My Ángel

CAPITULO 11

MI PEOR PESADILLA

Fabiola avanzaba por el pasillo del edificio escolar con paso apresurado y nervioso. El primer día en un lugar nuevo nunca era sencillo, y la sensación de haber empezado con el pie izquierdo no ayudaba. Había llegado tarde, perdida entre las aulas que parecían un laberinto. Justo cuando la frustración comenzaba a dominarla, una voz cálida y amigable interrumpió sus pensamientos.

—No te preocupes, es normal sentirse así cuando eres nueva.

Fabiola levantó la vista y encontró a una chica de cabello oscuro y sonrisa tranquila que la observaba con curiosidad. Se presentó como Jisso, y antes de que Fabiola pudiera responder, añadió:

—Ven, te acompaño al salón. Ya sabes dónde está, ¿verdad?

Fabiola negó con la cabeza y explicó rápidamente su situación. Jisso no pudo evitar reír, aunque su tono era comprensivo. —No te preocupes. Vamos juntas. Seguro que el profesor lo entenderá.

Cuando llegaron a la puerta del aula, ambas intercambiaron una mirada breve antes de entrar. La tensión en el aire se hizo palpable. El maestro, un hombre de mediana edad con una expresión severa, alzó la vista desde su escritorio al escuchar el sonido de sus pasos.

La incomodidad de Fabiola aumentó cuando él señaló su tardanza. Sin pensarlo demasiado, se adelantó y asumió toda la responsabilidad, explicando que se había perdido. Aunque sus palabras fueron sinceras, el profesor no tuvo tiempo de replicar. Una voz grave, proveniente del pasillo, resonó en toda la sala.

—¡Buenos días, estudiantes!

El director hizo acto de presencia, llenando el aula con su energía. La atención de todos se concentró en él, y los murmullos cesaron. Con una sonrisa afable, recorrió el espacio con la mirada y explicó que había olvidado indicarle a Fabiola dónde quedaba su salón.

Ella aprovechó la oportunidad para disculparse nuevamente, tanto con el director como con el profesor. Su tono era humilde y lleno de arrepentimiento, lo que pareció desarmar cualquier reproche.

—No hay problema, jovencita. Toma asiento —le indicó el director con amabilidad.

Fabiola y Jisso se dirigieron hacia el fondo del aula y tomaron asiento en silencio. Apenas lograron acomodarse cuando unos gritos provenientes del exterior alteraron la calma que había comenzado a instalarse.

En el pasillo, un grupo de chicas se congregaba alrededor de la entrada. Los murmullos se transformaron en un rumor colectivo cuando varias estudiantes señalaron hacia el fondo. La emoción en sus rostros era inconfundible.

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó el director, alzando la voz por encima del alboroto.

—¡Han llegado unos chicos nuevos! —exclamó una de las alumnas con entusiasmo.

Desde el salón, Fabiola observó la escena con curiosidad. Jisso, a su lado, alzó una ceja con interés. El día había comenzado con el pie izquierdo, pero todo parecía indicar que aún le aguardaban muchas sorpresas.




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