Estaba tirada a la mitad de ningún lugar donde nadie espera un accidente, menos un asesinato, atrapada entre dos realidades y ambos prometían ser dolorosos.
La primera realidad era entre vacío y oscuro el cual comenzaba a extenderse en mi visión, esa era la indolora muerte.
La segunda: era la agónica y dolorosa lucidez de la vida.
En mi mente una voz persistente me hacían una pregunta incisiva muy repetitiva, hacia una micra de segundo que decidí contestarla en principio porque el tiempo se dobló para hacerse imperceptible perdiendo su invaluable significado. De esa forma no morirá tan rápido y también me dejó de doler todo el cuerpo.
-¿Quién eres tú?-Preguntó de nuevo.
Concentrarme era difícil por el olor, era el más desagradable una nube de contaminación, metal pesado o fundido, grava mojada, un químico muy penetrante del cual su nombre no recordaba se metía por mis alas nasales dando así a mi boca ese mismo sabor, la sangre salía a hilos interminables mezclados con saliva, si alguien había probado sangre en sus labios después de ver venir un arma hacia su cuerpo recordaría ese sabor inconfundible a muerte y decadencia pero sobre todo a desesperación. Empecé a tiritar en el suelo frío, gota a gota la lluvia se filtraba en la tela de lona de mi chamarra favorita, esta tenía una abertura de 5 a 7 centímetros el espacio dejado por el arma blanca que me atravesó el pecho, tenía muchísima sangre fresca y líquida de lo normal por culpa de la lluvia fina. Ver tanta sangre me hizo empezar a temblar, sentí como mi cabeza se volvía el punto focal del dolor de ahí salía líquido rojo. Al caer de varios pisos mi cráneo fue el primero en estamparse contra el ventanal que se rompió en añicos, tendría un par de fragmentos incrustados en el cuero cabelludo, por no querer creer que podían ir profundo, comenzó entonces el martilleo en los recovecos de mi cerebro, palpitando arduamente.
¡DIOS! esto dolía más que cualquier cosa experimentada antes. ¿Cuántos segundos pasarían antes de morir? ¿Por qué no moría? ¿No era suficiente con las hemorragias?
-¡Concéntrate!- me apremió la voz
Maldiciones atravesaron mis pensamientos, diciéndole que se fuera al demonio con su pregunta.
-Te lo suplico, dime quien eres, ¿No deseas que tu progenitor sepa quien eres?
¡Vaya idiotez ! Si por tratar de encontrar a esas personas me pasó esto.
Al dejar de escucharlo mi calvario aumentaba, era consciente de cada golpe, de cada hueso roto, de la vida escapándose por mi debilucho aliento.
De acuerdo, de acuerdo ... cavile de nuevo.
¿QUIEN SOY?
No soy hija de aquellas almas que llamó padres.
No provengo del mismo lugar que la mayoría.
Eso es lo que sabía de mi.
-Cuéntame lo que sabes de tu vida- pidió el preguntón.
¿Mi vida?
Entonces conviene comenzar por el principio, lo destacable de mi ser hasta hace solo días yo era una pianista, me habían regalado un don para usar en un espectacular, inmenso, maravilloso piano. Las emociones recorren mi ser al tan solo verlo esperando por mi
Una punzada me regreso al cuerpo desmadejado que tenia, ¡Uff! cómo dolía me dolía muchísimo, regrese al tiempo para ver una mano con uñas afiladas tomando la empuñadura del arma incrustada profundamente en mi caja torácica, con un tirón rápido y limpio la retiró, en cuanto salió por completo, un grito se impuso en mi garganta, para expresar el dolor inexplicable y traumatizante, aunque no se llegó a escuchar sonido alguno porque simplemente no atravesó mi boca anegada, burbujas de sangre salieron despedidas del agujero que tenía ahora en el pecho, porque era muy digno de mi corazón sabiendo que no le quedaba prácticamente nada de vida, se dispuso a latir frenético, dando a entender que no se rendiría tan fácil, fervientemente bombeo y bombeo queriendo compensar esos años que no podría vivir, salió también borbotones espesos muy calientes de mi boca y la nariz, mis brazos se revolvieron en un espasmo junto con mis piernas, dándome agonía por los huesos rotos, gire de lado para no ahogarme, y la vista se me aguzo, con una definición increíble, me dejo apreciar la gama de colores que me rodeaba casi podía sentirlos, los detalles de la grava pequeña gris, como una se juntaba con la otra para formar una capa fina, cada gota de lluvia impactarse haciendo una mezcla, un poco adelante estaba mi mano y ¡Que horror! la muñeca estaba en un ángulo anormal junto con dos dedos, estaba irremediablemente rota, no debía molestarme tanto pues no las podría volver a usar, para un pianista una mano así de rota sería el fin de su carrera.
-¡NO!- Me gritó.- ¡DIME QUIEN ERES!
Ya no me contuve, le respondí.
-Déjame en paz
-¿Quieres irte sin saber quien eres?
-Se quien soy.
-Dímelo entonces, Dimelo.
Una canción comenzó a resonar en mi cerebro moribundo, unas tonadas en el piano, esa era la melodía que tocaba mi madre el día de mayor tristeza para la familia...
Bueno, la balada me dio un sentimiento extraño y como un estallido vinieron a mi todos mis recuerdos, absolutamente todos.
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aventuras magicas, personajes con poderes sobrenaturales, persecuciones drama y romance
Editado: 29.09.2020