Todo empezó después del fin. Cuando el loco de Juan Bolilla, apodado Sutil, hizo estallar sus bombas unióticas en el polo norte. Juan había mejorado su prototipo anterior después de conseguir sacar el código fuente del O.M.N.I.A.U.M. Había conseguido que las bombas emitieran una radiación que eliminaba todos los seres vivos que no fueran plantas. Los caballeros de la justica lo intentaron detener, pero eso fue en balde.
La nube radioactiva eliminó en apenas unos 15 minutos la vida de los animales en una extensión de dos mil kilómetros cuadrados. En unas pocas horas, Alaska, la mitad de Canadá, Groenlandia, Svalbard y la mitad de Rusia estaban cubiertas por una densa nube o capa de color morado oscuro. A partir de ese punto la velocidad de la nube letal aminoró y solo avanzaba unos cientos de kilómetros al día y todo animal que entraba en contacto con ella, moría irremediablemente. En apenas una semana murieron veinte millones de personas, los cuerpos de los cuales sirvieron de abono para la tierra.
Los supervivientes empezaron a mover-se en masa hacia el sud. Los países llenaban centenares de miles de caminos con camiones que llevaban la comida almacenada en estos, en ese momento requisada por los gobiernos, para hacer una migración masiva huyendo de la nube toxica. Los gobiernos más ricos también llenaron, barcos, trenes, aviones (y cualquier vehículo disponible y rápido) con todo el material tecnológico que pudieron. La migración era constante, ya que una demora significaba la muerte. Una vez la nube toxica cubrió la mitad de Europa, toda Canadá, Rusia, la mitad de china, Japón… la velocidad de esta aminoró a unas cuantas desenas de kilómetros al día.
Se siguió bajando hacia al Sud, llegando hasta la mitad de África, y por parte del continente americano se llegó hasta América del Sud, se firmaron muchos acuerdos y tratados. Se compró, con tecnología y mano de obra gratis, a los países africanos.
Un año después de la Gran Explosión, como se le llamaba a ese suceso, todo el hemisferio Norte era radiactivo, aunque la radiación de la parte norte de África era tolerable por el cuerpo humano, de España hacia arriba, siguiendo una circunferencia, era inhabitable. A causa de esa nube toxica murieron directamente unos 500 millones de personas. Aunque hay estudios que lo cifran en mucho más, en 1000 o incluso 2000 millones de personas. En las guerras y altercados posteriores la humanidad pasó de unos 8000 millones de personas a unos 4000, aunque como siempre, algunos estiman la cifra en que solo quedan 2000 millones de personas, sin incluir los humanos que han mutado en cosas no humanas.
Diez años después de la gran explosión, donde en aquel entonces estaba la República Democrática del Congo, se terminó de construir la mayor ciudad en toda la historia de la humanidad y la más avanzada, la Ciudad de Denbek. Esta megapolis cubría una extensión de unos 5000 kilómetros cuadrados, prácticamente más del doble que Tokio. En esta ciudad se concentró toda la tecnología del planeta, incluso el gobierno americano se trasladó a esta ciudad. Por lo tanto, todos los países tenían su consulado en Denbek y allí desarrollaban sus quehaceres.
Se construyeron robots y drones para ir al hemisferio norte a por más recursos abandonados, pero ocurrió un efecto curioso. Esa explosión radioactiva reaccionó con la sal de los mares y los océanos generando un potente campo magnético. Los drones y robots, hechos de metal, acababan siendo engullidos por ese campo magnético. Todo el metal abandonado en la huida de la humanidad también se concentró, creando los nombrados Mares de Chatarra, observables gracias a los satélites.
Pero no todo fue tan bonito, aunque se consiguió frenar la matanza inicial, la aglomeración de gente en el continente africano siguió provocando choques culturales y mucha hambre en gran parte de la población que sobrevivió. Los más adinerados se pusieron a vivir en los barrios céntricos de Denbek, los pobres más afortunados vivían en la periferia de la ciudad. El resto se tenía que buscar la vida y sobrevivir como pudiera, en el continente africano. Así fue como nacieron los caníbales, un grupo de personas que se dedicaba a comer otros grupos de gente para poder subsistir.
No tardó en empezar a producir-se revueltas importantes y ataques a los más poderosos. Los no-caníbales exigían protección enfrente a estos, exigían soluciones que no llegaban. Es por ello por lo que se envió al ejercitó de los Gobiernos Legítimos (nombre que recibía la alianza entre todos los países sobrevivientes) a apaciguar “amablemente” estas revueltas y erradicar la mayor cantidad posible de caníbales. Estaba yo en una de esas misiones de “apaciguamiento”, 30 años después de la gran explosión, cuando fui requerido de urgencia.