Necesito que te quedes

Capítulo 1

Emir

Los recuerdos del pasado me embargan. Han pasado muchos años y siguen atormentándome como si todo hubiera ocurrido ayer.

La primera despedida de Malika, ella recibiéndome con lágrimas unos meses después, promesas y el rompimiento. Todo está muy claro en mi mente.

No debería pensar en ese pasado. Ella tiene esposo, hijos y somos dos adultos desconocidos. Los dos adolescentes enamorados con sueños compartidos dejaron de existir hace mucho tiempo.

Estoy aquí por mi tía, la ayudaré en lo que pueda mientras se recupera de su pierna rota y luego regresaré a Melboure a mi vida de siempre.

Seguiré siendo el tío divertido para los demonios de mis sobrinos y para los hijos de mi amigo Clayton.

Casarme no es algo que desee hacer. Ese sueño quedó atrás junto a muchos otros.

Recojo mi maleta y camino hacia el mostrador de alquiler de vehículos. No andaré por Adelaida dependiendo de taxis y me gusta conducir.

Alquilo un simple vehículo, subo mi maleta a este, me subo, coloco el cinturón y me pongo en marcha hasta la tienda de antigüedades de mi tía.

Ella debería estar en casa reposando, no en su tienda estresándose, ella y su empleada, pero es cabezota.

Mi madre intentó quedarse aquí para ayudarle y se fue enojada tirándome la bocha a mí. Ambas son hermanas unidas a la distancia, juntas en un mismo lugar se pelean mucho. Mi tía es muy testaruda y mi madre no tiene paciencia logrando que ambas discutan. Y como son orgullosas y no piden disculpas, me ha tocado a mí venir hasta aquí y ayudar a mi tía.

Una pena que mi hermana tenga hijos en la escuela y mi tía no haya querido irse a Melbourne hasta recuperarse, de lo contrario no estaría aquí.

En fin, la familia es la familia. No pude negarme al ruego de mi madre y sé que mi hermana vendría si pudiera.

Ni modo, me toca a mí por ser un hombre paciente y soltero sin hijos.

Estaciono el vehículo frente al negocio de mi tía, bajo sin poder evitar mirar la cafetería de enfrente, lugar que pertenece a los padres de Malika y probablemente ella esté manejando ahora. Ese siempre fue su plan, ya que su hermana menor quería ser doctora y ayudar a la gente necesitada en los países menos desafortunados. Aunque puedo equivocarme.

No sé nada de la familia de Malika desde que terminamos la relación. Una condición que le puse a mi familia si no querían que me alejara de ellos y todos la respetaron, incluso mi tía.

En esa cafetería Malika y yo nos conocimos a los trece años. Mi tía compró la tienda con lo que le dio el seguro tras la muerte de mi tío y yo solía venir a ayudar, luego íbamos a tomar malteadas y ahí estaba Malika. Fuimos amigos, tuvimos nuestra primera cita a los dieciséis años hasta que nos pusimos de novio. Perdimos la virginidad juntos y… ¿Por qué estoy recordando esas cosas? Está en el pasado. Ambos seguimos adelante y hoy tenemos vidas diferentes.

Aparto la mirada de la cafetería y entro en la tienda. El sonido de la campanita avisa que he entrado y de inmediato la empleada se acerca con una sonrisa y me pregunta que necesito.

—Busco a mi tía. Soy Emir.

Su sonrisa blanca se ensancha más.

—Claro, debí reconocerte por las fotos que tiene tu tía—me quito las gafas de sol—. Iré a buscarla. Estaba discutiendo con el médico por teléfono hace un momento. Ponte cómodo, ahí hay café. —me señala una mesa con la cafetera, varios vasos y sobres de azúcar.

Justo ahora café es lo último que quiero. Ya tomé demasiado.

Mientras mi tía aparece, me dedico a observar la tienda, la cual no ha cambiado casi para nada. Hay algunas cosas nuevas y otras ya no están, pero todo sigue tal como lo recuerdo, algo que no me sorprende porque a mi tía no le gustan los cambios.

Un ruido extraño me obliga a detenerme frente a un enorme y antiguo armario de roble de seis puertas. Levanto la mano y golpeo una de las puertas escuchando un ruido extraño en su interior.

¿Serán ratas?

Abro la puerta y me quedo de piedra al encontrarme con un par de ojos de color marrón que le pertenecen a un niño de cabello castaño.

—Oye extraño, cierra la puerta o Katie me va a encontrar.

—No es lugar para esconderse.

—¿Tú quién eres para decirme que hacer?

Enarco una ceja.

—¡Te encontré! —me sobresalto ante una voz infantil detrás de mí—. Perdiste. —dice la niña de cabello castaño.

—No es cierto—el niño sale del interior del armario—. Este extraño feo me delató. No vale.

La niña se encoge de hombros.

¿Acaso el niño me dijo feo?

—Te encontré igual y perdiste. —exclama y le saca la lengua.

Al niño no le ha gustado nada y me mira echando fuego por los ojos.

—No deberías llamar feo a las personas. Yo soy bastante guapo. No un Brad Pitt, pero estoy bien. Y siento haberte delatado, pensaba que el ruido venía de una rata.



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En el texto hay: drama amor, humor romantico, madre divorciada

Editado: 12.09.2022

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