Harry se había acostumbrado a ver a Louis siempre en movimiento, que verlo recargado sobre el respaldo del sillón era una escena totalmente cautivadora. No sabía en qué momento exacto había caído dormido sobre su propio hombro hasta que quedó recostado sobre el sillón, expuesto desde su espalda amoratada con las manos de Harry haciendo todo el trabajo sobre sus marcas. El hielo se había derretido completamente, pero Harry seguía manteniendo el trapo sobre su piel para no ver el color de esta. También estaba tan cerca que podía oler a Louis si aspiraba más aire del que necesitaba. Estaba todo tan cómodo que no fue extraño ni muy atrevido. La respiración de Louis hacía que sus hombros se alzaran al igual que el propio pecho de Harry, quien se había distraído ya tanto con ese movimiento que pegó un brinco cuando unos quejidos comenzaron a escucharse.
Tristán comenzaba a moverse sobre su portabebés, ya con sus ojos azules parpadeando las largas pestañas que tenía.
Harry rodó los ojos, despertando y alejándose de Louis lo suficiente para que el pedazo de tela se cayera al suelo y dejara la espalda del omega descubierta. Él se quejó un poco, no mucho como para despertar, así que Harry tragó saliva y volvió a inclinarse hacia él, no para olerlo, sino para tener una mejor vista del golpe. Se cuestionó qué tan duro debió haber caído para que las marcas quedaran por tanto tiempo, y cuándo había sido la caída y por qué Harry no había visto indicios de dolor en Louis cuando se movía por toda la casa a todas horas. Cuando hubo terminado, recostó mejor a Louis sobre el sillón, dejando que la cabeza del omega se recargara sobre su hombro mientras Harry le estiraba la piernas hacia atrás. Lo giró como pudo, dejándolo descansar boca abajo y cubierto con la sábana que tenía el sillón como cobertor. Louis, profundamente dormido, no se despertó en el transcurso de su cuerpo siendo acomodado por un Harry meticuloso en sus movimientos para no herirlo más.
—Eh —le dijo a Tristán, agachándose a tomarlo entre sus manos cuando este daba principios de una de sus rabietas—, no llores.
Por supuesto, el bebé no lo obedeció cuando mostró su pequeño puchero y apretó sus bracitos sobre su pecho para llorar. Harry, lo más rápido que pudo, lo recostó sobre su hombro justo como había hecho con Louis, y lo sacó de la sala antes de que despertara al omega. Subió las escaleras, balanceando al cachorro en el proceso para calmar su llanto, pero no funcionaba del todo bien.
Louis tenía ya un tiempo en casa, yendo de un lado a otro y ya sabiendo la ubicación de las cosas para ya no preguntarle a Harry con vergüenza. Incluso Tristán se había acostumbrado a tenerlo alrededor, despierto con sus ojos en par y, Harry sospechaba, sabiendo sus horarios de lactancia. Harry odiaba admitirlo, pero también se había costumbrado a no tener que cargar a su hijo y hacerse cargo de él. Así que sí, entendía a Tristán quejándose por no ser Louis.
—Ya —le dijo lo más delicado que pudo, abriendo la ventana de la habitación de bebé y parándose a lado de la ventana justo como Louis solía hacer al llegar a casa y encontrar al cachorro esperándolo—, a mí tampoco me gusta mucho esto —le comentó al bebé, que ya solamente se dedicaba a sollozar sobre su pecho.
Cuando el bebé terminó de calmarse, Harry pensó que se había vuelto a dormir. Pero su sorpresa no fue grata cuando el bebé tenía sus ojitos abiertos y chupaba uno de sus dedos con la mirada perdida en la ventana. Harry sabía, porque se había sentado a lado de Tay que leía todos los días artículos de bebés, que él no lo veía bien y no lo haría hasta tener aproximadamente ocho meses o más. Sin embargo, sabía que los bebés podían reconocer el rostro de su madre en las primeras semanas, y guardaba esa información porque ella había llorado en uno de sus arrebatos por ese detalle, diciendo en voz alta que moría por sostenerlo y decirle que ella era su mami. La cuestión de Harry era aquella... ¿Por eso Tristán se había acostumbrado tanto a estar pegado al pecho de Louis? ¿Acaso... lo identificaba a él como su mami, por ser el único omega que lo había sostenido en su corta existencia?
¿Y qué excusa tenía Harry, entonces?
Harry se había sentido tan lleno por la presencia de Louis que ya no se vaciaba por la soledad cuando el silencio le rompía la línea de pensamientos coherentes. En su tranquilidad, escuchando desde su despacho el tararear de Louis, no había ya más lágrimas que derramar. Tener a Louis por allí, llamándolo para cenar o para preguntar cualquier cosa, era la distracción que había tenido últimamente para no recordar que tenía una herida expuesta que nunca sanaría. Ver el rostro de Tristán, a sus ojos azules como los de ella, lo llevaba de regreso a la noche en que lo había perdido todo sin que llegara a pensar en ello; que un día terminaría extrañando todo lo que tenía y preguntándose cómo se sentía tener a alguien a quien amar como lo había tenido antes. Cómo se había sentido antes, sostenerla entre sus brazos. Cómo se había sentido antes, cuando su corazón no se apretaba donde la herida estaba y lo sacudía el dolor de lo que no podía ser curado jamás, porque su presencia nada más yacía en los recuerdos que a su vez eran su constante tortura.
Ver los ojos de Tristán, iguales a los de su madre que habían sido únicos hasta el día donde Harry la había besado y se había despedido a la espera de regresar y volver a tenerla, lo hundía otra vez al combate ya ganado con su tristeza.
Lo alejó de su pecho, como si sostenerlo cerca de su corazón le empeorara la herida mientras el recuerdo de Tay derramada sobre el suelo llena de sangre atravesaba su cabeza una vez más. Lo miró desde lo alto que lo extendía, él devolviéndole la mirada seguro sin entender a qué daba a entender los ojos verdes de Harry mirándole de esa manera. Era un reproche, por la facilidad que se le había dado de reemplazar a su madre, que había muerto para darle su primer respiro.