El silencio abundaba entre nosotros.
Me había dedicado a comer todo lo que se encontraba en mi plato sin intentar dirigirle una mirada más.
Habían tantos nervios en mi cuerpo que me era imposible actuar racionalmente.
Sentí su mirada sobre mí en cada momento, y mientras masticaba un trozo de pan apreté los dedos de mis pies intentando soportarlo.
De lo que único que no tenía dudas, era del pánico que experimentaba mi cuerpo desde hace más de simples horas.
No sabía ni qué día era.
Dijo cenar, por lo que suponía era de noche.
Pero absolutamente nada tenía sentido.
Y como ahora mismo no obtendría respuesta alguna...
Era mejor callarme.
Escuché el tintineo de una copa y mis ojos se giraron de manera involuntaria hacia él.
Tenía una botella de vidrio en sus manos, y el líquido que se servía parecía ser de un color blanco y escarchado.
Observé sus manos y el líquido deslizándose en la copa.
Fue entonces cuando el ardor inundó mis mejillas y supe que me estaba observando.
Levanté mis ojos hacia los de él y entonces se relamió los labios.
— ¿Deseas probar?
Su voz revolvió nuevamente mis entrañas y me enderecé en mi lugar con curiosidad.
— ¿Qué es?
Entrecerró sus ojos estudiando mis facciones nuevamente, y una pelea interna parecía atravesar su mirada.
— La única manera de que lo sepas es provándolo.
Extendió su mano hacia mí y sentí mis manos temblar.
Era tan...
Y perdida en mis pensamientos entreabrí mis labios.
Él movió la copa ante mis ojos trayéndome de vuelta a la realidad.
Fue entonces cuando hizo un ademán con su mano aún sosteniendo la copa y rozando mis labios con ella.
El simple echo de él dándome a beber ya me aceleraba el corazón, y mis nervios parecían surgir como un huracán arrasador.
Su mirada me atravesaba tan profundamente que me impulsó a abrir mis labios para él.
Sentí el frío material de la copa entre mis labios y fue entonces cuando sin apartar nuestras miradas, él inclinó aún más la copa y el líquido adictivo llenó mi garganta.
Tenía un sabor tan dulce como la miel y las flores...
Un escalofrío se esparció por mi cuerpo y solté un suspiro ante el sabor.
Él separó finalmente la copa de mis labios y jamás pensé que una simple acción fuera tan profunda, íntima e hipnotizante.
Arqueó su ceja ante mí mirada.
— ¿Qué es?
Me relamí las últimas gotas esparcidas por mis labios y su mirada se dirigió justo allí haciéndome sonrojar.
Él subió lentamente su mirada hasta mis ojos y finalmente tomó también de la misma copa.
— Néctar.
Mi cara seguramente se tiñó de todos los colores.
— ¿Estás jugando conmigo?
Mi voz sonó impaciente y sus ojos se endurecieron.
— ¿Crees que jugaría contigo?
Sus palabras eran tan tranquilas y roncas en todo momento que me hacían temblar.
Él se reclinó sobre la mesa y su pecho desnudo se hizo más visible ante mí.
Yo retuve mi respiración y él entonces tomó mi mandíbula con su mano hasta que mi mirada estuvo fijamente en una cosa.
Su mirada...
— ¿Crees que estoy jugando contigo, Nerea?
Mi nombre en sus labios sonó de una manera tan intensa que mi pulso se disparó permitiéndole sentirlo.
Mis ojos quisieron romper la burbuja mágica que su mirada creaba cada vez que me veía.
Tardé segundos en contestar y su mirada me demandaba con cada uno de mis latidos.
— No...
Mi voz tembló y entonces corregí mis palabras.
— No lo sé.
Se alejó de mí tan rápido como se había acercado y fue entonces cuando se puso de pie.
— Vamos.
Extendió su mano hacia mí y yo la tomé con temor sintiendo como mi piel se erizaba ante su tacto.
¿A dónde iríamos?
Me llevó a través de un pequeño pasillo y una gran puerta hecha del mismísimo diamante apareció ante nosotros.
Él la abrió y un grito de sorpresa se escapó de mis labios.
Ante nosotros se encontraba el océano entero.
No estábamos sobre el mar.
No estábamos en la tierra.
Literalmente había agua afuera de este lugar, en todas partes.
— Si consideras que estoy jugando contigo tienes la puerta abierta para irte cuando gustes.
Sus palabras perforaron el terror que habitaba en mi pecho.
— No pretendo lastimarte ni mucho menos perder mi tiempo ni el tuyo, Nerea.
Él se encontraba tras de mí.
Mis manos temblaban.
El azul lo cubría todo.
Pero el agua parecía una barrera magnética fuera de este lugar.
No entraba siquiera una gota...
— Jamás sabré si fue muy pronto para tí, solo espero que tengas en cuenta que cuando gustes hacerlo puedes irte, es tu elección.
Mi cuerpo instintivamente dio un paso hacia atrás, hacia él.
No podía entender cómo tanta...
— ¿En dónde estamos?
Mi voz sonó temblorosa y me giré hacie él esperando obtener respuestas.
— En mi hogar.
Mis ojos parecieron perderse por unos segundos.
Observé todo alrededor de nosotros.
No habían ventanas.
No había luz ni calor humano.
Todo parecía ser de un azul profundo...
«Poseidón»
— ¿Tú eres...?
Las palabras se quedaron en mi boca sin ser pronunciadas.
Todo parecía dar vueltas a mi alrededor.
Pero esta vez estaba segura de no desmayarme.
Observé su gesto duro y las palabras que me había dicho resonaron una y otra vez en mi interior.
«Es tu elección»
El silencio confirmó mis palabras, y cuando estuve tanto tiempo observándole sin decir nada, escuché como la gran puerta se cerraba tras de mí.
No quería entender...
No lo haría.
No ahora.
Porque de pronto tantas cosas tuvieron sentido que tuve miedo.
Miedo de enfrentar mis fantasmas.
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Editado: 06.11.2024