranquilidad que necesito.
Doy media vuelta, una sonrisa socarrona se me escapa. Mi cuerpo desnudo pero satisfecho, siente la suavidad de las sábanas, todo gracias a Dan. La primera vez que lo vi su piel morena me llamó, luego su seguridad al caminar y lo directo que es—no todos son lo que aparentan ser—aún sabiendo eso...me arriesgue; una invitación a mi cama y sin duda Dan no fue una perdida de tiempo, todo lo que me ofreció lo aproveché.
Escucho un corto ronroneo, la pequeña Lasa está en la cama como suele acostumbrar. La acaricio lentamente mientras aún la melodía suena y ella se arquea.
De golpe el piano deja de producir la canción, y se escucha un rugido no tan fuerte pero provocando que Lasa salte de la cama y se vaya por la ventana.
Río sin poder evitarlo y él sube enseguida a la cama.
Lo miro con reproche.
—¿Por qué eres así con ella?, creo que mis cariños te están haciendo mal.—Él con su cabeza me empuja para quedar a espalda contra la cama y pone todo su cuerpo en mi vientre para descansar su cabeza en mis pechos.—¡Gato de mierda!—Un bufido es su respuesta, pongo los ojos en blanco y sonrío. Lo comienzo acariciar, ignorando mi desnudes, su cuerpo de alguna manera comienza a emanar calidez en el mío. Él se mantiene quieto y me queda mirando.
Sus iris son de un violeta intenso.
"¿Tienes que volver ahora?"
Su pregunta hace eco en mi mente.
"Ya es hora de regresar, no tengo porque atrasarlo"
Voy a levantarme, él se mueve dándome el espacio y las sabanas caen demostrando que no llevo nada puesto encima.
"Parece que Dan fue duro"
Lo regreso a ver cuando el baja en un salto y me da una lamida en una cara de mis nalgas. Voy hacia el espejo de cuerpo completo y me observo.
Mis cejas se alzan inevitablemente.
—Puedo decir que es bueno, no me dejó descanso toda la noche. Es experto con los dedos, me dejé llevar en el momento.— Agarro una bata terciopelo de color rojo dejándola de todas formas semi-abierta en el centro.
Camino hacia la ventana, y observo lo que hay afuera.
De todos los lugares, ciudades o países recorridos, Vergell es el que más me encantó. Su gente activa todo el día, el modelo de las casas con esas estructuras rusticas y únicas, el paseo en canoas y ese mar con azul cristalino único. Me enamoré a primera vista, y él también.
Aún así las vacaciones llegaron a su fin, tengo que llegar en la noche allá. Y aunque ir signifique un encierro para nada bueno, es momento de volver a la sangre.
Paso mi dedo por el filo de la ventada.
—No te quiero cerca de ninguno, hasta que yo halla observado el panorama.—Cierro poniendo seguro, el día amaneció fresco y dulce.— No te mostrarás como deberías. Estarás conmigo lo que sea necesario. Por favor, puedes fallar en todo, menos en dejar que te hagan daño.— Miro sus ojos, él lo entiende.
"Está bien Miley"
Mi sonrisa es clara, pero se me borra cuando siento el conocido revoltijo en mi estomago que sube rápidamente por mi garganta. En un momento estoy en medio del cuarto al otro de rodillas frente al inodoro.
Es como lava, sube y me quema.
Dejo ir casi todo con asco.
Sin tomar respiración alguna.
Odio esta mierda.
Ros se me acerca. Su preocupación es notable, pero él sabe que no se puede hacer nada. No sé cuando acabará, o por qué me sucede sólo a mí.
Sólo estoy segura, que no estoy sola o lo estaré. Su compañía es tan leal como infinita.
Y no pido más.
"En eso, no hay nadie que te deje complacida"
Un suspiro de derrota.
"No lo hay y no habrá"
Salgo del baño para empezar a empacar las cosas tanto de él como las mías.
Me cambio.
Dos maletas.
Otra melodía en el piano.
Ros en la cama atento a cada movimiento.
—Veo que Ricky le ha gustado ser estudiante y resultó uno eficaz.—Cierro y las pongo en el piso.
"Él aprende rápido, quería impresionarte"
Una sonrisa plena es todo.
—Extrañaré sus cumplidos y el latir frenético de su pequeño corazón cuando estoy cerca.
Extrañaré sus formas involuntarias de darme quietud.
Agarro mi cabello sin poder evitarlo, aprieto mi mandíbula.
Debo ser fuerte, debo ser un alguien no un cualquiera.
Su aroma llega sin preverlo. Agarra mis manos y las baja mientras me da una caricia sutil.
—No te aflijas ahora sirena. Todos aquí a excepción de Ricky sabíamos que no siempre sería un campo despejado, la tormenta llega o tú vas a ella. Pero uno o dos, tenía que ser.
Sus ojos bicolores me sonríen.
Dan, que pese a las circunstancias que él tuvo que pasar—cosa que no merecía—, su corazón se mantiene auténtico.
Para dar más.
Para regalar más.
Para compartirlo conmigo.
Más yo no pude.
—Es algo esperado, lo sé Dan. No te confundas, aunque las batallas internas no terminen en mí.—Lo miro fijamente y mi mano toca su mejilla. Una muestra de cariño que él y yo entendemos.—Estoy dispuesta acabar una a una.—En susurro le digo—Es sólo que conocerte a ti y a Ron fue lo mejor que me pasó y valoraré cada pedazo de ayuda que tú me brindaste.—Me río—Claro, después de apagarse la calentura—El niega pero repite mi acción.
—Sirena yo..
Lo interrumpo. Él se sonroja, y es que verlo de lejos y compararlo con la actitud que me muestra a mí, es algo digno.
—Lo sé Dan, pero no soy suficiente para ti.—Su cejas se fruncen.—No hablo enteramente de mí, yo no soy la que te corresponde y tú no eres el mío. Lo sabes perfectamente, pero no te culpo, a los sentimientos no se dominan.—Lo abrazo fuertemente, estando cerca de su oído continúo.—De todas maneras, yo te amo. No de la forma que esperas, pero es lo que te puedo dar, un te amo, de agradecimiento, confianza, esperanza, cariño. Yo no soy tu luna y tú no eres mi mundo, pero puedo ser la estrella que cuida y es luz para ti cuando lo necesites.