Myrmidon - La Espada Perdida [libro 1]

Capítulo VI – La fuga del guerrero

Evan

Las horas se hacían eternas en aquel cautiverio. Al menos la comida era exquisita y el cuidado era pasable. Al menos no podía quejarse. Sin embargo, estaba tan aburrido y frustrado. Él no quería estar custodiado en aquella celda, él quería iniciar la odisea. Sin embargo le había tocado a su hermano Kletos hacer todo el trabajo por él. ¿Qué clase de héroe sería entonces? ¿Se habrá equivocado la bruja al revelar que él era el elegido?

Pensó por un momento en su hermano. Kletos no tenía mucha experiencia en las armas. Esta misión podría resultar fallida para él. Todos los planes que había hecho Heleno habrían resultado inútiles.

Se acercó nuevamente a la puerta y la golpeó. 

— Guardias. Sáquenme — llamó.

Pero nadie parecía escucharlo.

— Yo soy el elegido —. gritó — Debo estar libre y cumplir mi misión. Debo encontrar la espada perdida y matar a cada inmundo centauro que se me cruce en mi camino.

Sus manos comenzaron a llenarse de llagas al golpear cada vez más fuerte la puerta con rotunda violencia. De sus ojos salían lágrimas de desesperación. No soportaba estar atrapado en cuatro paredes. Aquella celda no era digna de un noble, ni de un guerrero. Nadie de alto rango merecía estar encerrado. Su cuerpo se arrastró por los suelos. 

— Soy el elegido — susurró con pocas fuerzas. Se había desgargantado por completo —. Merezco honores por lo que hice. Por poco muero en el campo de batalla, pero sobreviví. Arriesgué mi vida por el pueblo, mientras el imbécil del rey se esconde tras las puertas de este palacio. Tengo que ser libre.

Miró desde el suelo hacia la ventana. El cielo ya estaba oscuro. Helios ya había apartado el sol de la tierra.

— Por favor, ¿Pueden escucharme? — suplicó.

Pero los dioses parecieron estar de receso. O tal vez tenían otras ocupaciones que hacer.

— Todo esto pasó por culpa de esa maldita hechicera — gruñó —. La hubiera matado cuando tuve tiempo antes de que lleguen esos soldados.

Ya era tarde para lamentarse. Solo debía esperar a que Kletos llegara con la espada, siendo aclamado como un héroe. Mientras a él solo le tocaba terminar el trabajo que su hermano empezaría. ¿Cómo se supone que enfrentaría a Nesus si solo había estado en el campo de batalla una vez?

Evan era un guerrero novato. Había dado lo que fuera por acompañar a su padre en la guerra de Troya. Sin embargo, aún no tenía edad para hacerlo. Todo el tiempo, en el que su padre había estado ausente, había soñado con tomar al fin una espada y demostrar su valía en el campo de batalla. Y nunca había tenido la oportunidad si no hace días atrás, cuando se enfrentó al ejército de Nesus. Recordó muy bien ese momento. Las tropas alistadas en la colina, enfrentando a aquellos salvajes monstruos. Los rostros espeluznantes, los gritos de guerra y el ruido a acero.

Esa mezcla de sensaciones entre frío y calor que sentía recorrer su cuerpo al estar enfrentándose ante la misma muerte.

Lucha por tu libertad, lucha por tu dignidad, lucha por tu pueblo. Le había dicho Esón antes de partir a la guerra de Troya. Lucha por tu vida, y por tener una muerte digna. Ares siempre está presente en el campo como un león que busca llevar a su presa. Si eres valiente y fuerte no te elegirá como tal, y tendrás más fuerzas para la próxima pelea.

Esas palabras resonaban muy frecuentemente en la mente de Evan. Habían quedado grabadas desde siempre.

Vivamos como si fuéramos dioses... Decía también su padre. Como si la muerte no existiera, como si la vida solo fuera un sueño del cual vamos a despertar algún día.

Esón era un valiente guerrero y un hombre tan sabio. Muchos en Tesalia habían lamentado su muerte. Sobre todo Astrid, su mujer. Ella había dado a luz a Kletos meses luego de que Esón había partido a la guerra. Al enviudarse, quedó sola con sus tres hijos. Tuvo que hacer lo posible por llevar adelante su hogar. Y a pesar de que había tenido varios pretendientes, luego de la muerte de su esposo, no había pensado siquiera en contraer matrimonio nuevamente. Solo le importaban sus hijos.

Evan por su parte, pasó a ser el hombre de la familia. De él dependía su casa en ese momento.

 

Evan se perdió entre sus pensamientos. Se vio a sí mismo en el campo de batalla. A todo el ejército de los mirmidones rebeldes reunidos en torno a él. Todos aquellos que habían desafiado las órdenes de Heleno. Miró al frente y escudriñó el horizonte. Estaba repleto de centauros.

A lo lejos se veían como insectos. Pero a medida que se iban acercando se volvían cada vez más inmensos. Sí, los centauros tenían estaturas descomunales. Eran monstruos crueles, sedientos de sangre. La muerte y la fornicación eran los pasatiempos preferidos de aquellos seres. Nesus, era su líder. Este tenía fama de ser el más sangriento monstruo de todo el reino. Luego de la desaparición de Quirón, él había sido electo como el caudillo de la tribu. Desde entonces, todos siguieron sus órdenes.



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En el texto hay: mitologia griega, guerras, centauro

Editado: 07.07.2018

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