Una noche antes de entrar a clases, a Navis lo mandaron dormir temprano para que se preparara anticipadamente a su nuevo curso escolar en Whitlacier. Navis se fue a su habitación. Al entrar, un revoloteo pasó por encima de su cabeza, dándole la bienvenida. Era Polimnia, que podía volar sin ningún problema.
—¡Oh, amo! ¡Ya estoy mejor que nunca! ¡Véame volar sin contratiempos! —exclamó la bella avecita, revoloteando por toda la habitación.
Navis cerró la puerta de golpe, sorprendido. Navis estaba contento de que Polimnia estuviera bien, pero había algo en él que lo mantuvo sereno y poco anémico con su rostro. Desde la cena, sentía una molestia, como un presentimiento de que algo extraordinario estaba a punto de ocurrir.
—Bien por ti, Polimnia —se limitó a decir.
A un lado de la cama, se encontraba Piedrita, el gato.
—¿Qué pasa? ¿No hay un saludo para mí?
Piedrita bajó de la cama, y caminando felinamente hacia su amo le acarició la pierna con la nariz. Navis se dejó caer sobre su silla y empezó a mover la pierna desesperadamente.
¿Por qué se sentía así?
La sombra de Navis volvió a parecer nuevamente sin que él lo advirtiera, y se situó detrás de él, en la oscuridad. La dulce Polimnia advirtió que algo le estaba sucediendo a su dueño.
—¿Se encuentra bien, amo?
—No lo sé. No me había sentido así nunca. Estoy…
—¿Impaciente? —dijo Polimnia, terminando la frase por él. Polimnia voló a la pierna de su amo y la picoteó suavemente—. Yo lo veo así. Por favor, amo. Que mueva su pierna así sólo significa que tiene un poco de estrés.
—No creo que sea estrés, Polimnia. Estoy pensando.
—¿Pensando?
Navis metió la pluma en el tintero y escribió una palabra: Poder.
—¿Qué es eso, amo?
—Nada, sólo lo que siento en este momento. Quiero dejar huella en todo mi alrededor.
—¿Eso no es algo ambicioso?
—Eso significa ser yo —dijo Navis, y con autoridad, siguió hablando. Su semblante se puso serio—. Polimnia, ya que estás mejor, es hora de encomendarte mi misión, y espero que lo cumplas al pie de la letra, cariño.
Polimnia dio un brinquito de ave.
—Sí, amo.
—Irás al bosque de Nefroria, pero no tan lejos. No deberás salir del perímetro del terreno de la mansión Niccals. Puedes cantar, volar y portarte normal, como cualquier ave.
—¿Sí?
—Sí, pero toma en cuenta que no podrás hablar para nada. Tengo un hermano que oye a grandes distancias, y si te escucha hablar, sabrá que fui yo. Vigilarás la torre izquierda. Esa es tu real misión: Hay un rufián que sube de vez en cuando por ahí.
—¿Por qué?
—Porque se le da la gana —dijo Navis, enojado por el ex novio de Baby Boom—. Quiero que me avises si hay un chico escalando, y me lo describirás. Me dirás un pequeño reporte en mi habitación todas las noches, sobre si lo has visto o no. Te dejaré la ventanilla abierta para que puedas pasar sin problemas.
—Sí, amo.
—No importa si estoy en casa o no: No desprotejas la torre —enfatizó.
—Sí, amo.
Navis recargó la cabeza sobre la silla y cerró los ojos para relajarse.
—Amo.
—¿Sí, Polimnia?
—¿Qué hará usted si le doy aviso de que ese chico estuvo aquí.
Navis apretó la mandíbula:
—No te preocupes, Polimnia. No eres la única que me sirve a mí. Tú sólo enfócate en lo que yo te ordené. ¿Tienes algún deseo especial que pedirme?
—No, amo.
—¿Me ayudarás?
—Sólo le sirvo a usted, amo.
—Buena, chica. Ven —le ordenó y se levantó con Polimnia en brazos. Navis abrió la ventana. Una gélida brisa entró a la habitación, obligando al gato a meterse por debajo de la cama, pero al chico no le importó el frío infernal de afuera—. Es hora.
Soltó a Polimnia.
La pequeña ave cantora de Zenith se perdió entre los pinos y los árboles del bosque de Nefroria, dispuesta a cumplir con su deber.
Navis sólo la vio alejarse. La ventana seguía abierta.
—Ahora sí: ¿Qué intentas decirme? —le preguntó a su sombra.
La sombra de Navis recorrió las paredes hasta acercarse a él, y movió los brazos bruscamente para comunicarse.
—Por favor, eres una sombra, no un mimo.
Hasta que por fin lo entendió: Su sombra le indicaba que hiciese las cruces inversas. Navis movió las manos para abrir el hoyo almacenador. Apenas lo abrió, Piedrita salió dando bufidos por debajo de la cama, y brincó por la ventana.
—Ese gato está loco —dijo al verlo salir.
Navis se asomó en el hoyo. Había un destello de luz en su interior. De inmediato, cogió el objeto reluciente y lo sacó para examinarlo más a fondo. Era el espejo que había tomado en el Regazo.