Entré en el aula y me senté, ni siquiera sabía qué asignatura tenía o cuál era el nombre del profesor. Todo lo que noté fue que Will estaba sentado a mi lado a pesar de que no teníamos muchas clases juntas. Pero como no dije nada, se giró y empezó a hablar con sus amigos. Debo trabajar urgentemente en mi atención.
Cuando el profesor empezó a hablar sobre no sé qué, de la guerra, supe que era historia… Genial.
—¿Sid va todo bien? —me sobresalté e inmediatamente miré a mi derecha. Will me miró directamente—. Estás mirando tu dedo todo el tiempo. ¿Todavía te duele? —Negué con la cabeza apresuradamente. De repente, el profesor estaba parado delante de nuestra mesa. ¿Se ha teletransportado o qué? Nerviosa, le sonreí, pero todo lo que conseguí fue una cara enojada y un discurso de tres minutos sobre qué no deberíamos hablar mientras el profesor explica. Al saber que nos había oído hablar de esta distancia, podía suponer que tenía buen oído, pero hablaba como un viejo abuelo casi sordo. Realmente no hablaba... más bien gritaba.
—¡Pueden continuar conversando afuera! —Lo miré confundida por un momento antes de darme cuenta de que Will se había levantado y estaba tirando de mi hacia la puerta.
En el pasillo había un silencio muy desagradable. Se escuchaban algunas voces de los profesores en las aulas y nada más.
—Esto es todo culpa tuya —gruñí enojada. Will solo se detuvo junto a mí y miró al techo.
Solo ahora, cuando se paró a mi lado, noté cuán alto era en realidad. Llevaba puesto unos tejanos negros y una camiseta blanca que marcaba sus pectorales. Deseé pasar las manos por su pecho y el abdomen... Negué con la cabeza, deshaciéndome de la fantasía y volviendo a la realidad.
—Will —comencé.
—¿Eh? —Me miró inquisitivamente.
—¿Qué hiciste exactamente ayer? Antes de vendarme el dedo... —Se inclinó ligeramente hacia mí hasta que sus labios estuvieron a punto de tocar el lóbulo de mí oreja.
—Lo corté y se lo di a los payasos —susurró. De repente, le di una patada en la espinilla y lo miré estupefacta.
—¿Qué? —Lo golpeé y pegué un yeso sobre él. ¿Qué hay para estar allí?
—¿El profesor siempre es así? —Pregunté cambiando de tema. Will respondió asintiendo.
—¿Nos escapamos? —De repente me preguntó—. ¿Qué me dices?
Empezó a caminar por el pasillo, sin esperar mi respuesta. Tardé exactamente tres segundos para decidir si quería ir o no.
—¿A dónde vamos? —Dije mientras corría para alcanzarlo. Subimos corriendo las escaleras.
—A un lugar muy especial —me aseguró con calma. ¿Puede existir algún lugar especial en el instituto? Corrimos hasta que nos detuvimos frente a una puerta.
Will levantó el cuadro de pintura que colgando de la pared y sacó una llave que había detrás. Abrió la puerta y me estremecí al sentir la brisa fresca.
—¿La azotea? —Miré incrédula el lugar. Es increíble.
—Los profesores no nos pueden encontrar aquí —dijo con confianza antes de apoyarse contra la pared y sentarse en el suelo.
Realmente me preguntaba de dónde había sacado estas llaves. Quizás solo tenía muchos contactos. Él llevaba tres años más que yo aquí en este instituto. Me senté después de un rato e hice círculos en el suelo con la mano.
—¿Sabes lo que está pasando con Mae y Phoebe? —Pregunté con incertidumbre. No quería hablar con ellas directamente porque eso significaría que miré el móvil Phoebe y leí sus mensajes.
—Creo que discutieron —murmuró.
—¿Por qué? —Miré hacia el cielo azul y comencé a bostezar.
—¡Seguramente peleaban por mí! —Will se rio. Ligeramente golpeé su hombro y me uní a él soltando una carcajada.
—No eres el centro del mundo —dije intentando contener la risa.
—¿Por qué no? Soy apuesto y... —comenzó.
—Tienes un sentido del humor aceptable —traté de ayudar.
—Ryan tiene más... Tiene dinero, es atractivo, inteligente y tiene mucho humor —Will hizo un puchero.
—Bueno... Tú sacas buenas notas —intervine de inmediato.
—Mis calificaciones son de 4 a 6 —me contradice a propósito. Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro.
—Antes yo era muy bueno en la escuela. Tal vez era porque tenía más motivación —¿Sus calificaciones habían empeorado? Lo miré interrogante.
—¿No tienes un sueño? —Negó con la cabeza.
—Deja de compararte con los demás. Eso es innecesario —dije antes de inclinar mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y respirando el aire fresco. Aunque la conversación no era muy seria, pensé en ello... tampoco tenía un objetivo. No tenía ningún sueño ni nada que quisiera lograr.