La mujer habló:
— Veré qué puedo hacer.
Comenzó a teclear rápidamente en la computadora, y después de unos segundos, me miró con intensidad y me preguntó:
— ¿Acaso eres Charlotte Dan?
— Sí, ella misma —respondí con un nudo en la garganta.
La pregunta me sorprendió. Me causó un poco de miedo. ¿Cómo sabía mi nombre? En ningún momento se lo había dicho. En mi cabeza, una pregunta urgente me rondaba: ¿cómo podría saber quién soy, sin haberle mencionado nada? Pero ella lo sabía. Algo no estaba bien, y eso me hizo sentir más incómoda.
La mujer, sin inmutarse, siguió con su labor en la computadora, como si lo que acababa de decir no fuera tan importante. Al cabo de unos segundos, levantó la mirada y me indicó que podía ir al jardín.
— Listo, tu abuela te verá en los jardines que están por allá —dijo con voz tranquila.
— Muchas gracias —me despedí, algo desconcertada, sin poder evitar la creciente sensación de inquietud que me envolvía.
Seguí sus indicaciones, adentrándome en un largo sendero que se dirigía a los jardines. El lugar era impresionante, casi surreal. Parecía un escenario sacado de una película antigua, con árboles altos y majestuosos, arbustos recortados con precisión, y un aire fresco que refrescaba mi rostro. Sin embargo, la belleza del lugar no lograba calmar la sensación de opresión que sentía en mi pecho. Algo me decía que no estaba ahí por casualidad, que todo lo que había escuchado sobre la familia Dan estaba a punto de cobrar un significado mucho más profundo.
Llegué a un arco cubierto de rosas rojas, y allí la vi. Una señora estaba sentada bajo el arco, inmóvil, mirando al vacío. Su rostro mostraba una serenidad desconcertante, pero algo en su mirada parecía reflejar una tristeza profunda, como si estuviera esperando algo. Supuse que debía ser Marrie Dan. Me acerqué a ella, mis pasos vacilantes y mi mente en un torbellino de pensamientos contradictorios. Cuando estuve cerca, pude verla con más claridad. Era una mujer de aspecto elegante, con un aire casi etéreo, y sus ojos, de un azul intenso, parecían leer mi alma. Con nerviosismo, me armé de valor y pregunté:
— ¿Usted es Marrie Dan? Estoy muy nerviosa...
Ella levantó la vista y, tras un instante de silencio, sonrió con una leve melancolía.
— Sí, soy yo. Mi nieta favorita... Hace tanto tiempo que no te veía. Es tan aburrido estar aquí, y es más útil estar con alguien que me conozca. —Su voz era suave, pero cada palabra parecía tener el peso de años de recuerdos.
Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar sus palabras. La confusión se apoderó de mí. ¿Cómo podía decir que me conocía? Si no me había visto en mi vida.
— Espere, usted no me conoce. Nunca me ha visto antes —respondí, tratando de ocultar mi desconcierto.
La mujer, con una calma inquietante, me miró fijamente a los ojos y, con una certeza que me hizo temblar, respondió:
— Claro que sí, eres Charlotte Dan, hija de Mirna Dan, mi hija.
— No entiendo, explíqueme. —Mi voz temblaba, pero no podía evitarlo. No lograba encajar las piezas del rompecabezas. ¿Cómo podía ser eso posible?
Marrie Dan suspiró profundamente antes de empezar a relatar su historia, como si las palabras finalmente salieran de su boca después de haber permanecido atrapadas en su mente durante demasiado tiempo.
— Bueno, cuando tenías dos años, tu madre murió en la casa que está maldita. Mi padre la mató cuando supo que ella iba a casarse con otro hombre, que no era tu padre. Ella juró que no permitiría que su padre la obligara a nada. Cuando tu madre murió, yo me hice cargo de ti. Pero entonces, John, tu abuelo, decidió darte en adopción. Sigo sin entender por qué lo hizo, pero tuve que casarme con ese hombre... y la vida de toda nuestra familia se convirtió en un infierno. Hubo muchas muertes, muchas tragedias que no pudimos evitar. John se sintió culpable de lo que pasó con tu madre, y finalmente, se suicidó. Ese estúpido... se suicidó. Creí que todo acabaría ahí, que finalmente podría vivir con mis nietos en paz. Pero no fue así...
La historia de Marrie me dejó helada. Cada palabra parecía una revelación aterradora, y al mismo tiempo, me sentía como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Cada parte de la historia encajaba con los fragmentos que había descubierto, pero ahora se había vuelto aún más espeluznante. Mi mente intentaba procesar lo que me había dicho, pero la confusión solo aumentaba.
— Espera, ¿hay más nietos? —le interrumpí, sin poder creer lo que estaba escuchando.
— Sí, claro —continuó sin vacilar—. Tú tienes un hermano. Además, tuve otra hija que también tuvo tres hijos. Pero ella, tu tía, también se suicidó. Estaba muy apegada a su padre, y cuando se enteró de lo que pasó, de que él se había suicidado, también lo hizo. Todos tus tíos y tu madre tienen una media hermana. Ella tuvo una hija. Nunca la he conocido, pero creo que esa niña tiene más o menos la misma edad que ustedes.
Me quedé en silencio, procesando cada palabra. ¿Qué significaba todo esto? ¿Cómo era posible que yo no supiera nada sobre mi familia? ¿Qué secretos oscuros había estado guardando durante tanto tiempo? Sentí como si todo mi mundo estuviera colapsando, como si cada parte de mi vida estuviera construida sobre mentiras.
Intenté pensar en todo lo que Marrie había dicho, pero mi cabeza estaba tan llena de preguntas que no lograba entender nada. ¿Por qué mi madre nunca me habló de esto? ¿Por qué mis padres nunca mencionaron a esa familia? Sentí una mezcla de ira, confusión y tristeza, pero lo más aterrador era la sensación de no saber qué hacer con todo lo que acababa de escuchar.
Me despedí de la mujer, pero no pude evitar que mi mente siguiera dando vueltas a todo lo que había aprendido. Sentí que algo estaba a punto de cambiar, que todo lo que conocía sobre mi vida podría no ser cierto. Quería regresar a casa, descansar, y tratar de aclarar las dudas que me atormentaban. Pero al mismo tiempo, me invadía una creciente ansiedad. ¿Qué pasaría ahora? ¿Qué debía hacer con la verdad que acababa de descubrir? ¿Estaba lista para enfrentar lo que me esperaba?
Editado: 01.02.2025