Las pisadas de Iris resonaban apresuradas en el pasillo, su andar decidido mostraba que no estaba dispuesta a detenerse. Han la seguía desde hacía dos pisos, intentando alcanzarla sin éxito.
—Iris —llamó Han con un tono cansado, pero suave—, ¿tienes planes para la tarde?
—Sí, una amiga viene de visita. Pedí un permiso —respondió ella sin detenerse.
Han desvió la vista hacia los enfermeros que cuchicheaban y reían entre sí, claramente hablando sobre él. Las miradas burlonas, las sonrisas mal disimuladas; nada de eso le importaba. Su única preocupación seguía siendo ella.
—Está bien, nos vemos luego. Llámame cuando puedas —añadió, tratando de sonar despreocupado.
Iris no respondió, ni siquiera levantó la vista. Continuó caminando, absorta en su teléfono, mientras Han, resignado, se dirigía hacia el ascensor. Habían pasado tres días desde su última pelea, y el mensaje que le había enviado seguía sin ser leído:
"Sé que cometí errores, pero estoy decidido a cambiar. Quiero que tengamos una nueva oportunidad, empezar de cero y construir algo mejor juntos. Te prometo que haré todo lo posible por salvar lo nuestro. Por favor, dame una última oportunidad. —Han"
Al principio, Han pensó que tal vez Iris había perdido su celular, pero pronto se dio cuenta de que lo estaba ignorando a propósito. Verla pegada al teléfono todo el día confirmaba sus sospechas. Incluso cuando le mandaba mensajes, la pantalla ni siquiera parpadeaba; probablemente tenía sus notificaciones silenciadas.
—Ayer también lo rechazó —susurró Celeste, mientras observaba desde lejos.
Iris seguía su camino, ajena a todo, sin desviar la vista de su celular. Se dirigía a su consultorio, y Han, observando desde la distancia, sentía cómo su esperanza se iba desvaneciendo con cada paso que ella daba.
—La caída de un grande —comentó la recepcionista entre risas.
Al ver a Iris, ambos se enderezaron, borrando sus sonrisas de inmediato. La castaña entró al consultorio soltando un largo suspiro. ¿Pero qué demonios estoy haciendo?, pensó, inquieta.
—Oye…
—¡Ah! —Iris dio un brinco y llevó las manos al pecho. Colette la observaba con los brazos cruzados, visiblemente molesta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Iris, con tono impaciente.
—Colette se acomodó en la silla, algo incómoda—. Chris me trajo —explicó—. Taylor está ocupado y dijo que tú tenías que hacer el cambio de suturas.
—Taylor no me avisó de nada.
—No sé, parece un plan suyo y de Chris. Montaron todo un espectáculo —suspiró Colette—. Cinco coches escoltándonos hasta aquí, señuelos… ya sabes, todo el circo.
Colette rodó los ojos.
—Parece que te molesta que no lo haga Taylor. Te lo haré rápido para que puedas irte.
Iris comenzó a abrir el empaque de los guantes y a colocarse el equipo con rapidez. Sabía lo exigente que era Colette con su piel, pero el reloj ya marcaba la una de la tarde y no tenía tiempo para discutir.
—¿Vas a algún lugar? —preguntó Colette al notar la prisa de Iris.
—Sí, una amiga vino de visita y se quedará en mi departamento unos días —dijo Iris mientras esterilizaba las agujas y las tijeras—. Pedí un permiso para estar con ella.
—¿La conozco?
Iris negó con la cabeza mientras señalaba la silla para que Colette se sentara.
—Es de la facultad.
—¿Irá Han?
El nombre hizo que Iris casi se mordiera la lengua.
—No, él tampoco la conoce.
—No es propio de ti no llevarlo —comentó Colette con una sonrisa burlona.
Iris dejó caer las tijeras en la bandeja de metal con un golpe seco.
—No voy a seguir detrás de él por siempre, Colette. Yo también tengo mis límites y mi propia vida.
—¿Desde cuándo?
Iris resopló mientras limpiaba la zona con alcohol, enfocándose en la herida.
—Cuando éramos niñas, nuestros padres nos decían que éramos las princesas de cada reino, que todo lo que ellos construyeran sería para nosotras.
Colette la miró en silencio, aparentemente distraída.
—A veces, recuerdo cómo Chris nos advirtió tantas veces que esto terminaría así.
—¿A qué te refieres? No entiendo nada —dijo Colette, frunciendo el ceño.
Iris la miró directamente, observando a la heredera del imperio Dumont, sin ningún indicio del peligro mortal que la acechaba por culpa de dos hombres irresponsables.
—Nada, solo tuve una pelea con Han y estoy molesta.
—¿Es por Gaena?
Iris frunció el ceño, confundida.
—¿Qué tiene que ver Gaena en esto? ¿Cómo sabes de ella?
—La vi el día que firmó el contrato —respondió Colette con desdén—. Se veía tan insípida como la otra.
—¿Eso lo dices objetivamente o solo porque estás celosa de Daena?
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Editado: 24.09.2024