My rommate is... a boy!

Capítulo tres

La mañana quedó atrás y nos encontrábamos en un descanso. Eran alrededor de las tres de la tarde, y me encontraba sentada en una de las múltiples mesas que habían dispuesto en una de las áreas verdes. Era la hora de la comida, y había varios puestos de diferentes cadenas atrás de mí, desde un Taco Bell hasta un Dairy Queen, en los cuales aún se encontraban varios chicos formados delante de los camines de comida, esperando su turno para ordenar, dentro de ellos se estaban Vick y Sydney, a quienes les había encargado mi comida. Intenté esconderme del sol dentro de la sombrilla de la mesa, a pesar de que el medio día había pasado, los rayos ultravioletas no se habían ido con él, incluso podría jurar que hacía más calor que cuando estaba tratando de evitar que un maldito huevo se cayera de mi cuchara mientras corría hacía la meta.

La competencia se había pausado por una hora, en lo que descansábamos y comíamos algo. Después de mi triunfo en la primera ronda, las cosas se emparejaron un poco; ellos ganaron en la carrera de carretilla, si tan solo la señorita Sherwood no hubiera escogido a April habríamos tenido, aunque sea, la posibilidad de haber quedado en segundo lugar, la chica se pasó casi todo el trayecto deteniéndose y quejándose porque sus uñas estaban estropeándose. En la carrera de sacos ganamos nosotros, bueno, en realidad quedamos en segundo lugar y ellos en tercero –a Vick se le enredaron los pies dentro del costal y se cayó… Como dos veces–. El juego del huevo en la cuchara empatamos y en quemados Kyle y su equipo nos eliminaron en la primera ronda. Solo quedaban dos actividades por hacer antes de que la tarde fuera nuestra, dos oportunidades para ganar.  

Debo de admitir que soy una persona competitiva, puede que no sea muy atlética, pero aun así detesto cuando mi equipo pierde. Esa es una de las razones por las cuales mis hermanos evitan jugar conmigo cualquier juego de mesa; si no gano tiendo a hacer una pequeña rabieta, de la cual después me arrepentiré y estaré avergonzada, por lo menos, en las próximas tres horas. Ese mismo aire competitivo es el que me ha traído aquí, a pesar de que parece ser que la única que está intentando hacer pelea soy yo; a él parece darle lo mismo quien gane o pierda, pero aquel gesto de confianza y sonrisa triunfadora sigue apareciendo en sus labios cada vez que lo volteo a ver, y es algo que en verdad me molesta, ¿qué acaso ese idiota se cree el mejor? Después de que ganamos en el primer juego no volvió a dirigirme un gesto, una sonrisa o algo, pero aun así yo lo veía al termino de cada juego, y aunque perdieran seguía portando aquella sonrisa tan molesta.

«Carajo, pero que obsesiva me estoy viendo». Aquello no solo era patético, sino que empezaba a rayar en lo absurdo, y acosador. Y si quería evitar que Kim y April siguieran diciendo aquellas estupideces debía dejar de verlo. ¿Por qué lo veía?, no voy a negar que tiendo a sentir algo curiosidad por mi compañero de habitación, es decir, ¿quién es en realidad?, ¿cuáles son aquellos hábitos extraños que tiene?, ¿es ordenado o desordenado?, ¿nocturno o diurno?, y lo más importante, ¿por qué carajos había solicitado un cambio?, ¿él había sido el causante de aquella decisión o su antiguo roomie? Esas eran algunas preguntas que me habían surgido en la noche, mientras intentaba dormirme. En verdad tenía demasiadas ganas de salir de mi cama, cruzar el pasillo e interrogarle.

El cansancio estaba acabando conmigo, la poca energía que había alcanzado a almacenar se estaba agotando, llegando a su límite y acabándose, debía cerrar los ojos, por lo menos unos minutos, si quería mantenerme en el juego. Coloqué ambos brazos sobre la mesa de madera y dejé caer mi frente sobre ellos. No era la posición más cómoda, pero sería suficiente para descansar un rato, por lo menos en lo que las chicas llegaban con la comida. Dejé salir un suspiro y vi mis piernas, el pasto que estaba bajo mis zapatos, y el tubo de la sombrilla. Cerré los ojos y dejé que el ruido de voces, risas, música y las olas del mar me transportaran en búsqueda de aquel descanso tan deseado.

Habré durado, mínimo, dos minutos en aquella posición, hasta que algo hizo que la mesa vibrara, era un golpe seco, después otros dos.

–No la despiertes, deja que duerma un poco.

–No iba a despertarla, simplemente quería ver si seguía con vida, parece muerta… ¡Ah sí!, mira, aun respira.

El aroma de pasta, tacos y hamburguesas llegó a mi nariz. Pero aun así me quedé recostada sobre la mesa.

–¿Sabes si durmió bien? Generalmente cuando la cabeza de Kass toca una almohada es difícil que algo la haga despertarse, pero...

–¿Por qué le preguntas eso?

–¿Qué?, es su compañero, ¿acaso no puedo hacerlo?

Abrí los ojos, pero aun así no levanté la cabeza. Había tres pares de zapatos nuevos, dos eran calzado de mujer y uno de hombre, seguí el rastro de aquellas piernas hasta que di con el short color beige, abrí aun más los ojos.

–Descuida–esa voz. Esa maldita voz–. De todas formas, no lo sé, ayer no estuve en casa.

Fruncí el ceño y alcé la cabeza de golpe. Los tres voltearon a verme, Sydney se encontraba revolviendo su ensalada, pero lo dejó de hacer en cuanto me vio, Vick estaba comiendo, pero aun así una pisca de maldad brillaba en sus ojos oscuros. Ellas dos se encontraban frente a mí, eso quería decir que Kyle estaba a mi lado. Giré, para poder verlo, tenía un codo sobre la mesa y apoyaba su cabeza sobre aquella mano, una sonrisa burlona brillaba en sus labios. «Pero ¿qué mierda está pasando?... ¿En qué momento?».




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