Hemos acordado junto con Marcus ir hacia una gasolinera ya anteriormente mencionada a buscar el combustible suficiente para irnos a Europa, el refugio del que tanto William como recientemente el grupo de Marcus me han hablado. Bianca, Heather e Ian decidieron acompañarnos en el viaje, por lo tanto Beatrice, Victoria, Connor e Ian se quedaron en la base. Nos despedimos de cada uno de ellos y nos dirigimos afuera. Ya era de tarde, la lluvia terminó, pero aún seguía nublado, el tiempo no tenía la mejor cara para esta aventura.
Debido a que el auto de Marcus estaba roto, gracias al supuesto clan que ellos mencionaron antes, acordamos ir en la casa rodante, por lo que tomé las llaves del vehículo, les abrí la puerta y los invité a entrar. Ya con todos dentro, me ubiqué en el asiento del conductor mientras que Heather y Marcus contemplaban detalladamente el coche, a la vez que Bianca e Ian se sentaron en el sofá.
—Es muy linda —comentó Heather sobre la casa rodante.
—Sí, pero no es mía —aclaré.
En ese instante, noté a Bianca bajando la cabeza en señal de lamento, era obvio que pensaba en William, pero no decidí hacerle caso.
Invité a Marcus a sentarse en el asiento del copiloto para que me guíe en el viaje, a lo que él accedió y se ubicó en el mismo. Nos abrochamos los cinturones de seguridad, encendí el vehículo y arranqué. Era hora de buscar ese maldito combustible.
Ya en movimiento, abandonamos la zona de la base y emprendimos camino hacia nuestro objetivo. Eché un pequeño vistazo por el espejo retrovisor y noté a Heather, que se trajo su cómic para el viaje, a Ian que se dirigía hacia el baño, y Bianca recostada en el sofá.
—Parece que tienes un gran grupo -elogió Marcus.
—Sí, y eso que nos conocemos hace bastante poco —comenté—. Bueno, menos a Bianca, claro.
—Lo único que tengo ahora es mi familia y a Sean, pero ya estoy viejo para esto. No creo que dure mucho más —se lamentó mientras observaba hacia la ventanilla del coche.
—Oye no digas eso, hombre.
A pesar de su edad, Marcus daba la impresión de ser fuerte, todo lo contrario a lo que él me decía. Era de complexión robusta, corpulenta, más o menos de la altura de Ian, lo que por fuera parecía ser que era un hombre bastante bien formado.
La barba canosa quizá le hacía aparentar más edad de la que tenía, pero aún así era uno de esos tipos con los que no quisiera meterme.
Dialogamos sobre su vida personal en el camino, me contó que tenía tres hijos: Heather, Connor y uno más que emigró hacia Inglaterra porque su pareja era inglesa, pero era el más veterano de los tres. Se divorció de su esposa cuando Connor era un niño, y después me aclaró la edad de cada uno: Heather tenía diecinueve años, Connor quince y el mayor treinta. Él, con cincuenta y dos años, antes de que todo haya comenzado, trabajaba en una herrería, pero después evitó hablar de su vida privada, así que decidí no insistir mucho.
El tiempo pasaba, kilómetro tras kilómetro, las calles estaban vacías, sin un alma caminando por ellas, el día se oscurecía poquito a poco, se avecinaba el anochecer. Una vez más, miré a través del espejo retrovisor y noté a Ian, conversando con Heather sobre sus vidas, y a Bianca, perdida en sus pensamientos.
Luego de unos minutos, parecía que todo indicaba que llegamos a destino.
—Es allí —señaló Marcus.
Detuve enseguida el vehículo en frente de la gasolinera. A la primera impresión, se veía vacía, habían como seis puestos para recargar gasolina, en dos filas separadas, tres puestos en cada una. El lugar no estaba iluminado, y debido a que ya se venía la noche, le pedí a Bianca que vaya a por las dos linternas que teníamos disponibles en el coche, que estaban en la habitación, en una cajuela. Mientras Bianca iba a por las linternas, Heather e Ian se levantaron del sofá, a la vez que Marcus y yo nos retiramos de nuestros asientos. Me dirigí hacia la puerta y la abrí, saliendo hacia el exterior.
La oscuridad se avecinaba, la noche estaba por llegar, había que hacer las cosas rápido. Tomé el bidón de gasolina que tenía en la parte de atrás del coche, Marcus por su parte, había tomado su arma y salió de la casa rodante, esperándome. Bianca trajo las linternas, Marcus se quedó con una y yo con la otra. Ian y Heather se retiraron del vehículo y se acercaron a nosotros. Ya todos juntos y armados, menos yo que tenía el bidón, abrimos paso hacia los puestos para recargar el combustible. Lo único que se escuchaba alrededor eran nuestros pasos. Mientras caminaba, trataba de observar detenidamente hacia todos lados si había alguna señal de peligro, pero por ahora no pasaba nada fuera de lo común. De todos modos, tenía a los demás detrás mía, también cuidando la zona mientras me seguían.
Me dirigí y me coloqué frente a uno de los puestos pero antes de empezar a llenar el bidón, Marcus me detuvo.
—Oye, los helicópteros no usan el mismo combustible que los autos. Necesitamos queroseno.
Editado: 13.05.2018