My Prince - Jung Hoseok

❀ 01 ❀

𝗘𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝘁𝗶𝗲𝗿𝗿𝗮𝘀 𝗹𝗲𝗷𝗮𝗻𝗮𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗮𝗻𝘁𝗶𝗴𝘂𝗼 𝗝𝗼𝘀𝗲𝗼𝗻...


 

—¡No tan rápido alteza! —Mi fiel eunuco ha corrido detrás de mí por exactos cinco minutos y aún no logra alcanzarme —¡Deténgase, por favor!

—¡Esto es de vida o muerte, eunuco Cho!

El aludido no tiene ninguna otra opción más que detenerse cuando se da cuenta que nunca logrará alcanzarme. Pobre, ya es viejo y le he hecho sufrir desde que era un bebé. 

Me siento un poco mal por él pero no puedo dejar pasar esto, realmente es importante que corra.

—¡Sólo, tenga cuidado! —Es lo último que le escucho gritar antes de que mi carrera continúe.

Corro velozmente, esquivando a todas las personas a mi paso, recibiendo reverencias de su parte y sonriendoles como respuesta. 

El enorme palacio se abre ante mi, dejando ver sus enredosos callejones y pasadizos, pero yo los conozco de memoria. Toda mi vida he vivido en el y es el único lugar al que puedo llamar hogar; aunque, siendo bastante sincero, muchas veces he deseado no ser lo que soy.

Mi espíritu indomable y curioso me ha traído muchos problemas, haciendo que ni mi propio padre, el hombre más poderoso en el reino pueda detenerme.

—Alteza —Como una sombra, mi fiel compañero de aventuras aparece a mi lado, manteniendo la misma posición en mi frenética carrera —No creo que su Majestad vea con buenos ojos el que esté corriendo de esta manera —A pesar de que lo conozco desde siempre, es imposible entender cómo puede mantener constantemente el ritmo en el que me muevo.

Suelto una estruendosa carcajada y disminuyo mi paso —Tranquilizate amigo, ya estamos aquí —Tomo aire y me detengo al pie de un enorme árbol que se ubica cerca de la puerta este del palacio.

—¿Qué hacemos aquí? —Mi acompañante, tan frío y distante como solo él puede ser, me mira ceñudo.

Ignorándolo, me acerco despacio a la caja de madera que receloso escondí en el tronco del árbol y de los bolsillos internos de mis mangas extraigo pequeñas porciones de comida que guarde del desayuno. 

—¿De eso se trataba Alteza? ¿Por esto dejo la clase de Las Analectas de Confusio*? —Mi guardia y mejor amigo eleva la comisura de su labio y asiento en su dirección.

Mi sonrisa se ensancha al notar como los pequeños cachorros reciben gustosos el festín.

—No habían desayunado. Temía que hayan sufrido hambre, Jin —Sonrío en dirección a mi guardia personal y este solo atina a mover la cabeza de izquierda a derecha.

Los pequeños cachorritos que encontré casi muriendo cerca del mercado comen de mi mano haciendo que suelte una leve carcajada. Me hacen cosquillas.

—Me gustaría decirle que es un lindo gesto pero no tenemos tiempo para esto —Al escucharlo, nuevamente mis ojos se posan en él —Su Majestad la Reina tiene todo listo para que salgan cuanto antes.

—¿A dónde iremos? —Mi falta de atención a lo que dicen mis padres me pone nervioso.

—Vamos, no quiero que su majestad se exalte con usted —Me yergo y le doy unas palmaditas a mi amigo, quien se mira entornando sus ojos.

—Quita esa cara, no puedo vivir sabiendo que soy una carga para ti —Mis labios se vuelven una mueca.

—No es ninguna carga el cuidarlo Alteza. Me siento honrado de poder servirlo siempre —Y como es su costumbre, agacha su cabeza en cuanto deja de hablar.

—Nada me honra más a mí que seas tu quien me cuide. Nadie podría siquiera soportar cinco minutos de mis niñerias —Él eleva su rostro con el ceño fruncido.

—Eso no es...

—¡El último en llegar tendrá que tomarse el tónico medicinal del otro! —Echo a correr sin permitirle decir algo más. Sin girarme, sé que está exactamente un paso detrás de mi.

Jin me ha servido desde que tengo memoria. A pesar de ser mayor que yo lo han obligado a cuidarme en todo momento; sin embargo, no me gusta verlo como un súbdito leal y prefiero mantener nuestra amistad presente el mayor tiempo posible. Es mi único amigo en todo Joseon, aquel que sabe quién soy realmente y que aún así continúa a mi lado. 
Ya sea por responsabilidad o por amistad, no quiero que se aleje de mi.

Al tener piernas largas y buena condición física gracias a todo el entrenamiento que he tenido, logro llegar a la residencia de mi madre sin siquiera tener una mota de polvo.

Me siento victorioso de ser ágil y silencioso a mi llegada, pero estoy equivocado.

—¿Cuántas veces te he dicho que un príncipe no debe correr? —La voz atronadora de la Reina me hace temblar... a pesar de que ella es mi madre.

Giro mi rostro estático por la sorpresa y la miro, parada desde lo alto de su dormitorio —Lo siento mucho, mi Reina —Me inclino un poco y trato de no hacer ninguna mueca con mi boca. Odio cuando está en calidad de dirigente y no de madre.

—Eres el príncipe heredero y debes comportarte como tal —Con sus aires de grandeza, baja la escalinata hasta quedar a mi lado —Recuerda, debes mantener el orgullo y la postura de la familia real. No por nada eres hijo del Rey... Príncipe Heredero Hoseok —Su séquito de damas de la corte la siguen de cerca hasta que llega a su palanquín —Date prisa, debemos llegar antes de que el alba se alce en lo alto.

Sigo sus instrucciones y arrastro mis pies hasta mi transporte, o bueno mi palanquín. No deseo salir y menos cuando no conozco el destino ni la razón del viaje, aún así tengo que acatar sus órdenes.

Mi madre y yo no tardamos en salir del palacio con toda la comitiva de damas, eunucos y guardias reales a las calurosas y bellas calles de Hanyang**.

La hermosa gente en cuanto ve el desfile de personas no demora en agacharse y hacer reverencia hasta el suelo sin siquiera elevar su mirada. Es mejor así, no deseo que los maten por romper las dichosas "reglas hacia la realeza".

El camino continúa hasta que el sol se posa en lo alto, de lleno sobre nuestras cabezas. Tengo demasiada calor, estoy aburrido y no puedo hacer otra cosa más que tirar mis brazos por un costado del palanquín, esperando no morir en cualquier segundo.




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