—Ethan... Ethan... Despierta Ethan.
Con los ojos entreabiertos y mi mente recién reaccionando a lo que pasaba, desperté gracias a una voz que hablaba llamando mi nombre. Era la voz de Bianca.
—Que... ¿Qué pasa? —pregunté aún tratando de volver al mundo.
—No están —respondió ella.
—¿Qué? ¿D-de qué hablas?
—Beatrice e Ian, no están.
Apenas lograba abrir los ojos y ya me encontraba con Bianca diciéndome que nuestros nuevos huéspedes se fueron. Era algo que no terminaba de comprender. Cuando finalmente me despierto, me di cuenta que de verdad no estaban. Ellos se habían acomodado en el suelo de la casa rodante, pero algunas de sus pertenencias seguían aquí. Le señalé a Bianca las cosas de Beatrice e Ian por lo que pensamos que en un rato volverían. Bianca parecía algo nerviosa, yo por otro lado, pensaba en que si de verdad ella me despertó sólo para eso, lo cual si fuera cierto, a decir verdad me molestaría un poco.
Me levanté del sofá y miré hacia afuera por medio de una de las ventanas del coche, estaba todo nublado, no podía decir más o menos en qué hora estábamos, puesto que no lograba ver el Sol. Tomé una botella de agua y usé un poco para lavarme la cara, de paso bebí de ella para calmar mi sed, cerré la botella y la dejé en su lugar. Miré alrededor y se encontraba Bianca, con la mirada perdida, sentada en el sofá donde estaba durmiendo, seguramente pensando en dónde estaban Beatrice e Ian. Por otro lado, estaba Victoria, aún durmiendo en una de las camas. Decidí salir afuera para analizar el lugar.
Se veía todo más claro con respecto a lo poco que se veía anoche, los faroles estaban rotos, y en la oscuridad no se podía ver mucho, sin embargo, aún de día, no había mucho que mirar, el estado del puerto era deprimente y vacío.
De pronto, oí unas voces a lo lejos. Pensé en dar la vuelta para ver de dónde provenían, y cuando lo hago, eran Beatrice y su hijo cargando un par de bolsas. ¿Trajeron provisiones? En ese entonces, los esperé de brazos cruzados mirándolos fijamente, observando cómo lentamente se acercaban mientras conversaban entre ellos, hasta que se acercaron y finalmente se percataron de que yo estaba allí observándolos.
En un intento por recordar mi nombre, Beatrice empezó la conversación, sin embargo le tuve que aclarar que mi nombre era Ethan, pero no le di mucha importancia.
—¿En dónde andaban? —pregunté en un tono curioso—. Nos tenían preocupados.
—Te dije que teníamos que esperar a que se despierten —aludió el joven mirando a su madre.
—Sí... bueno. Nada importante. Trajimos cosas útiles.
¿Se esforzaron y sacrificaron para poder traer suministros? Sin duda un detalle muy lindo de ellos, un buen intento por su parte para que se ganen nuestra confianza. Beatrice parecía algo agotada, en cambio Ian se le veía más entero, el chico parece tener un físico privilegiado.
—¿Cuánto caminaron para poder traer todo eso? Nos hubieran esperado y así usábamos el camión —exclamé.
—Yo que sé. Cosas de mi madre que ni yo entiendo.
—Hijo, en primer lugar, ellos estaban durmiendo, no quería interrumpir su momento de sueño. Y segundo, Ethan, no caminamos mucho, es mejor ahorrar el combustible en este tipo de casos, ¿no te parece?
—Bueno, no parece tan loca después de todo —respondí.
Los tres soltamos unas pequeñas carcajadas y entramos al vehículo. En el acto, Bianca, que estaba preparándose algo para desayunar, nos vio entrar con todo el cargamento encima y enseguida vino a ayudarnos.
Ella quedó algo sorprendida y miró hacia las bolsas. Beatrice e Ian dejaron dichas bolsas encima de la mesa y empezaron a recoger y sacar cada una de las cosas que trajeron. Había comida, algo de agua, herramientas... hasta yo me sorprendí.
Luego de sacar las cosas y de un par de cortas charlas, empezamos a hablar de cosas más importantes.
—Por cierto, me mata la curiosidad —aludió Ian—. ¿Tienen... algún lazo familiar, o se conocieron en un lugar en especial?
—Bueno, no somos familia, pero la considero más o menos como una hermana menor. Hace años que estamos juntos —declaré.
—En otras palabras, hace mucho que lo estoy soportando —bromeó Bianca.
Luego le conté más o menos sobre hace cuánto tiempo estaba junto con Bianca, que eran alrededor de cinco y seis años. Ian se sorprendió y empezó a preguntar por nuestras edades, cuando le respondimos, él creyó que éramos más mayores por nuestra apariencia. Después de presentarnos, ellos dieron sus detalles. Confirmé que Beatrice era treintañera cuando ella dijo que tenía treinta y ocho, mientras que Ian dijo que su edad era de diecisiete.
La charla era bastante amigable y cálida. Compartimos alguna que otra risa, hasta que por unos segundos, algo me llamó la atención. Noté como Ian y Bianca se miraban a los ojos mutuamente, los dos tenían una mirada agradable, con una sonrisa en sus respectivos rostros, fue un momento curioso hasta que Beatrice habló.
Editado: 13.05.2018