Némesis

CAPÍTULO 8

Lena se sentía mentalmente destrozada; su padre estaba vivo y ese maldito elfo le había puesto día y hora para encontrarse con él como si fuera su amo. Le había prohibido terminantemente salir de la habitación antes de irse. Lena escuchó con toda claridad cómo echaba el cerrojo a la puerta. Su única vía de escape era el balcón que daba al lago, pero las piedras sobresalían peligrosamente entre las aguas y era demasiado peligroso saltar. Las probabilidades de salir con vida eran escasas. La actitud fría e indiferente de Turs tenía a Lena desubicada. Prefería al Turs que despotricaba antes que la indiferencia. No había ninguna emoción en sus ojos y su gesto era una fría máscara de total apatía.

No quería pensar demasiado en lo que había pasado momentos antes de que Cris y Kher los interrumpieran. <<¿Qué has hecho, Lena?>> se preguntó a sí misma. Su conciencia no la dejaba descansar; las emociones la desbordaban. ¿Cómo había llegado a acostarse con él?, pero sobre todo ¿cómo había perdido su virginidad con él? Siempre soñó con alguien especial para ese momento. Había sido testigo de lo que sus padres sentían y más tarde del amor que su padre había mantenido todos aquellos años por su madre ausente. Su sueño inconfesable siempre había sido encontrar a esa persona tan especial; no había llegado virgen a los veinticuatro porque no se le hubieran presentado posibilidades. Solo quería lo que sus padres habían tenido. <<La culpa fue de ese sueño>>. La rabia se apoderó de ella y llevó su puño a la boca mordiendo con fuerza y marcando sus dientes en su blanca piel hasta que sintió el sabor de su propia sangre. Estaba agobiada, no podía entender cómo cuatro días antes había empezado a soñar y el sueño se había estado repitiendo todas las noches desde entonces hasta hacerse realidad. Desde que había llegado a ese extraño mundo se estaba volviendo loca; todas las cosas lógicas y reales que creía que existían habían quedado a un lado para dar paso a lo extraño y lo irreal. Tenía que escapar de allí, marcharse. Ahora que sabía que su padre estaba vivo, iría a buscarlo y se marcharían de allí para siempre. Volverían a casa y todo quedaría como un mal sueño, una pesadilla que no la volvería a molestarla nunca más.

Tenía todo lo necesario para escapar gracias a Cris. El plan seguía en marcha. Solo faltaba que Cris le dijera dónde estaban escondidos todos los víveres y armas, el resto consistía simplemente en encontrar el momento adecuado. Pegó la oreja a la pared para escuchar el ruido procedente de la habitación contigua. Desde que Cris y Kher se habían marchado con tanto estruendo, el tarugo la había llamado y le había ordenado que no se moviera de allí. Habían pasado un par de horas desde entonces y no oyó nada en ese tiempo. Miró por la pequeña ventana del trastero que tenía como habitación y vio que el sol todavía estaba en lo alto, así que dedujo que sería mediodía. Sigilosamente abrió la puerta y encontró una bandeja de comida a sus pies. No había oído entrar a nadie desde que Turs se fue, pero claro, estos elfos eran tan sigilosos… De todas maneras no podía comer; su estómago tenía un terrible nudo debido al estado de nervios en el que se encontraba. Estaba casi segura de que si comía algo lo vomitaría.

Miró con recelo la amplia habitación que se extendía ante sus ojos. Cuando se convenció de que estaba sola cogió el walkie esperando que Cris oyera los pitidos que le enviaba en morse. Esperó unos segundos.

—¿Estás bien, Lena?

—Menos mal. Sí Cris. Escúchame; necesito que me digas dónde están las armas y la comida que me guardaste. Me marcharé en el momento que pueda. Necesito también un mapa de la Ciudad de la Luz y de sus bosques.

—Eso está hecho, ¿cuándo nos marchamos?

—¿Cómo? No, no, no, Cris, yo me marcho, tú te quedas. Si te pasara algo Kher me cortaría en pedacitos y no quiero eso.

—Me da igual lo que tú quieras. Tú y yo nos vamos. Te dije que te ayudaría y lo haré. Eres mi amiga y además, es la única manera de que pueda hacer turismo y conocer mejor  este mundo

—Tú quieres que me corten el cuello, ¿verdad?

—Lena, éste es el trato. Tú necesitas la comida, las armas y los mapas y yo quiero ir; así que tú me dejas ir y yo comparto.

—Cris, eso se llama chantaje.

—Bueno, yo lo llamo colaboración, pero si a ti te hace ilusión, llámalo como quieras.

—Muy graciosa.

—Entonces, ¿cuándo nos vamos?

—Tiene que ser de noche, de día es muy complicado.

—Sí, estoy de acuerdo.

—Si pudiera ser esta noche sería ideal.

—Me parece bien. Esta noche sería perfecto.

—Sí —Lena hablaba con un hilo de voz que dejaba ver su frustración—, pero eso va a ser imposible, me ha encerrado y no puedo salir.

—Eso está solucionado. Espérame allí. Esta madrugada te recogeré.

—¿Que te espere? Me ha encerrado, Cris. Ese gilipollas me ha encerrado. Se necesita una llave para abrir, ¿lo pillas? ¿Cómo piensas entrar aquí? Oh, espera, ya sé, vas a utilizar tu encanto personal y le vas a decir: <<Perdona, Turs, pero me llevo a Lena. Gracias.>>

—Entiendo que estés cabreada, pero confía en mí, todo está en marcha. Esta noche voy a sacar tu culo de esa habitación y ese elfo no lo va a poder impedir. Así que no te preocupes, eso está controlado.



#2332 en Novela romántica
#479 en Fantasía

En el texto hay: elfos, new adult, magia

Editado: 30.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.