Cuando entramos, mis padres quisieron hablar conmigo, así que fuimos a un rincón del cuarto. Estaba nerviosa, mi corazón latía con fuerza, y ellos me miraban con una mezcla de preocupación y miedo.
–¿Qué está pasando? –me preguntaron, sus voces temblaban, pero trataban de mantener la calma.
Yo simplemente les dije, intentando no mostrar el miedo que sentía, que ya sabía toda la verdad y que no me sentía a salvo. Esa noche decidimos quedarnos allí, porque en la oscuridad no podríamos ver nada, pero mi ansiedad no me dejaba tranquila.
Luego les dije con una voz firme pero quebrada:
–Ustedes deberían explicarme qué está pasando, porque al parecer saben más que yo. No puedo creer que lo tomen con tanta naturalidad, y también la mamá de Thomas sabe algo.
Mi madre, con una expresión de tristeza y arrepentimiento en el rostro, me respondió:
–Hija, perdónanos, pero a nosotros nos dieron instrucciones de no decir nada. Sabíamos que llegaríamos a este momento, aunque yo estoy un poco confundida. No nos dijeron que fuera tan grave, que tu vida iba a peligrar... pero créeme, te voy a apoyar hasta el final.
Por primera vez, su voz no estaba llena de gritos, sino de un tono tan suave y cálido que me sorprendió. Parecía otra persona, una más calmada y compasiva. Sentí un nudo en el estómago, pero también una pequeña chispa de alivio. Al parecer, no era verdad que mi madre me detestara.
La verdad, ya no quise hacer más preguntas. Mi mente estaba sobrecargada, y lo único que quería era descansar. Había sido un día extremadamente difícil, y sabía que mañana sería aún peor.
Les sugerí a los demás que nos quedáramos allí, aunque solo había una cama, que ya estaba ocupada por Thomas. Él estaba agotado y necesitaba descansar más que nadie. Mi corazón se apretó al verlo tan vulnerable.
Extendimos cobijas sobre el suelo. El espacio era pequeño, pero no teníamos otra opción, así que dormimos todos juntos en ese pequeño rincón. Mi cuerpo estaba cansado, pero mi mente no dejaba de dar vueltas. Aun así, traté de conciliar el sueño, aunque la incomodidad y la incertidumbre me mantenían alerta.
A la mañana siguiente, desperté entumecida porque tenía a Alicia encima de mí. Moví mi cuerpo con cuidado para no despertarla, pero ella se agitó y se despertó, con los ojos entrecerrados y aún adormilada.
Me levanté con dificultad, junto a Alicia. Fuimos a mi casa, y al entrar, vi todo desordenado. Durante la noche, sabíamos que vendrían a buscarnos. El miedo volvió a apoderarse de mí, pero me armé de valor. Sabía que no había marcha atrás. Tomé ropa limpia, pues aún llevaba el vestido de ayer. Me metí a bañar, intentando mantener la calma, pero mis pensamientos estaban a mil por hora.
Le presté ropa a Alicia, porque ella también estaba sucia y deshecha. Era tan temprano, y todo estaba sucediendo tan rápido que me sentía perdida, pero trataba de mantener la calma para que Alicia no se asustara más de lo que ya estaba.
Terminamos de prepararnos, y el hambre me hizo sentir más vulnerable que nunca. Tenía ganas de gritar, de liberar toda la presión acumulada, pero me contuve y le pregunté a Alicia si queríamos comer antes de ir con los demás. Ella sugirió que mejor lleváramos comida a los demás, porque no era seguro quedarnos allí. Su tono de voz era firme, pero yo podía escuchar la preocupación en su pecho.
Así que nos llevamos cereal y leche, porque Thomas tampoco había comido y necesitaba fuerzas. El sentimiento de angustia me oprimía el pecho, pero trataba de hacer lo que debía hacer, sin dejar que el pánico se apoderara de mí.
Caminamos de nuevo hacia adentro, y mis padres ya estaban despiertos. Aunque trataban de mostrarse serenos, se notaba en sus ojos la preocupación.
–¿Quieren desayunar? –les pregunté, intentando ocultar mi ansiedad.
–Sí, está bien –respondieron, pero sus voces denotaban la misma tensión que yo sentía.
–Nosotros nos vamos a ir y ustedes se quedan aquí.
–Sí, Charlotte, pero una cosa...
–¿Qué pasa? –les respondí, el miedo comenzando a crecer nuevamente en mi pecho.
–Les vamos a dar unos rastreadores con alarma. En cuanto estén en peligro, los aprietan y iremos por ustedes.
–Está bien –respondí, con la voz temblorosa, aunque trataba de sonar confiada.
Hasta mis padres tenían localizadores... eso me sorprendió. Todo estaba tomando un giro tan extraño que no sabía qué pensar. Mis padres parecían irreconocibles. Algo no encajaba, pero estaba funcionando todo... al menos eso parecía.
Nos escucharon hablar los demás y despertaron a todos. Thomas se quejaba de dolor, y mi corazón se rompió al verlo así. No quería que sufriera, pero le di su medicamento para que se sintiera mejor. Su madre lo revisó, y con manos hábiles, limpió su cortada, porque sabía lo que hacía.
–Tenemos que formar el plan –dije, tratando de distraerme de las quejas de Thomas, aunque me sentía fatal por él. No quería verlo sufrir, pero sabía que debíamos seguir adelante.
–Mi idea es formar grupos para que no nos encuentren tan fácilmente y así cazar a nuestro abuelo –dijo Alicia, su rostro serio y determinado.
–Es a él a quien tenemos que eliminar para que esto termine –añadió Dylan, con un brillo en los ojos que me dio miedo.
–Perfecto, entonces nos dividimos en dos –dijo Alicia–, ya que solo somos cuatro.
–Yo iré con Jayden.
–Perfecto, pero necesitamos armas para defendernos –dijo Jayden, su voz grave y preocupada.
–Exacto, Jayden, por eso tú nos puedes ayudar con eso. Sabes dónde conseguirlas.
–Sí, sé. Primero vamos al bosque y vemos qué podemos hacer –dijo Jayden, y noté en su tono una mezcla de confianza y seriedad.
Después de esto, nos despedimos de los demás. Tomamos el auto de mi padre, un SUV X6 negro, perfecto para la ocasión. Aunque el vehículo estaba bien, me sentía como si todo estuviera fuera de control.
Fuimos hacia el bosque y dejamos el coche entre los árboles. La tensión en el aire era palpable, y yo sentía que mi respiración se volvía más pesada.
Editado: 01.02.2025