Charlie y Pablo llevaban dos horas recorriendo las calles de la zona, yendo de punta a punta por todo el barrio buscando un indicio, una respuesta, una señal de su pequeña. No dejaba de preguntarse una y otra vez quién sería capaz de llevarse a su hija de la puerta de su propia casa, esto sería algo que jamás se perdonaría, era algo que nunca pensó que les pasaría a ellos, sabía bien al igual que toda la población argentina que las calles estaban peligrosas, cada día un nuevo robo, asesinato, siempre un problema, estaba todo muy difícil pero jamás pensó que les pasaría a ellos esta tragedia.
Tomo su teléfono del bolsillo y aun con la voz pendiendo de un hilo y las lágrimas corriendo por su rostro llamo a su hijo a ver si él había encontrado algo o alguien había visto algo. Su respuesta fue la misma que la suya, nada, ni una señal de Daniela. ¿Cómo es posible que nadie haya visto nada, que nadie haya escuchado nada? Era temprano, todavía no eran las 8 de la noche y había gente en la calle, como era posible que nadie haya visto nada.
Colgó el teléfono y lo guardo en el bolsillo dejándose caer derrotado en el pavimento, con toda su furia y dolor mirando al cielo soltó un grito cargado de angustia, rabia y preocupación, las lágrimas brotaban sin control, golpeaba con sus manos el suelo llamando a su hija con todas sus fuerzas, estaba roto.
En otro lado de la ciudad de Buenos Aires una camioneta circulaba tranquila, sin llamar la atención, era discreta, una más del montón andando por la noche, pero en su interior había un secreto, una joven atada de pies y manos, con ojos vendados y una cinta adhesiva cubriendo su boca, estaba inconsciente por lo que no escuchaba la música sonar ni las bocinas del trafico al pasar.
Al volante unas manos firmes, seguras de lo que hacían y hacia donde se dirigían, el conductor observo por el retrovisor a su presa maniatada tranquila en el suelo, sonrió, en su cabeza pasaban mil cosas, sobre todo el rostro de la joven horrorizado al comprender lo que estaba pasando, no había nada que le gustara más que una bella mujer de rostro angelical espantado, hacía que se erizaran los bellos de sus brazos, le joven en verdad era muy bonita el imaginar las posibilidades de todo lo que podría hacer con ella le fascinaba.
Una hora después de manejar por la capital había llegado al galpón que tenía al fondo de su casa, se bajó del auto, abrió el portón y saco una silla de ruedas que tenía preparada cerca de la puerta, la arrastro hasta la camioneta y con esfuerzo bajo el cuerpo inconsciente de la joven, ató sus manos y pies a cada lado de la silla y la condujo dentro del galpón a un cuarto que tenía al fondo.
La luz era tenue, en su interior había varias camas muy arregladas, un gran armario del que se vislumbraban apenas unas prendas, en el centro de la habitación una mesa redonda ocupaba casi todo el espacio, a su alrededor cuatro sillas.
Con cuidado deposito el cuerpo de su cautiva en la cama, le quito los zapatos, la cubrió con las sabanas y un cubre camas suave, apago las luces y cerro la habitación con llave saliendo del lugar, cruzo por el galpón acomodando todo a su paso para guardar la camioneta, dejo la silla de ruedas a un lado, cerro el portón y se metió en su casa que estaba a solo unos metros del lugar.
Al entrar se quitó los zapatos, dejo la mochila que traía en la espalda tirada en el suelo y comenzó a desvestirse dejando las prendas por todo el lugar, se metió al baño, abrió el agua caliente para llenar la bañera y salió un momento, se dirigió a la cocina tomo el plato que estaba dentro de la heladera con las sobras del día anterior, del cansancio que tenía encima no se iba a poner a calentar la comida así que se sentó en la mesa e ingirió los alimentos fríos, no importaba frio o caliente, daba igual, su propósito del día estaba hecho, cuando termino dejo el plato sucio en la encimera y se fue a meter al agua caliente que esperaba en el baño.
Charlie entraba en su casa junto con su hijo para encontrarse con su esposa destrozada sentada en el sillón de la sala con el teléfono en la mano y un retrato de su hija, Charlie se reclino frente a ella y le hablaba, pero ella no respondía, estaba ida viendo a la nada y con su lagrimas cayendo sin parar, la abrazo con fuerza pero ella no reaccionaba, estaba en shock, le susurró al oído cuanto lo sentía entre lágrimas y le juro que cueste lo que cueste encontraría a Daniela, no importa el tiempo que le llevara, Pablo parado detrás de ella sentencio “la encontraremos”.