Nayla toma a sus guardianes, quienes apenas pueden mantenerse de pie, y se aleja con ellos de un salto. Byron mira con desprecio a los ojos rojizos y al cuerpo oscuro de Nébula, observa también que cuatro hombres salen hacia la cubierta del submarino, él conoce muy bien sus caras, son las mismas que vio en sus amigos aquella noche oscura. El recuerdo hace que apriete sus puños, dejando ver toda su ira.
—Aun lo recuerdas ¿no? —dice Nébula, intentando provocarlo, con sus hombres alrededor, riendo al sentirse superiores.
Byron sin dar una respuesta, usa su magia para volver a su cuerpo ligero como una pluma, vuela de un salto y se vuelve duro como el metal al momento de atropellar a uno de los gañanes con sus músculos, fracturando sus costillas y tirándolo al mar ante la mirada estupefacta de los demás.
Otro de los bandidos intenta imitar sus hechizos, se vuelve ligero al momento de moverse, y una piedra en el segundo del impacto, aunque Byron lo esquiva y lo deja inconsciente de un duro puñetazo en la cien. Antes que los dos hombres restantes intenten algo, él les arroja encima a su compañero caído, tomándolo de una pierna lo lanza con la fuerza de un tifón, y los tres caen al agua como si fueran costales.
—Dijiste que sería un gran reto vencer a tus cuatro hombres de elite —dice Byron—. Y no duraron ni cinco minutos en batalla.
—¿Tus amigos si lograron darte pelea no?
—El dolor que siento en el corazón es mucho mayor al que puedan provocarme tus burlas. Además sé que sólo podes tomar un alma vacía como recipiente una sola vez, ya no podrás hacerlo nunca. Tomaré tu vida ahora y será para siempre.
Se tira hacia Nébula, cortando metros de distancia en un segundo, extiende su puño justo hacia el punto entre sus ojos, en ese instante Nébula se desvanece, volviéndose tinieblas.
—Tienes razón, no puedo volver a la vida —dice él, a la vez que emerge de las mismas tinieblas–. Pero mi magia oscura me permite hacer mucho más.
Los cuerpos de los cuatro subordinados comienzan a levitar frente a ellos, convulsionando hasta encontrar la muerte. En las manos de Nébula, aparece entre sombras uno de los libros prohibidos, hecho de piel humana, con letras de un idioma perdido escrito con sangre. De sus labios comienzan a salir palabras alborotadas en una lengua extraña, Byron intenta intervenir, pero una onda expansiva lo obliga a permanecer en su lugar.
Byron desconoce lo que antecederá, con ese libro cualquier pesadilla se vuelve tangible. Aparece una grieta oscura en el medio del aire, como si se desquebrajara la realidad, entonces se expande, y la grieta se vuelve un portal, del que emana un helado viento y múltiples gritos de tormento, que llegan a las casas y atraviesan las paredes, dándole escalofríos a los pobladores.
De este vórtice escapan los dedos lánguidos y amarillentos de una criatura, que tira con fuerza de las paredes del portal para poder pasar, asomando su cara, la que tiene forma de un cráneo humano, cubierto de sangre, bramando rugidos de espanto que hielan el temple, mostrando sus ocho extremidades como si fuera un arácnido, pero de un tamaño mórbido y completamente hecho de huesos.
—Ese portal era del mismo infierno —dice Nébula, buscando provocar su miedo—. Y la criatura que estás viendo es un demonio, se llama Osseum Daemonium
—Sacrificas a tus compañeros para invocar demonios —responde Byron—. Realmente no imaginé que tuvieras tan poco sentido del honor.
—Suficiente charla.
La bestia ataca a Byron, intentando aplastarlo con sus manos como si fuera un insecto, superando su velocidad el marinero lo esquiva, surcando el aire logra levitar regulando el peso de su cuerpo. Sabe que no debe mirar a la criatura directo a los ojos, ahora esta alimaña lo mira a él, escala sobre el aire el su búsqueda, trepando sin dificultad en los vientos.
Con su magia, Byron logra atacar a distancia haciendo que sus puñetazos formen duras correntadas de aire, como si fueran ondas expansivas. Aunque esto no detiene a la criatura, que sigue avanzando y cuando está a punto de tomarlo con sus manos, él escapa regulando su peso para moverse libremente por el aire, y seguir atacándolo de manera dura y constante, sin que la bestia detenga su marcha o exprese signos notorios de dolor.
Sobre la arena, los esclavos sin vida avanzan hacia la ciudad, siendo presas de la rigurosa vista de Nayla.
—Debo detenerlos —exclama ella.
—¿Aun te queda maná? —pregunta Kyros.
—El suficiente. —responde tirándose a la batalla, abandonando el suelo de un salto para así caer ferozmente sobre la cabeza de uno de sus enemigos, con el puño envuelto en llamas, levantando la arena y a sus oponentes con una notoria onda expansiva.
