Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Veintisiete: El Guardián Dormido

—El siguiente lugar por el que pasaremos es la zona de pinos —les informa Caym—. La que es custodiada por las arañas del bosque. 

El comentario no llega a inmutar a Nayla, pero le da escalofríos a Kyros. 

—¿Arañas? —pregunta él. 
—Si, arañas. —responde Caym. 
—¿Cómo que arañas, de qué tamaño? 
—Espero sean como te gustan, grandes y peludas. —interviene Nayla. 
—No es el momento para chistes. —reprende, dejando en evidencia su aracnofobia.  

La charla se detiene cuando llegan a los pinos, los que de manera oscura, se imponen ante sus ojos. Caym va al frente, midiendo cada paso, esperando a ver al primer arácnido acercarse, Nayla le sigue por detrás, con el mismo cuidado, mientras que Kyros se queda casi estático, sin atreverse a caminar. 

De pronto, les corta el paso una araña, cayendo justo frente a ellos, con un tamaño digno de una pesadilla, más grande que un caballo, con cuatro patas de cada lado, una muy hinchada cola y dos colmillos deseosos de una presa fresca. 


—Yo nunca padecí de aracnofobia —dice Nayla, encendiendo su puño con llamas. 
—Espera, no puedes lastimar a la araña. —interviene Caym. 
—¿Entonces qué hago, me convierto en su cena?  

La charla se interrumpe de manera abrupta, un ataque de la araña los toma por sorpresa, una red de escalofrío vuela hacia ellos, pero Kyros le pone fin con una inmensa llamarada, que al ser desmedida asusta al arácnido, obligándolo a huir. 

—No lastimemos a las arañas. —vuelve a decir Caym—. Han sido las guardianes de estos pinos durante siglos, conozco a cada una de ellas, y jamás nos harían daño. 
—Okey, no las lastimaré. —responde Nayla—. Pero ¿qué propones que hagamos? 
—Tengo un plan —dice Caym—. Atravesaremos los pinos, a gran velocidad, y espantaré con fuego a las arañas que aparezcan, también puedo usar magia. 
—¿Cuánto mide esta zona de pinos? —pregunta ella. 
—Algunos kilómetros, dos, quizá tres 
—Ya veo… Sería mucho para ir corriendo, además podríamos tropezar y ser presa fácil, creo que tengo una mejor idea. —dice Nayla. 
—¿Cuál? —pregunta Caym con cierta expectativa.  

Después de que ella les comentara el plan, lo pusieron en marcha casi de inmediato, aunque Caym no estaba del todo convencido, era la forma más rápida de salir de ahí.  
Nayla comienza a saltar sobre los pinos, con Kyros en brazos, y con Caym montado en sus espaldas. Ellos dos espantarán a las arañas cuando aparezcan usando fuego, y ella saltará sobre los pinos para sacarlos rápidamente de ahí. 

Las arañas comienzan a aparecer, escalando vigorosamente hasta la punta de los arboles, escupiéndoles telarañas para lograr atraparlos, pero Caym las repele con fuego, algunas los persiguen viéndolos como presa fácil, y aunque son feroces no logran alcanzar a Nayla. 

—Falta un poco más —les dice ella, haciendo pie en la punta de un pino, para impulsarse, en lo que cree que será el último salto, pero una araña escupe su red, y atrapa a su pie, del que tira, jalando todo su cuerpo hacia sus ocho patas. 

Caym desvanece a la telaraña con una bola de fuego, y logra salvarlos, pero Nayla perdió el equilibrio, y nada los salva de una dura caída contra el suelo. Aunque fuerte, terminaron con heridas menores, y fuera de la zona de las arañas, quienes los miran de lejos, para volver a sumergirse en la sombra de los pinos. 

—No imaginé que serías tan fuerte y ágil —le dice Caym a Nayla, mientras se sacude el polvo del suelo. 
—Y yo no imaginé que tendría que saltar sobre arañas gigantes con ustedes dos encima. —responde ella. 
—Descuida, ya estamos cerca del guardián del bosque.  
—Por suerte —menciona Kyros—. No soportaría enfrentar a más arañas. 
—Venimos de pelear contra un dragón —dice Nayla—. ¿Cómo puedes temerle a una araña? 
—Supongo que las fobias son raras. —responde él.  

Continuaron su camino, y la luz del sol ya era más visible, aunque las hojas de los arboles seguían siendo oscuras. 

—Por aquí debería estar el guardián. —dice Caym. 
—¿Qué es un guardián del bosque? —pregunta Nayla. 
—Es una criatura parecida a un golem. —responde Caym—. Pero crece en el bosque de manera natural, para protegerlo, está formado por los árboles, piedras y tierra del mismo bosque. 

Después de estas palabras, Nayla observa una forma entre los arboles, al principio parece una montaña de tierra negra, pero viéndolo mejor, comienza a tomar forma, con brazos, piernas y hasta una cabeza, y todo parece sumergido en la misma oscuridad que tiene presa al bosque. 

—Está ahí —exclama Caym con alegría, corriendo hacia él—. Está completamente sumergido en el hechizo vudú. —dice al verlo más de cerca—. pero intentaré despertarlo.  

