— ¡Muéranse todos!— Blanca Nieves estaba derrotando Krajs a diestra y siniestra, dejando detrás cuerpos cortados por la mitad o bien cuerpos decapitados, todo mientras nubes de veneno aparecían a su alrededor— ¡¿Qué pasa?! ¡¿No pueden con una simple niña mágica?!
Un Devastador trato de tragársela con los taladros de su boca, pero esta se giró y lanzo su espada hacia dentro del monstruo con tanta fuerza que se la atravesó, saliendo hasta el otro lado, entonces con otra espada recién formada, lanzo un tajo hasta su hocico, cortándoselo y entonces, formando otra espada en su otra mano, giro, para cortar su rostro en muchos pedazos.
Un par de Demoledores saltaron, listos para aplastarla a golpes pero uno fue interceptado por José, que atravesó su pecho con una rápida patada mientras que el otro era degollado con facilidad por la niña mágica.
— ¿Qué pasa? ¿Ya terminaste?— Preguntó Blanca Nieves hacia su compañero.
—No, estos se estaban escapando— José se encogió de hombros— ¿Terminamos ya?
El combate que tuvieron termino después de un rato y sin muchas opciones, mientras esperaban el transporte, se quedaron descansando ahí.
Era otra base exterior la cual estaba siendo evacuada cuando fue atacada. Era como si los Krajs solo hubiesen esperado a que los humanos comenzaran a moverse.
Estaban comiendo afuera mientras las naves partían. Hela no pudo evitar mirar a la gente entrar en las naves con atención, aunque sin sentimientos hostiles. No iba a admitirlo pero eso se había ido con el tiempo.
¿Había olvidado sus sentimientos de odio? No, no del todo… Quizá ya era mejor fingiendo que quería ayudar.
— ¡Ten!— José le tendió un plato de sopa instantánea que habían hecho los habitantes para comer todos, ya que la mayoría de productos ya estaban empaquetados— ¡Hace años que no comía una de estas!
— ¿Comías esta cosa?
— ¿Tú no?— José levanto una ceja en su dirección.
—Nunca en mi vida. Creo que mis padres si me querían— Dijo ella, riéndose un poco de él.
— ¡Mis padres me querían! Aunque no se notara y lo demostraran de una forma bien rarita, la verdad— Dijo José, sonriendo de lado— Espero que estén bien aunque seguro lo están…
— ¿Están vivos?
—Deberían, en la Ciudad del Cielo— Dijo José, encogiéndose de hombros— ¿Y qué me dices de los tuyos? Se supone que nos dieron prioridad ¿No? Y al ser tan pocos tampoco fue injusto… Bueno un poco pero…
—Yo… Los perdí a ambos antes de que inauguraran esas ciudades— Afirmo la chica. No tenía razón para contárselo pero tampoco para no contárselo.
— ¿Por eso te quieres morir?
— ¿Te importa?— Hela le miro de mala gana. Estaba sacando de nuevo ese tema.
—Pues sí, ya que eres mi compañera— Dijo este, entonces tomo un sorbo de sopa— La única verdad es que la gente no me interesa, o sea, que chido salvarlos pero solo me interesa que mis amigos estén bien y mi familia.
—Solo soy una niña mágica asignada a ti…
—Sí, pero hemos convivido mucho tiempo y aunque también hemos peleado mucho y la verdad eres insoportable en ocasiones— Dijo José, sin pelos en la lengua— Aun eres importante para mí.
Hela se preguntó que era esa extraña sensación que sentía y porque esas palabras la hicieron sentir así.
La chica había aprendido a sobrellevarlos a todos, a veces iba con las chicas en sus salidas, solo cuando había tiempo y ella estaba de humor y otras veces salía con todos para hablar de misiones y cosas sin sentido que la hacían sentir como una chica normal pero… Era consciente de que no eran nada más que distracciones.
Al final, ellos también tenían que sufrir.
— ¡Oh, están rico como recordaba!— José estaba feliz de poder comer algo así después de tanto tiempo, pues le recordaban las viejas reuniones con sus amigos para hablar de tonterías después de la Universidad.
Hela admitió que olía delicioso y cuando la probo, no pudo evitar que sus ojos se agrandaran y soltar una sonrisa casi en contra de su voluntad. Para ser instantáneo, tenía mucho sabor y picaba lo suficiente como para poder comerla bien.
—Te dije que era rica— José no pudo evitar mirar la expresión de la chica que termino apartando la mirada con un leve sonrojo.
Otro recuerdo que vino a la mente de Hela en mal momento.
— ¡Por terminar con la guerra!— Ese día estaban celebrando la finalización de una batalla y se estaban tomando un pequeño descanso antes de volver a separarse, todo esto mucho antes de la Tragedia del Veinticuatro— ¡Siento que estamos cada vez más cerca!
Era Catherine quien dirigía el brindis improvisado.
Todos le siguieron.
—Ah, mierda, acabo de pensar algo muy negativo— Ulises hablo en voz alta.
— ¡No empieces, wey!— Dijo Alejandro mirándolo con los ojos entrecerrados— La pinche mala suerte, no ya valió madres, cuando alguno de nosotros se muera, podemos agradecerle a Ulises.
—Ah, chinga, si se mueren es culpa de los Krajs, no mía— Ulises negó con la cabeza.
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Editado: 09.07.2022