Myrmidon - La Espada Perdida [libro 1]

Capítulo XXXVI – Los preparativos para la Gran Guerra

 

Moloso

Entonces, Moloso llegó junto con toda una tropa al muelle; en el mismo había un barco atracado en la costa, envuelto en cenizas y con unas pocas llamas encendidas ahí. No había dudas, ese barco había sido atacado y no precisamente por centauros.

Moloso sabía muy bien que los centauros no llegarían hasta la costa de la isla, ni tampoco tendrían el ingenio para derribar un barco; ellos nunca llegaban a la playa, mucho menos solían tocar el mar, eran seres del bosque.

Cirene iba al lado de Moloso, muy sigilosa y a la defensiva, no le gustaba mucho cómo se veía aquel lugar, seguramente había enemigos allí, y debía estar preparada para cualquier ataque ofensivo.

— ¿Quién habrá hecho esto? — preguntó la reina.

— Piratas — soltó Moloso.

— ¿Piratas?

— Sí, piratas.

— ¿Qué son los piratas?

Moloso la miró muy confundido, como preguntándose: ¿Cómo es que no sabes lo que son? Había olvidado, que Cirene era una lugareña de las montañas, no conocía la vida en el mar, por lo tanto no sabía de la existencia de los piratas.

— Son personas de mal, personas que buscan sus propios intereses, y no les importa nada — dijo Moloso —, se dedican a matar, robar, secuestrar, todo lo que sea malo.

— Igual que los centauros — supuso Cirene.

— Podría decir que prefiero lidiar con los centauros antes que con los piratas.

Kletos, Eilyn, Aristo, Néstor, Quirón, y algunos soldados estaban ahí también.

En ese momento, todos se pusieron a inspeccionar el barco, todo alrededor era cenizas y muerte. Hombres clavados con estacas en la proa, y otros cadáveres colgados en el mástil, luego unas inscripciones en el suelo: Otto el Cruel, es dueño del pacífico.

Moloso supuso que Otto sería el nombre de aquel que estaba detrás de todo aquello, el comandante de la tripulación de piratas que había saqueado aquella nave.

Siguieron inspeccionando la nave, hasta que encontraron el cuerpo de una mujer. Moloso escudriñó el cuerpo, el rostro de la mujer estaba completamente calcinado, por lo tanto no logró reconocerlo, pero al observar la vestimenta y el cinturón que traía la misma pudo notar de quién se trataba.

— Señores, creo que nuestra búsqueda ha terminado — dijo finalmente, conteniendo sus lágrimas —, éste es el cuerpo de Adrienne.

Cirene se abalanzó rápidamente hacia él, y observó el cuerpo.

— ¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes?

— Es su ropa, y su cinturón — aseguró Moloso —, seguramente quiso resistirse y esos piratas terminaron matándola.

— Qué horror, pero Adrienne era inofensiva, no pudieron matarla así como si nada.

— Los piratas son seres crueles, no tienen piedad de nadie.

Dos guardias retiraron el cuerpo de la joven y lo envolvieron en mantas, luego lo prepararon para llevarlo al palacio y darle un funeral.

Moloso se dirigió a una de las esquinas del barco, se hincó de rodillas y lloró amargamente mientras era contenido por Cirene. Demasiadas muertes en tan poco tiempo, primero la de su hermano Phylos, luego la de su madre Andrómaca, y ahora la de Adrienne, a quien tanto había amado en el pasado.

— No puedo creer que se haya ido así, de esa manera — sollozó.

— Ya está, ya pasó, vamos a darle un funeral digno, como se merece todo noble — Cirene trató de reconfortarlo, pero fue en vano.

El rey estaba muy desconsolado, y le pedía a su esposa que le permitiera llorar su duelo en paz, necesitaba desahogar todo el dolor que llevaba dentro.

Kletos se le acercó en ese momento, le tocó la espalda, y entonces le dirigió la palabra: — Lo acompaño en su dolor, lamento mucho esta pérdida, su majestad.

Moloso se puso de pie y lo abrazó.

— Eres un gran amigo, a pesar de que te conozco hace poco tiempo, te has ganado mi confianza — contestó Moloso —, es por eso que tengo más confianza en ti, que en mí mismo. Prepárate, porque ahora tenemos a los centauros pisándonos los talones, y la guerra cada vez está más cerca.

Kletos asintió y dirigió la mano al pecho para hacerle saber al rey que contaba con todo su apoyo.

 

Una vez en el palacio, Moloso se topó con la mujer que resultaba ser la madre de Adrienne. El rostro del rey no era el mejor, siempre andaba de buen humor, pero ese día, la nostalgia le invadía y no le permitía siquiera dar una leve sonrisa. 

— ¿Qué pasó? ¿Ya dieron con el paradero de mi hija? — preguntó la madre de la joven difunta.

Moloso asintió, y la mujer quedó esperando otra respuesta más clara.

— Adrienne está muerta, encontramos su cuerpo en un barco atracado en la costa, al parecer fue un ataque pirata — prosiguió el rey.

La madre de Adrienne se contuvo a desmayarse, su respiración comenzó a agitarse cada vez más, y un dolor en el pecho le hacía gemir cada vez que respiraba y exhalaba.



#1290 en Fantasía
#1885 en Otros
#119 en Aventura

En el texto hay: mitologia griega, guerras, centauro

Editado: 07.07.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.