Pone su mano sobre la cabeza del guardián, y cierra los ojos, con una expresión meditativa. 

—¿Qué está haciendo? —pregunta Nayla. 
—Intenta interrumpir el sueño del guardián. —responde Kyros—. Si despierta quizá pueda vencer al hechizo, para salvar al bosque, y a todas las criaturas de esta magia vudú. 

Entonces todo queda en completo silencio, en una batalla silenciosa entre Caym, el guardián de Nayla, y el guardián del bosque, hasta qué, este último comienza a moverse, por lo que Caym se aparta rápidamente. 

—¿Qué pasó? —pregunta Kyros. 
—Logré despertarlo, ahora el hechizo se drenará por si solo, el problema es que hasta que eso ocurra puede ser hostil, e intentar atacarnos. —responde Caym 
—¿Y cuánto tiempo puede tardar eso? —pregunta Nayla. 
—No lo sé. 
—¿Qué? 

La charla es interrumpida por un grito tenaz del guardián del bosque, quien los mira con un frío aspecto asesino. Kyros provoca que el suelo se convierta en un material lodoso, para que no pueda moverse con facilidad. 

—Debemos atacar Caym. —dice—. Si combinamos nuestro poder quizá podremos derribarlo. Sé que no te gusta la idea, pero debemos vencerlo pronto, tiene el poder de llamar a todas las criaturas del bosque, estaremos en un problema más… 
—Está bien. —responde terminante, interrumpiéndolo.  

Ambos se posicionan a la par, disparan rayos de sus manos, que se unifican, creando un solo y tenaz ataque, que deja por los suelos al guardián. Sin embargo, desde el polvo de la tierra, ruge más que cualquier otra bestia, haciendo temblar al suelo con su poder. 

—Maldición, con ese rugido llamó a todas las criaturas del bosque. —dice Caym. 

Entonces vuelven a combinar su magia, haciendo que la tierra se eleve, como si fuera un muro más alto que un gigante, pero el guardián aprovecha su distracción para atacarlos feroz por la espalda, y aunque vieron su perdición acercarse, Nayla lo devuelve al suelo con una fuerte embestida. 

—Detengan a las bestias. —dice ella—. Yo me encargo del grandote. 

Sin decir una palabra más, se lanza al combate, sin saber realmente a quien se está enfrentando. De pronto, las arañas comienzan a trepar por el muro, para terror de ambos. Intervienen de inmediato, con bolas de fuego, hacen correr a algunas, mientras que a otras las tiran del muro, haciendo que caigan junto a ellos. 

Por otro lado, Nayla descubre la fuerza y la furia del guardián del bosque, sosteniendo una pelea cuerpo a cuerpo con él, aunque usa su puño meteorito, no logra dejarlo fuera de combate, ni disminuir sus agallas, pero no se da por vencida, y no se detendrá hasta que uno de los dos quede en pie.  

Para su sorpresa, un estruendo azota al muro, los ogros se tiraron contra el, generándole una rotura muy importante, por la que pudieron pasar, junto con la jauría de lobos, es increíble la velocidad con la que llegaron por el llamado de su guardián. 

—Soy un domador de bestias. —dice Caym—. Tendría que poder controlar esta situación, maldito hechizo, que los ciega y los tiene cautivos. 
—Claro, un hechizo. —dice Kyros, con los ojos iluminados—. Nayla, ruge, por favor  tienes que rugir. —le pide a gritos, viéndola forcejear contra un incansable guardián. 

Ella intenta rugir, pero sale de su boca un grito, vano e inútil, mientras el guardián empuja contra ella, y casi la somete. Grita de nuevo, creyendo que iba a lograrlo esta vez, pero sigue si haber resultados.  

De pronto mira a Kyros, en sus ojos aun guarda esperanza en ella, y está a punto de ser devorado por diferentes bestias, no podía dejar que su último anhelo sea en vano, por lo que su gesto se tiñe desafiante, y en su garganta estalla el rugido que tanto estaban esperando, capaz de partir el cielo con su ruido, y de romper cualquier hechizo. 

El guardián retrocede, junto con todas las bestias y animales del bosque, quienes lentamente vuelven en si, al igual que los arboles, los que recuperan su color verde natural, y todo parece brillar de nuevo. 

—¿Qué sucedió? —pregunta Caym, estupefacto. 
—El rugido de Kira puede inhibir la magia, incluso la vudú. —responde Kyros 
—¿Y recién ahora lo recordaron? Eso nos pudo haber ayudado desde el principio, aunque pesándolo bien, no hubiera funcionado con el guardián estando dormido.  

Las bestias del bosque encuentran la calma, al igual que el guardián, quien ya no mira a Nayla como una amenaza, y luce sus colores naturales. Una araña se acerca a Caym, quien le da una pequeña caricia, mientras Kyros se aleja aterrado. 

—Tranquilo, ya no te hará daño —dice él, acariciando su cabeza. 
—Tuviste una buena idea guardiancito. —le dice Nayla a Kyros, con una sonrisa relajada, feliz porque todo el conflicto terminó al fin, y ve sobre el cielo, alumbrar un tibio sol. 
 




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