Narrado: Victoria
Una hora en coche para llegar de nuestro hotel al aeropuerto. Luego seis horas de vuelo para aterrizar en Alemania. Después una hora y media más en coche para llegar a la reserva natural y por último una caminata de 30 minutos, a través de una frondosa vegetación y un camino pedregoso, para llegar por fin a la mansión del Alfa Superlativo.
No entiendo como mi tío Brad, un simple humano, no se está quejando por el agotador viaje, porque yo soy una mujer loba y estoy tan exhausta que llegaré durmiendo.
'Eso es porque estás fuera de forma. En todo este tiempo no te has ejercitado ni un solo día a diferencia de él' —me recordó mi loba.
Tú últimamente eres más fastidiosa que pepe el grillo —le digo.
— ¿Tienes miedo? —preguntó mi tío Brad, interrumpiendo mi charla con Kira.
—No —miento descaradamente, porque con cada paso que doy siento como si el corazón se fuese a salir del pecho. —¿Por qué lo preguntas?
—Porque estás temblando y no es precisamente por el frío —dice en tono de burla.
Con ese comentario me quedé completamente muda, ya que los nervios me traicionaron. Cada vez faltaba menos para llegar y la incertidumbre de no saber lo qué pasaría, cuando lo volviera a ver, me hacía formularme millones de preguntas: ¿Aún me faltará el aire cuándo él me mire? ¿Aún se reirá de mis tonterías? ¿Todavía me sentirá parte de su vida? ¿Él al igual que yo seguirá enamorado? ¿Evitará mirarme? ¿Le habrá contado a alguien que nos besamos? ¿Mi familia me odiará por eso?
—¿Viki, te sientes bien?
—Estoy bien —trato de sonar segura, pero cuando vemos la estructura, oculta entre los árboles, mis piernas no aguantan más mi peso y caigo al suelo de nalgas. Mi tío en vez de ayudarme a ponerme de pie se empezó a reír como un enfermo mental.
—Quien iba a decir que “La Vikinga” le iba a tener miedo a un chico. —Se mofó.
—No… tengo… miedo… —tartamudeo sin poder evitarlo.
El estar aquí me hace sentir indefensa, cohibida y aterrada, porque no sé cómo vaya a recibirme mi familia después de desaparecer sin siquiera despedirme y lo que más me asusta es descubrir que la persona que quiero me odia con todo su ser.
—Entonces ¿por qué se te enreda la legua?
La verdad no sabía qué responder a esa pregunta, pero el grito estridente de mi tía Daniela me salvó de hacerlo.
—¡BRADI MI AMOR! —grita luego de correr en nuestra dirección —No te imaginas como te extrañamos, Bradi —dijo cuándo envolvió a mi tío en un tierno abrazo.
Mi tía sabe lo que hubo entre Matteo y yo —ese fue el primer pensamiento que rondó en mi cabeza cuando ella me ignoró completamente. Pero en lo que sus ojos del color del zafiro me miraron con amor mi cuerpo se relajó.
—¡Viki, que alegría que hayas regresado! —dijo antes de abrazarme.
—¡Cómo están mis niños! —aulló mi tío Brad al ver a Ian y James, los gemelos. Sin embargo ellos lo ignoraron y corrieron hacía a mí, derribándome como lo hacen en el fútbol americano.
— ¡Tienes prohibido volverte a ir! —dicen los dos al unísono y yo comienzo a reírme, porque a pesar de haber pasado dos años lejos su cariño hacía mí siguen siendo el mismo.
—¿Niños, qué les he dicho sobre embestir a las personas? —los regaña mi tía, ayudándome a ponerme de pie.
—Que no lo hiciéramos —contestó Ian al ponerse de pie de un salto.
—Pero extrañamos demasiado a la Vikinga —se excusó James.
—Y yo a ustedes fotocopias —dije antes de darles una nalgada a cada uno.
— ¿Acaso yo estoy pintado en la pared? —se quejó mi tío Brad y los gemelos lo abrazaron. —Así está mucho mejor.
—Mejor entremos —Sugiere mi tía.
— ¿Tía, dónde está mi papá, mi tío Adam, mi tía Fina, Lore, las gemelas, Tobías y Daniel? —pregunto mientras caminamos a la casa.
—Fina anda entrenando con los chicos. Lore aún no ha llegado de Francia. Las gemelas están tomando su siesta. Tu padre está en la ciudad con Daniel y tu tío Iván, atendiendo cosas de lobos.
— ¿Cosas de lobos? —se burla mi tío Brad.
—Sí, tú sabes. Eso que ellos hacen —realiza un ademán con la mano para restarle importancia.
—Tú no cambias, mi querida Dana —dijo mi tío y le dio un beso en la cabeza a mi tía.
—Para qué voy a cambiar si así soy fantástica.
Definitivamente mi tía Daniela es la mujer perfecta para mi tío Iván, ambos son igual de locos. —Pienso con admiración y algo de envidia, porque quisiera tener una relación tan bonita como la de ellos.
—Estoy en casa —susurré al sentir el olor a hogar, después de poner un pie dentro de la mansión, lo que provocó que la melancolía me inundara y un par de lágrimas deslizarse por mis mejillas.
—Y espero que nunca más te vayas —dice mi tía al pasarme su brazo por los hombros. Me sentí tan feliz de volver a estar aquí que me olvide completamente de todas las preocupaciones que tenía unos minutos atrás.
— ¿Estás llorando? —preguntó, con asombro, Ian.
—Claro que no, tonto —lo empuje para que no viera mis lágrimas. —Tengo alergia, es todo — limpio rápidamente las pequeñas gotas salinas. —Recuerda que "La Vikinga nunca llora" —él me brida una cálida sonrisa y todos pasamos a la sala de estar.
Mi tía Daniela obligó a mi tío a sentarse junto a ella, un poco lejos de nosotros, para ponerse al día, según ella.
—Qué bueno que regresaste, Viki —el primero en hablar fue James, exigiendo toda mi atención a su conversación. Aunque la verdad yo estaba deseosa por oír de qué hablarían mis tíos, porque estaba segura que el tema de mi tía Josefina y él no tardaría en salir a relucir.
—Te extrañamos demasiado —comentó Ian.
Se preguntaran ¿cómo logro distinguir quién es quién sin son como dos gotas de agua? La respuesta es muy sencilla, Ian tiene un lunar en la comisura superior de su labio derecho y James lo tiene del lado izquierdo.