— ¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Yo sé que son nuestros amigos pero también fueron los que te encerraron— Rosy miraba a Ulises con atención mientras se cambiaba la ropa.
Ya no había secretos entre ellos, ni vergüenza.
Se puso una playera roja y unos pantalones negros, además de unos zapatos deportivos.
—Seguían ordenes pero… Tienes razón, no confió en ellos, ya no del todo, pero libre puedo planear de nuevo nuestra fuga— Ulises le miro mientras terminaba de abrochar sus zapatos— Aunque primero hay que descubrir como quitarme el collar inhibidor.
El collar inhibía el uso de los Luceros, por lo que su poder natural era inutilizable lo que desencadenaba que tampoco pudiera usar su Tesoro Sagrado y esas armaduras tan llamativas que sus amigos si.
Y las niñas mágicas no podían romper ese collar, ni con magia ni con fuerza bruta.
—Por el momento portémonos bien— Solo Rosy pudo notar que los brazos de su amigo temblaban ligeramente.
—De todos modos yo te protegeré y sé que no lo necesitas pero si ellos dicen algo estúpido, entonces yo te protegeré ¿Bien?— Rosy le miro con un brillo ferviente en sus ojos a lo que Ulises solo le acaricio la cabeza.
—Gracias— Ulises no lo diría en voz alta, pero tenerla con él, lo alegraba mucho.
La chica le quito la mano, haciendo una mueca y tratando de no sonrojarse— No hagas eso o te cortaré las bolas.
Ulises no tuvo más opción que apartarse.
Al final los dos salieron de la habitación donde lo tenían recluido, con la mentalidad de que todo podría salir muy mal.
—Los uniformes cambian a la gente— Dijo Alejandro pero no hubo un recibimiento cálido ni apretones amistosos de manos, sino más bien miradas frías, oscuras y sin ningún tipo de sonrisa forzada.
Alejandro era un chico alto, delgado, musculoso, de tez olivácea, de barba bien recortada, de ojos color café oscuros, de labios gruesos, nariz respingada, junto con unos cabellos morenos también bien recortados. Usa lentes de pasta delgada.
Su compañera, Navier se mantenía en silencio detrás de él, era alta, un poco más musculada que el mismo Alejandro, de tez clara, con unos ojos color verde esmeralda, de nariz respingada, labios delgados, además de un corto cabello moreno que llevaba atado con una sola trenza a un lado.
—Si, después de mucho, estamos todos— El tono de Ulises era cauteloso.
—No todos…— Amapola acomodo sus lentes, mientras evitaba fruncir los labios a lo que Hela y Rosy sujetaron sus hombros para darle ánimos.
Todos se quedaron un momento en silencio pues sabían que uno de ellos había muerto en batalla mientras que otra estaba batallando en el otro lado, equilibrando la balanza en ese mundo injusto.
—Ejem, bueno, chicos, vamos a la sala de conferencias— Amapola se recompuso, agradeciendo el gesto a las chicas— Espero que podamos cooperar un poco como en los viejos tiempos.
Eso era para Ulises, quien asintió un poco.
— ¿Cómo antes? Por favor, Amapola— José fue el primero en reaccionar— Ulises decidió huir del combate y eso es algo que yo acepto ¡Que haga las mierdas que quiera con su vida! Pero victimizarse por ser un cobarde no está bien ¿Qué si no veníamos a verlo? ¿Qué si dejamos de ser amigos? ¡No mames, tú lo dejaste todo mientras nosotros estamos allá afuera arriesgando nuestros cuellos!
Hela lo detuvo antes de que pudiera acercarse a él.
— ¡Él jamás…!— Comenzó Rosy, interponiéndose entre ambos.
—Tienes razón, me queje por su abandono, pero eso la verdad es que no me interesa, no lo dije en serio ¿Sabes lo que de verdad me molesta? Es que incluso cuando les dije mi plan, me dieron la espalda y me entregaron ¿Te acuerdas de lo que paso exactamente ese día?— Ulises aparto a Rosy con cuidado para mirar a José— ¿O te lo recuerdo?
Ambos se miraron con enojo y fiereza.
—Deténganse por favor— Lavanda se adelantó y puso la mano sobre los pechos de ambos— Ahora mismo tenemos cosas más importantes que tratar que pelear entre nosotros.
— ¡C-cierto, vamos!— Amapola reacciono, arrastrando a Ulises.
Ambos se apartaron pero sus miradas seguían siendo muy hostiles.
Al final todos salieron de la prisión y subieron al elevador que los llevo hasta el piso más alto y debido al espacio del elevador se podían notar todavía más las tensiones y enemistades del grupo, algo que hizo que Amapola se entristeciera.
— ¿Estás bien?— Preguntó Navier acercándose a ella.
—Ah, sí, estoy bien— Amapola no pudo evitar mirarla con una leve sonrisa— Solo recordaba los buenos tiempos, eso es todo ¿Soy patética, no? Debería centrarme en la batalla y estoy aquí, añorando el pasado.
—No eres patética— Le dijo Navier, acariciando su cabeza.
—Creo que todas lo añoramos— Rosy estaba recargada en el posa brazos mientras veía hacía afuera.
Se sentía alegre de ver los otros elevadores se movían, llenos de gente sonriente y como por los pasillos, la gente disfrutaba de una vida tranquila como lo harían arriba.
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Editado: 09.07.2022