Cuando llego al cementerio, apenas ha comenzado la ceremonia.
Me quedo algo atrás a pesar de ver algunas caras conocidas. Por lo visto, muchos de mis excompañeros han asistido.
Localizo a Kate en primera fila, entre sus padres y Miguel.
No puedo sentir rencor hacia él, porque, aunque quisiera estar a su lado en estos momentos, me alegra que tenga su apoyo.
Ahora se ve mejor que cuando la dejé dormida en la habitación del hospital, luego de que terminara de desahogarse.
Creo que los resentimientos quedan fuera cuando ocurren cosas como éstas. Una prueba de ello es Karen, que está del otro lado de Miguel.
No sé si ya ha superado su enamoramiento por él o no, pero hay muchas cosas que ya no sé de ella, ni de la mayoría de la gente que está aquí.
Cuando me alejé de esta ciudad, no sólo lo hice físicamente. Me concentré tanto en no pensar que dejé de lado a mucha gente. Incluso a mi prima, con la que siempre he tenido una estrecha relación.
Pero eso va a cambiar.
Los sollozos aumentan cuando el ataúd baja, preparándose para ser enterrado.
Todavía sigo sin creer que alguien tan dinámico y alegre como Belinda se encuentre en ese féretro.
Aún puedo recordar todas las locuras que se le ocurrían cuando llegué a conocerla.
Era una gran amiga.
La voy a echar tanto de menos.
- Te vi en el funeral – dice Karen apenas abro la puerta.
Una vez adentro, nos dirigimos a la cocina a pesar de que a ninguno le apetecía comer algo, por lo que sólo nos servimos un par de vasos con agua y nos sentamos en el desayunador.
- Pudiste haberte acercado.
- No lo creí prudente – tomo un sorbo ya que siento la boca seca.
- Creí que las cosas con Kate habían mejorado después de que fuiste a verla al hospital.
- Sólo fui para ver cómo estaba.
Nos quedamos en silencio un momento.
- Entonces… ¿nada se va a arreglar entre ustedes? – pregunta con cuidado.
- No hay nada que arreglar.
- Pero ella te sigue importando. No entiendo porque no puede ser. ¿Por qué no puedes ni siquiera darle tu apoyo cuando acaba de enterrar a su mejor amiga? Ella te necesita.
- Karen – digo su nombre en advertencia mientras me tomo mi tiempo para calmarme -. Cuando ella me necesite, ahí estaré. Pero no me pidas que conviva con ella más de lo necesario. Yo no podría hacer lo mismo que tú. Al menos aún no.
- ¿Lo mismo que yo? – frunce el ceño -. ¿Y qué es lo que yo hago?
- Pues estar cerca de ellos – le aclaro cuando veo que no me sigue -. De Kate y Miguel. Supongo que ya lo has superado y por eso no te importa pasar tiempo con ellos, pero a mí todavía…
- Alex. Alex. Alex – llama mi atención antes de que continúe -. Yo no he superado nada porque no existe ningún Kate y Miguel – ahora soy yo el desconcertado -. Ellos sólo son amigos. La única novia de Miguel soy yo. O al menos eso dice él – sonríe.
- ¿Tú… y Miguel?
- Si. Yo y Miguel – suspira -. Eso traté de decirte. Pero siempre que empezaba con el tema me colgabas. Ella jamás regresó con Miguel. De hecho, fuimos al aeropuerto a hablar contigo, pero no llegamos a tiempo.
- ¿Al aeropuerto? – ella asiente.
- Por cierto, ¿cómo es que Maggie estaba ahí? – alza una ceja.
- Fue a despedirme.
- ¿Quieres decir que le dijiste a ella y no a Kate? En serio que eres idiota.
- Se lo debía, ¿de acuerdo? Pero eso no importa. Entonces, ¿ella quería que habláramos?
- Más bien, quería que te quedaras. Pero como dije, no te alcanzamos. Se suponía que te lo explicaría cuando llamaras, sólo que jamás me dejaste. Kate desistió cuando le conté que habías dicho que ya era cosa pasada.
Dejo caer la cabeza sobre mis brazos apoyados en la mesa. Quería golpearme por estúpido.
- ¿Por qué se lo dijiste?
- Ella me interrogaba por cada conversación que teníamos. No iba a engañarla. También es mi amiga – dice ofendida.
Paso mis manos por mi cara, como si quisiera borrar todas las estupideces que he hecho.
- ¿Ahora qué voy a hacer?
- Yo diría que buscarla – sonríe satisfecha de sí misma -. Aunque, yo que tú, me prepararía para arrastrarme un poco.