My stupid neighbour

Capítulo 22

—¿A quién te refieres? —Pregunté, sorprendida. Phoebe me miró, sacudiendo la cabeza.

—Sabes, quiero decir, tu nuevo amigo, con el que estabas sentada hoy —dijo con ironía.

—Se llama Caleb y es muy simpático, ¿de acuerdo? Incluso me dejó copiar los deberes de matemáticas —respondí, con los brazos cruzados. Tal vez podría desviarla del tema. Phoebe abrió mucho los ojos.

—¿Es realmente solo eso? —Suspiré y asentí con la cabeza.

—Pero eso no importa. Es muy simpático y compartimos los mismos intereses... ¿Qué importa si me gustaba? —Le dije. Phoebe rio en voz alta.

—Vamos, Sid, sabes que no es Caleb, y no creo que pases tus tardes con League of Legends, Clash of Clans, o Skyrim —dijo ella riendo.

—¿A quién te refieres entonces? —Me puse de pie y cogí un poco de pastel de la cocina.

—Ya sabes... Will —dijo suspirando. Sacudí la cabeza apresuradamente.

—No soy como las otras… —respiré hondo—. En fin, no importa. ¿Tienes hambre? —dije poniendo el plato entre nosotras.

—No te preocupes Phoebe, no me estoy enamorando de nadie, y menos de Will. No le haría eso a Mae —traté de explicar, pero en mi cabeza sonaba mal.

— Realmente no quiero molestarte —tomó su bolso y se levantó—. Si estás segura de eso, bien… Pero no tiene todo el tiempo, Sid. Él todavía no ha decidido tener una relación con Mae, pero eso puede cambiar rápidamente. Ella es rica, inteligente y guapa.

La miré hasta que desapareció detrás de la puerta principal. ¿Cómo debo responder a esa pregunta si yo tampoco se la respuesta?

Pero aún no están juntos, y eso me facilita las cosas. De repente me di cuenta del teléfono celular tirado en la mesa. Tiene que ser de Phoebe. Lo agarré y corrí hacia la puerta, pero ella ya se había ido. Se lo daré mañana en el instituto. Lo metí y me fui a mi habitación.

Me di cuenta lentamente que no podía simplemente reemplazar a mis amigos. Corrí al balcón y miré a la ventana de Will. Cogí una pequeña piedra, que luego arrojé suavemente contra su ventana.

—¿Sid? —Will me miró con cara de asco—. ¿No querías evitarme? —preguntó.

—¿Qué estás haciendo ahora? —Ignoro completamente su pregunta.

—Estoy… —se lo pensó un rato antes de decir—. Leyendo… Sí, exactamente... Estoy leyendo. —En su risa avergonzada se podía reconocer que estaba mintiendo. Sonreí y cerré los ojos.

—Segu… —me interrumpió el sonido de un mensaje. No era el tono de mi móvil. Pensé unos segundos, pero entonces me acordé de que tenía el móvil de Phoebe. Lo saqué y miré la pantalla. El teléfono estaba bloqueado, pero se veía la notificación. El mensaje era de Mae. Regresé dentro y cerré la puerta del balcón. Dejé a Will fuera solo, pero él seguramente se iría.

Todo lo que pude ver era la mitad del mensaje.

Mae: Phoebe sabes cómo soy. Por favor, llámame...

Mae: Lo siento.

Me quedé mirando unos segundos, luego dejé el móvil a un lado. ¿Se habían enfadado?

Will seguía afuera. Y, de hecho, me observaba mientras volvía a entrar en su habitación.

Encendí mi laptop y entré en el Facebook hasta que mi mirada cayó en el perfil de Will. Sin pensarlo, cliqué en la pestaña de las fotos. Había olvidado por completo cómo William se veía entonces. Era mucho más pequeño y lindo.

De repente, accidentalmente hice clic en el botón equivocado.

—¡Mierda! —Grité. Había llegado en sus fotos del año 2010. Ahora le saldrá la notificación de que había entrado su perfil y había una foto antigua, muy antigua con un like mío.

—Ugh —gemí molesta. Sólo esperaba que no usara Facebook como el 50% de los jóvenes.

Pasaron cinco minutos y oí mi móvil vibrar. Cautelosamente, lo saqué y volví a rezar para que fuera mi madre o cualquier otra persona, pero era Will. Como era de esperar.

Will: Acosadora.

¿Eso era todo? Me quedé mirando la palabra y mientras más pensaba en ello, más nerviosa me ponía. ¿No podría decir un poco más? ¿Sólo acosadora? Salí en mi balcón y tiré otra mini piedra en su ventana.

—¿Quién es? —gritó molesto cuando abrió la puerta de cristal.

—¿Qué significa eso? —Pregunté apresuradamente mientras le señalaba mi móvil.

—¿Has visto más de cien fotos mías? —Me miró con escepticismo, y me gustaría poder golpearle en la cara.

—Vete a la mierda —dije desesperadamente, y todo lo que conseguí de regreso fue un—: ¡Lo que tú digas!




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