Necesidades implacables

“Capítulo III Premoniciones”

 

Un turbio resoplido de viento recorre todo el cuarto, tu cuerpo tiembla con miedo, e ilusamente te envuelves y aprietas fuertemente a tus cobijas, como si ellas pudiesen protegerse de aquello males que te rodea.

Otro aullante resoplido se vuelve a escuchar, mucho más fuerte y violento que el anterior.

Con el corazón tamborileando y un sudor cálido que te recorre todo el cuerpo, asomas la cabeza temerosamente  por entre la sabanas, cual topo saliendo de su cueva.

Intentas tranquilizarte, pero tus pulmones y corazón reaccionan frenéticos ante lo que tus ojos ven. Tanto la ventana como la puerta, se encuentran abiertas de par en par. Envuelta en tus sábanas, iluminada por el leve resplandor de tu teléfono y armada con la ultima pisca de valor que te queda, te pones de pie. El piso de madera, se siente frio y rasposo, extrañamente muy diferente a cuando te habías levantado por primera vez, a pesar de ello, ignoras ese detalle y continuas caminando en dirección a la puerta.

Te encuentras frente a las escaleras, observas hacia abajo, todo está oscuro, pero logras divisar que la puerta de la entra también está abierta. Envuelta en tus sábanas como si de un manto se tratara y sosteniendo tu celular con fuerza, comienzas a descender  por las escaleras.  

Cuando te encuentras a un escalones de llegar a la planta baja, escuchas un continuo “Tac, tac, tac…” que resuena con eco por toda la casa, ingenuamente atribuyes aquellos sonidos a tus padres, y sin bajar la escalera, pero con la esperanza de que sean ellos, comienzas a susurrar “¿Mamá, papá?”.

A pesar de no haber recibido respuesta alguna, desciendes el último escalón y comienzas a recorrer toda la planta baja. En tu penumbroso camino encuentras literalmente nada, ninguno de los muebles, electrodomésticos, ni siquiera las fotografías de las paredes estaban allí. La idea de que alguien había entrado a tu casa y de que posiblemente aun siéguese rondando en ella, se hacía cada vez más firme, mientras más avanzabas por la casa.

Terminas por llegar a la habitación de tus padres, la puerta de su habitación también está abierta y en su interior, al igual que en el resto de la casa, no hay nada.

Te sientes paranoica, no sabes lo que está pasando, ni donde están tus padres o a que se debe el silencio y oscuridad que rodean todo tú barrió.

“¡Tac, tac, tac…!” vuelves a escuchar aquel ruido de hace rato, solo que ahora se oye más intenso y cercano, el mismo parece provenir desde afuera de la casa. Dejas atrás el vacio cuarto de tus padres y comienzas a caminar hacia la entrada de tu casa.

Parada en el umbral de tu puerta, logras ver al causante del ruido. En medio de la calle se encontraba un caballo blanco y sobre él había una sombra, la silueta oscura de un hombre, con unos ojos rojos que ardían con malicia, y detrás de ellos dos, yacían enormes y grotescas hileras de personas sin cabezas, vestían harapientas y en sus manos izquierdas portaban armas de fuego, mientras que en las derechas llevaban tomados de las manos a niños pequeños, sus rostros reflejaban necesidad y sus ropajes pobreza.

Escuchas el relinchar del caballo y ves como el hombre sombra desenvaina una enorme espada y montado en su corcel avanza hacia el centro de tu barrio acompañado por su siniestra legión de de personas decapitadas.

Sientes como la tierra tiembla mientras ves como el funesto ejército avanza. Sales del umbral de la puerta y te paras en la vereda, observando en dirección al centro, ves como casas comienzan a desplomarse, entretanto sus jardines delanteros arden en llamas.

Caes al suelo, te abrazas a ti misma, cierras los ojos e intentas negar todo lo que has visto. De un repente a otro la tierra deja de temblar y el silencio se restablece. Abres los ojos en espera de que todo haya terminado, pero no, todo a tu alrededor aun sigue en llamas, aunque el mórbido grupo de decapitados parece haber detenido su destructiva marcha a mitad de camino.

Al echar un vistazo hacia el cielo, averiguas la razón del repentino cese al fuego del hombre sombra y su sequito.  Una segunda sombra, con rasgos femeninos, se alzaba en medio de la inmensidad del cielo nocturno, contorneada por una tenue luz blanca y rodeada por una siniestra aura morada que ardía cual fuego a su alrededor, reflejando intenciones aun más siniestras que las del mismo hombre sombra.

La extraña silueta femenina, desde las alturas, señalo hacia la tierra con ira y desprecio, inmediatamente después de este gesto, las estrellas comenzaron a desprenderse del mismo cielo y caer sobre la tierra cual meteoritos, devastando todo a su paso.

Ya no quedaba nada, ni siquiera cenizas, todo lo que ves a tu alrededor no son más que cráteres humeantes y llamas que calcinan la superficie de la tierra misma.

Lagrimas brotan de tus ojos, mientras presencias como aquella sombra femenina desciende de los cielos y para frente a ti. Blandiendo una espada que irradiaba su misma aura, te apunto directo en la cabeza y te ordeno que te retrocedas, intentas salir corriendo, pero tu cuerpo no responde y por alguna extraña razón niegas con la cabeza. Tus ojos se abren cada vez más, mientras ves como la sombría figura acerca la punta del enorme espadón a tu rostro, nuevamente te orden que te retires en un tono mucho más fuerte, al igual que antes, involuntariamente niegas con la cabeza, mientras tus ojos no dejan de lagrimear. La oscura figura, sin previa advertencia, levanta su espada y por última vez te advierte que esta es la oportunidad final para retirarse, niegas con la cabeza y con siguiente el extraño ser desciende con furia su espada y la incrusta en tu cráneo.



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En el texto hay: asesinatos, jovenes, psicopatas y sociopatas

Editado: 17.09.2018

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