Confío en ti, Daena. Cuando tú me digas que todo está bien, que él está bien y que es seguro, iré. Sé que amas tanto a mi hermano y a mi familia que jamás nos pondrías en peligro-Winter.
El mensaje de Winter resonaba en mi cabeza mientras apretaba el celular con tanta fuerza que sentí un ligero crujido en los dedos. Estaba furiosa. Mis ojos escudriñaban los pasillos, buscando desesperadamente una señal de Chris o de alguien que pudiera darme respuestas.
Entonces lo vi, caminando lentamente, con la férula aún en su brazo izquierdo. Chris no había descansado, eso era evidente, pero ahora estaba buscando a Han o a Taylor, igual que yo.
Para su suerte, justo en ese momento, Han salía de su oficina. Chris apretó el paso, alcanzándolo antes de que pudiera alejarse.
—¿Ya te dieron de alta? —le espetó Chris, empujándolo dentro de la oficina sin que pareciera importarle que las secretarias lo vieran.
Han, sorprendido y visiblemente molesto, apartó la mano de Chris.
—¿Qué te pasa? ¿Estás loco? —replicó, irritado.
Chris no perdió el tiempo y sacó su celular, mostrándole una imagen. El silencio entre ellos se hizo denso, como si Han supiera exactamente a qué se refería.
—¿Qué es esto? —insistió Chris, acercando el celular al rostro de Han.
Han lo miró, luego desvió la vista, recordando algo que le había dicho a Taylor semanas atrás: Debes detener a Chris.
—No lo sé —contestó Han, evasivo.
—Lo dudo —replicó Chris—. Sabes muy bien cómo se ven las transferencias. Una de las últimas de Ross fue para ti. ¿Para qué fue? ¿Y por qué desde España?
Han trató de mantener la compostura, pero sus ojos traicionaban la incomodidad.
—No lo recuerdo —murmuró.
—¿No lo recuerdas? —Chris tensó los hombros—. ¿Por qué sigues buscando excusas?
—Si tienes un problema conmigo, dímelo de frente.
—Responde sin tonterías o lo harás frente a la policía —añadió Chris, bajando el tono.
Han se quedó callado por un momento. Su expresión de enojo se desvaneció cuando comprendió que Chris hablaba en serio.
—¿Por qué es raro que Ross me envíe dinero? —preguntó Han, tratando de recuperar terreno.
Chris se pasó una mano por el cabello, exasperado.
—¿Sabes que abrir su cuenta desde España es fraude?
—¡Pero Ross lo autorizó!
—Tú y yo sabemos que no es así. Ross jamás habría hecho eso. Él se ocupaba personalmente de sus finanzas. ¿Sabes lo que pienso cuando veo estas fechas? Pienso en el desfalco del incidente.
Han respiró hondo, tratando de mantener la calma.
—¡Era un boleto de avión!
—¿Para qué necesitabas un boleto de avión? —preguntó Chris, acercándose más.
—Taylor no podía dejar España —respondió Han, bajando la mirada—. Si Taylor se lo pedía directamente, Ross lo habría rechazado. Así que Taylor usó mi cuenta para comprar el boleto sin que Ross se diera cuenta. Fue su idea, no la mía.
—Eso es fraude, Han, no importa de quién haya sido la idea, eres sospechoso —sentenció Chris.
—Pero solo fue esa vez —intentó justificar Han.
—Una vez es suficiente para que ambos estén en la lista de sospechosos.
Dos horas después y sin idea de donde estaba Han, Taylor golpeaba el volante de su auto con frustración. Me acerqué al coche y toqué el vidrio, sacándole un susto. Bajó la ventana y me miró con fastidio.
—¿Qué? —preguntó.
—Abre la puerta —dije, manteniendo la calma.
—¿Por qué debería hacerlo?
Le mostré el contrato en mi celular. Taylor dejó caer su cabeza contra el respaldo mientras yo caminaba hasta el asiento del copiloto.
—Pensé que estábamos en la misma página —dije mientras encendía el auto.
—Pensé que Chris cuidaba más de tu seguridad —respondió él, evitando mi mirada.
—No cambies de tema. ¿A dónde ibas?
—Voy con Gissel a revisar los registros. No está pasando nada grave.
—No parece ser nada —respondí, con desconfianza.
—Chris solo fue para validar nuestros registros. Fue una coincidencia que las fechas encajaran —insistió Taylor.
—Eres un mentiroso —dije, sin rodeos.
—Sí, he mentido mucho. Pero no sobre esto.
Me quedé en silencio, observando su perfil tenso mientras encendía el auto.
—Mentí mucho —dijo después de un rato—, tenía la cuenta de Ross, gaste casi todo el dinero que me dio en estupideces, pero no mentí en mi relato, ni mis intenciones con esto, no es relevante para el caso y no sé por qué salió a la mesa.
—¿Estás seguro?
—Si
—¿Estás en bancarrota?
—¿Qué? Claro que no.
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Editado: 24.09.2024