Cuando Tales despertó estaba sentado precisamente en el gran invento de Isaac. Fruto de muchas horas de estudio, investigación y pruebas, finalmente sus esfuerzos habían dado como resultado un artefacto, al parecer, capaz de lograr lo que, hasta entonces, nadie había siquiera imaginado: Medir el stress. ¿Cómo combatirlo? Eso lo vería después. Pero para ello había primero que conocer a fondo al enemigo.
Y, claro está, Tales iba a servir para demostrar si su invento servía, o no.
Tenía la forma de una silla eléctrica. Bastante aterrador. Los cables estaban todavía expuestos dado que siempre era necesario hacer ajustes. Llevaba correas de cuero, opcionales, para manos y pies, en caso fuera necesario, aunque su uso no era del todo indispensable.
Finalmente la maquina era coronada por un reloj, similar a uno de pared, en la parte superior, a pocos centímetros sobre la cabecera o el respaldar de la silla.
El artefacto era, en realidad, totalmente inofensivo, a no ser por el parecido a un aparato de ejecución o de tortura, lo cual ahuyentaría a cualquiera que estuviera cerca.
Y no hubiera sido necesario el uso de correas sino fuera porque, conociendo el carácter de su hermano, este no se habría sometido voluntariamente a ningún experimento igual o parecido a aquel. Todo, pues, había sido previsto.
-Qué está pasando?!Qué es todo esto?!
-Tranquilízate, eres el primero en probar el gran y novedoso medidor de stress. Según la lectura en el reloj, tu stress tardara dieciocho minutos y veintitrés segundos en desaparecer, contando desde el preciso instante en que fuiste colocado en el asiento. Ya han pasado once minutos, trece segundos, así que el tiempo restante son siete minutos y diez segundos, entonces te sentirás como nuevo.
-No puedo creerlo!
_Ya te lo dije. Solo relájate. En un momento más te quitare las correas, solo ten un poco de paciencia.
Tales estaba totalmente extenuado por todo lo que había tenido que pasar, pero no se imaginaba este final. Haber sido parte tan solo de un experimento nada más que para probar un dichoso artilugio salido de la mente de un zafado. No, no podía ser real todo esto.
-No! Cuidado, el reloj empieza nuevamente a moverse. Por tu bien debes estar tranquilo. Mente en blanco. Olvida todo. Que no te invada ningún tipo de preocupación. Descansa. Lo has necesitado desde hace mucho. Yo, mejor que nadie, lo sé. ¿Ves? Ya se detuvo el reloj. Por suerte solo avanzó un par de minutos y unos pocos segundos. No te preocupes, que tus dudas y preguntas las responderé dentro de poco, cuando nos sentemos a disfrutar de este triunfo. Ya lo verás.
Tales estaba débil. No podía hablar. Estaba saliendo del trance y solo por un segundo estuvo de acuerdo con Isaac en que debía mantenerse calmado, no por indicaciones de su hermano, sino simplemente para no prolongar más el tiempo de ser liberado de ese cautiverio.
Simplemente, fiel a su carácter, se dejó llevar por un mar de pensamientos que lo alejaran lo más posible de aquella situación. Eso lo fue llevando poco a poco a quedarse profundamente dormido.
A pesar que el reloj había empezado a avanzar nuevamente, poco a poco se fue deteniendo hasta quedar fijo en el tiempo que tendría que transcurrir para neutralizar totalmente los efectos de un enemigo invisible llamado…Stress.