Kyros y Caym observan todo el plano de la batalla que se libra en la costa, como quien contempla una feroz tormenta arrimándose. Nébula usa otro hechizo de su libro, toma un poco de sangre del demonio al que invocó, la misma cae de los huesos que conforman su cuerpo. La transforma en una fuerte neblina roja, que expande sobre los soldados sin vida, dándoles más carne y un resplandor rojizo en sus ojos y todo su cuerpo.
Entonces los enemigos se arriman a Nayla tomando una velocidad inesperada, como un enjambre de hormigas yendo directo a su presa.
—Tenemos que intervenir. —exclama Kyros.
—¿Pero cómo? —responde Caym.
Ignorando esa pregunta, Kyros se tira hacia la batalla, sin poder usar su magia por la falta de energía, sólo tiene fuerza para un pequeño hechizo, quitar una de las espinas en el sello de Nayla, lo que hace temiendo por su vida.
Ella se defiende con furia y valor, sintiendo a la fuerza de sus oponentes sobre ella. Con una espina menos en el sello, el poder de Kira se libera en ese atronador rugido que impacta contra como un rayo, haciendo que sus enemigos caigan como moscas.
Este grito hace que el demonio voltee y ponga su atención sobre ella, quien comete el grave error de mirarlo a los ojos.
—¡Nayla! ¡No lo mires a los ojos! —clama Kyros, tarde y a destiempo. Ella logra oírlo, pero eso no impide que caiga en la arena, siendo sumergida en el mar de sus peores pesadillas—. Nayla, Nayla. ¡No te vaya! Nayla. —dice él sacudiendo su cuerpo, intentando despertarla.
Byron observa esta situación. Como también escucha la risa de Nébula, quien usa su magia para volver a levantar de la arena a sus soldados caídos, necesita con vida a Nayla, pero sin duda matarán a Kyros y Caym. Sabe lo que tiene que hacer.
—Debo terminar con esto ahora. —brama, mirando a Nébula, para dejarse caer justo sobre la cubierta del submarino. El Osseum Daemonium también se deja caer, posándose justo al lado de Nébula, como una bestia protegiendo a su amo.
—¿Y cómo piensas hacerlo? —responde su enemigo—. Debes entender que no soy un rival que puedas vencer, estoy destinado a cambiar la historia, a guiar a los seres mágicos a un nuevo mañana y pisar la cabeza de toda la humanidad. Por eso no puedo ser derrotado por un ser tan insignificante como tu.
—No seré yo quien te derrote.
Byron deja salir esas palabras como si fueran un susurro. Extiende sus brazos, para invocar a cuatro objetos adheridos a su alma, los que aparecen justo frente a él de forma resplandeciente. Se tratan de los cristales de poder de sus amigos caídos.
El Cristal de Hércules, de su mejor amigo Lebrón, el Cristal de Hermes, que le perteneció a Madrick, el Cristal de Ares, portado por Rafael y el Cristal de Zeus, encontrado gracias a Elías, el más joven y apreciado de ellos. Cada uno resplandece con su color y brillo único, como estrellas en plena luz del día.
—Los cristales se enlazaron a mi alma poco después de su fallecimiento —dice Byron—. Creo que parte de sus almas aun vive en ellos.
El fuego de Hermes, las armas y la sed de sangre de Ares, la fuerza de Hércules y el rayo dorado de Zeus atacan una vez más, como si fueran uno. Los huesos de aquel demonio se parten como si fueran insignificantes ramas secas, hasta volverse polvo y su sangre maldita se evapora, extinguiendo todo rastro de su presencia.
Nébula crea un campo de fuerza, y se sostiene de él aun sabiendo que no durará mucho. Se agrieta en cuestión de segundos como un cristal, dando paso a una feroz llamarada, con una incontable cantidad de proyectiles cayendo sobre él, y una lluvia de rayos que apenas le da tiempo para gritar, desapareciendo él junto a toda su oscuridad.
Los soldados que se habían levantado, caen al suelo con la muerte de Nébula, y Nayla con esfuerzo consigue abrir sus ojos, encontrando a Kyros del otro lado.
Byron observa una tenue vista de sus amigos a través de los cristales, ellos le sonríen, como si fuera una despedida, hasta que las rocas pierden brillo lentamente y caen, entonces deja que las lágrimas escapen y que su corazón se rompa.
—Ya pueden descansar en paz. —musita entre sollozos, diciéndoles adiós.
—¿Todo terminó? —le pregunta Nayla a Kyros, quien la ayuda a levantarse.
—Si, todo al fin terminó.
De pronto ven caer con el viento a una nota de papel sobre la arena, reconocen el hechizo, es el mismo que usó Nébula. Nayla camina dos pasos y toma la nota, para voltearla y leerla:
“Gracias por acabar con uno de nuestros enemigos, ahora iremos por ti, Nayla.”
Firma: La Santa Orden.
—La verdadera batalla aun no ha comenzado —dice Nayla—. Cuando llegue, estaré lista.