Celeste abrió los ojos, sobresaltada.
Al principio sintió un gran pánico pero al ver sus muebles y pertenencias acomodadas tal cual siempre estaban y el cómo los rayos del sol entraban por los huecos de las cortinas iluminándolas e inundando el lugar de calidez, pudo sentirse un poco más segura. Todo estaba en su lugar y nada había cambiado.
— ¿Estás bien?— Preguntó Edward a su lado al darse cuenta de que se había revuelto un poco en la cama— ¿Acaso tuviste una pesadilla? ¿Nos mataste a todos de nuevo?
— ¿Eh? N-no… No lo recuerdo— Dijo está, sujetando su cabeza y negando un poco— Rayos, seguro fue una historia interesante.
—Seguro que si— Dijo el chico besando su frente— ¿Desayunamos? Hoy tenemos la agente bastante llena…
— ¿Ah sí?— Celeste aún se sentía adormilada, sin mencionar que no paraba de pensar en la pesadilla que acaba de tener, aunque no la recordará— Claro, si, hoy los chicos nos iban a decir algo pero según recuerdo, estábamos de vacaciones y…
—Eso fue la semana pasada ¿Ya quieres salir de nuevo con todos? Pues lo siento pero Ale y Navier regresaron a la trabajo y creo que Diego dijo algo de haberse atrasado con el manuscrito y yo mismo ya estoy trabajando así que…
—Cierto— ¿Cierto?
Aquella mañana desayunaron con tranquilidad, platicando de sus trabajos y de sus próximos movimientos. Fue una conversación muy hermosa para Celeste pues no paraba de hablar de regresar a hacer pasteles y pan.
—Me alegra mucho verte feliz— Dijo Edward con una leve sonrisa. Llevaba puesta una camisa blanca y unos pantalones de mezclilla.
— ¡Me alegra haber encontrado lo que amo de verdad!— Dijo está, sonriendo con un leve sonrojo en el rostro. Ella llevaba una playera con estampado y unos jeans azules además de su cabello recogido con una dona azul.
—Bueno, entonces me voy adelantando a hacer mis cosas— Edward se puso de pie y de nuevo beso su frente para irse de ahí— Tengo que entregar unos documentos en la fábrica así que te alcanzare con los chicos por la tarde. Creo que es en el restaurante de Amapola pero confírmamelo al rato.
—Lástima que aun debas trabajar— Dijo está besándolo antes de que se fuera— ¡Suerte!
—Gracias— Dijo este, saliendo de la casa.
Celeste se quedó ahí, contemplando su casa y se sintió extrañamente sola pero tranquila, pues al final del día no había cambios, todo estaba en su lugar, tal como debía ser.
—Estoy bien— Dijo está para sí misma, entonces se levantó, acomodo los tastes, los lavo y sin más que hacer, salió de casa, solo para encontrarse con el vehículo del cual eran aquellas llaves que llevaba en su bolsillo.
¿En qué momento se las empaqueto?
Lo que estaba frente a ella era una moto, una de color negro, un negro bastante profundo, con detalles violetas en algunas partes en forma de rosas con enredaderas. Estaba bien cuidada porque ella solía cuidarla mucho.
Debía haber algo mal en todo esto pero no sabía qué.
La chica se subió a la moto y pudo notar la familiaridad de siempre que la usaba.
Sus manos instintivamente fueron a sus bolsillos pero no lo encontró, lo que la hizo fruncir los labios.
—Con eso está pasando… Podría dar una vuelta, digo, ni modo de desaprovecharla— Dijo para sí misma y comenzó el recorrido por la ciudad.
El viento golpeaba su cara pese a que llevaba casco y podía sentir como la adrenalina recorría su sangre con velocidad, llenándola de vida como nunca antes. Le encantaba correr y pese a que no podía ir rápido, no pudo negar que solo montar una le traía… Recuerdos.
Eran recuerdos buenos ¿Cierto?
No, podía recordar algo pero no era precisamente bueno.
El tiempo pasó, la noche comenzó a caer y ella siguió corriendo, sin parar pero sin dejar de sentirse emocionada.
La chica, sin pensarlo mucho fue hasta el restaurante de Amapola. No le pareció extraño saber dónde estaba pues solían verse ahí cuando tenían tiempo.
La chica noto algunos de los vehículos de sus amigos y se estaciono. Cuando se quitó el casco, sus cabellos cayeron y pudo notar que estaban algo húmedos pero esperaba que no se notara mucho.
Por otro lado, no pudo evitar detenerse en la puerta, antes de soltar un largo suspiro.
— ¡Holi!— Saludo a todos cuando entro al restaurante.
Aquel pequeño local era de color amarillo, con seis mesas de al menos un metro cuadrado cada una, y cuatro sillas a cada lado. Había una barra blanca desde donde estaba Amapola y justo detrás, platos e ingredientes en botes de cristal muy elegantes. Las paredes estaban adornadas de pinturas que ella misma hacía, desde dibujos de anime, hasta pinturas de paisajes o incluso memes.
— ¡Bienvenida!— Saludo Amapola con una gran sonrisa. Ella llevaba un vestido de color amarillo que le llegaba sobre las rodillas y sobre este, un delantal de color blanco, su uniforme.
—Me encanta tu uniforme— Le dijo Celeste, como siempre que la veía.
— ¿Verdad que si? Le queda bien, ya se lo dije— Afirmo Diego, parado a su lado, justo detrás de la barra mientras se cruzaba de brazos.