Nasham

Primera Parte - Capitulo VI

Rápido, sigilosamente y sin dejar rastro, era la estricta doctrina de la pequeña Mitnaqesh que se estaba introduciendo en la mansión de un poderoso y adinerado ganadero. Su misión esa noche era simple pero brutal; debía ejecutar al líder de la familia y a todos sus familiares en la vivienda; el imperdonable pecado de aquel infortunado hombre había sido el comenzar a comerciar por fuera de los estrictos dictámenes de la Iglesia.

Tras emerger de forma sigilosa de un cercano río, la pequeña logró visualizar a dos descuidados guardias haciendo su ronda nocturna, sin dudarlo siquiera por un instante, los asesinó de forma rápida y certera, lanzando un par de diminutas gotas de agua congeladas, logrando atravesar los cráneos de ambos hombres, quienes murieron al instante y sin hacer ruido.

Acto seguido, cruzó ágilmente la puerta principal de acceso a la propiedad y aunque fue rodeada por un pequeño grupo de nerviosos soldados en el interior de la casa, la astuta joven pudo distinguir gracias a sus extraordinarios ojos de ángel, que ninguno de aquellos hombres poseía energía espiritual. Eliminarlos no representó desafío alguno para la letal Mitnaqesh, quien prosiguió su camino de forma silenciosa hacia la habitación del poderoso señor, ubicada en el segundo piso de la ostentosa construcción, la ausencia de luna en el firmamento permitía que sus furtivos movimientos pasaran desapercibidos en la densa oscuridad.

Al llegar a la elegante alcoba principal, el gélido silencio de la noche fue interrumpido por el implacable y vertiginoso baile de sus dos afiladas dagas, las cuales se encargaron de apuñalar una y otra vez el cuerpo ya sin vida de su desprevenida víctima, hasta asestarle la estocada final directo en el corazón, casi al instante, la aterrorizada esposa despertó de su sueño y comprendiendo la terrible situación, intentó huir del lugar en busca de ayuda, pero su desesperado intento fue frustrado cuando una certera ráfaga de viento cortó su cabeza, haciendo que su cuerpo sin vida se desplomara en el frío suelo.

Por ultimo, en un acto de piedad, la Mitnaqesh decidió terminar instantáneamente con la vida de los dos pequeños hijos, quienes dormían con toda tranquilidad abrazados en la misma cama para darse calor mutuo en esa gélida noche de invierno; utilizando para ello una enorme y afilada roca que dejó caer sobre ellos, aplastando sus diminutos cuerpos y evitándoles así un sufrimiento mayor.

Tras retirarse de la ahora incendiada mansión y con su tarea cumplida a la perfección, la joven no pudo evitar recordar en su escape los terribles padecimientos y castigos a los que fue sometida desde la corta edad de cinco años, cuando forzadamente, empezó el despiadado entrenamiento para su transformación en la letal asesina al servicio de los designios de la Iglesia.

Golpizas, privaciones, huesos rotos, dedos congelados en el invierno, hambre constante, todo era parte de la doctrina para convertir a un pequeño grupo de niños en despiadadas e implacables máquinas de matar. Muchos buscaban cualquier oportunidad para suicidarse y así escapar del aquel horrible sufrimiento, pero un reducido grupo que se reconfortaban entre ellos y dormían abrazados en las noches; siendo la única señal de calor y cariño que podían permitirse, eran los pocos que lograban completar el entrenamiento.

El Ris-Cardenal Philippe, se encontraba en su basílica, ubicada en la región que antaño era el Atlántico Sur y que ahora se conocía como el territorio Católico Cardenalicio, caminaba por los fríos y mal iluminados pasillos, donde las antorchas proyectaban sombras inquietantes sobre las paredes y abundaban las estatuas hechas con mármol de santos y papas; sobre todo sus favoritos Lucio III y Gregorio IX.

De pronto, llegó a una amplia sala por donde una ventana en la parte superior dejaba filtrar los potentes rayos del sol, allí observo sin ninguna emoción a sus soldados azotar fuertemente a un joven Mitnaqesh que no había cumplido como corresponde su misión, al dejar escapar a la esposa e hijo de su objetivo, el muchacho tenía la espalda lacerada, pero no emitía sonidos pese al terrible castigo.

Tras unos instantes, hizo un breve gesto con su mano enguantada, los azotes cesaron al acto y el Ris-Cardenal se acercó a aquel muchacho semi desnudo y destrozado, le levantó el rostro con rudeza halando su cabello ensangrentado, sus ojos fríos se clavaron sobre el joven y dijo con tono severo: “Sabes bien por qué sufres este castigo… Cuando la Iglesia da una orden, debe acatarse sin dudas. No existe lugar para la debilidad o la duda” Dicho esto, Philippe le hizo una fría señal a uno de los azotadores, quien tomó un cuchillo y degolló al joven.

Tras presenciar la ejecución, Philippe prosiguió su camino por la lúgubre basílica, recordando una antigua discusión con Alexander sobre el uso de los Mitnaqesh.

Ris-Cardenal Alexander: Phillipe necesitamos hablar – Puso su mano sobre su hombro.

Ris-Cardenal Philippe: Ahora el anciano que es lo que desea ¿No tienes asuntos que arreglar? – Respondió quitando su mano bruscamente.

Ris-Cardenal Alexander: El uso de niños como armas es una aberración – Dijo con voz severa – Debemos confiar en los Arcontes para defender a la humanidad.

Ris-Cardenal Philippe: Los Arcontes son débiles e impredecibles, necesitamos guerreros leales que obedezcan ciegamente, esa es la única manera de preservar nuestra supremacía ¿Que importa la humanidad?

Ris-Cardenal Alexander: Estás hablando de someter a torturas atroces a niños inocentes y solo te importa defender a la Iglesia – Camino hacia el interrumpiendo su paso – Eso va contra los mandamientos divinos que juramos defender.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.