—Estoy libre, ¿quieres que nos veamos ahora?
Me gustaría que tuviéramos una plática algo rápida.
—¿Qué tal si la tenemos ahora? dejaré unos documentos y podremos vernos en el jardín.
Claro, te espero ahí Bunny:)
El ambiente en la consulta estaba cargado de tensión desde el momento en que crucé la puerta. Todo en mí deseaba que aquella sensación incómoda fuera producto de mi tendencia a sobrepensar las cosas. Dejé los archivos sobre el escritorio de Collins, quien no estaba, y todo fue tan rápido que apenas tuve tiempo de respirar. Me asomé por la ventana del segundo piso y, como esperaba, allí estaba él. Sentado, mirando a ambos lados, claramente esperándome. Algo en su expresión me decía que aquello no sería una conversación ordinaria.
Bajé en el ascensor, con un nudo en el estómago. Al acercarme, su sonrisa me pareció forzada, carente de la ternura habitual. Nos sentamos en una banca cercana, y por unos minutos hablamos de cosas triviales. Charlamos de tantas tonterías que por momentos olvidé el verdadero motivo por el que me había llamado. Sin embargo, cuando el silencio se hizo presente, su actitud cambió.
—Bunny, sabes que te quiero mucho, ¿verdad? —murmuró mientras tomaba mi mano y depositaba un beso suave sobre ella.
—Por supuesto —respondí, intentando ocultar mi creciente ansiedad—. Yo también te quiero.
Él suspiró, sus ojos se desviaron por un segundo antes de enfrentarse a los míos.
—¿Sabes que me llamaron, cierto? —asentí sin decir nada—. A veces no puedes controlar lo que pasa, y este es uno de esos momentos.
Noté cómo su mirada evitaba la mía, jugueteando nerviosamente con mis dedos. El corazón me dio un vuelco, y no pude evitar intervenir.
—No sigas —lo interrumpí, sintiendo una presión en el pecho—. No soporto verte así, no después de todo lo que haces por mí. Soy consciente de mis errores y lo mucho que te complico la vida. Siempre cometo alguna estupidez, y cuando alguien sufre por mis fallos, especialmente tú, no lo soporto —me solté de su agarre y comencé a caminar en círculos—. No entiendo por qué sigues conmigo. Siento que siempre arruino las cosas, y tú... tú mereces más.
Demian, con su habitual calma, dio un paso hacia mí y me detuvo.
—Basta —su tono era firme, sus ojos fríos como el hielo—. Eres tan dura contigo misma... No entiendo por qué todo esto tiene que ver contigo.
—Sé que te despidieron por mi culpa, por todas esas veces en las que te defendiste por mí o asumiste culpas que no eran tuyas.
Sin previo aviso, él alzó mi rostro con suavidad, obligándome a mirarlo a los ojos.
—Bunny, no me han despedido. Y si algún día lo hicieran, nunca sería por ti —su voz se suavizó—. Eres la razón por la que sigo aquí. No podría concentrarme sin verte pasar con tus vasos de café o sin oírte discutir con Collins por cualquier cosa. Y... ahora que lo pienso bien, estoy más seguro que nunca de que no quiero irme.
—¿Irte? —repetí, confundida.
Demian tomó una respiración profunda, como si lo que estaba a punto de decir requiriera todo su valor.
—Me ofrecieron ir a “W” —admitió, suspirando pesadamente—. Pero lo voy a rechazar.
—¿¡Qué!? ¡Estás loco! —exclamé, incrédula—. ¿Cómo puedes rechazar ir a “W”?
—Lo se —respondió, rascándose la nuca—. Ir a “W” siempre ha sido mi sueño. Pero también sé que una vez que ponga un pie allí, no veré la luz del día. No podré verte, y el estrés... el estrés me va a consumir.
—Escucha —tomé sus manos entre las mías, tratando de transmitirle todo el cariño que sentía—. Tú y yo hicimos una promesa. Dijimos que cumpliríamos nuestros sueños antes de casarnos, ¿recuerdas? —Acaricié suavemente el anillo de promesa que él me había dado hacía años—. Y mi sueño es casarme contigo, Demian. Si cumples el tuyo, cumplirás el mío también. Tal vez... tal vez esta es la señal que estábamos esperando.
Él rió suavemente, el brillo en sus ojos regresando por un instante.
—Puede que tengas razón, Bunny —respondió, con una sonrisa.
Me levanté de un salto y lo abracé con fuerza, sintiendo el calor de su mejilla contra la mía, húmeda por una lágrima que no se molestó en esconder.
—¿Estás segura de esto?
La verdad es que no lo estaba.
—Claro —mentí, dándole un beso en la mejilla—. Tómalo como una prueba de amor. Pronto veremos si es verdad que este amor es para siempre.
—Te amo, Bunny, nunca lo olvides —murmuró, besando de nuevo mi mano.
—Y yo te amo a ti, más de lo que podrías imaginar.
La idea de dejarlo ir me aterraba. El solo pensar en la distancia entre nosotros hacía que mi voz se quebrara, pero no quería ser el obstáculo en su camino. No quería ser la razón por la que renunciara a sus sueños. Quería ser su apoyo, pero la realidad de esa prueba de amor me resultaba abrumadora.
Nos abrazamos, deseando que ese momento durara para siempre, y mi mente viajó a los días de la universidad, a nuestros paseos despreocupados por el campus, comiendo helado y hablando de sueños. Todo parecía tan lejano ahora, aunque los recuerdos seguían tan frescos como si hubieran ocurrido ayer.
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Editado: 24.09.2024