Hacía una semana desde aquella discusión con Gabriel y Holly, los tres no hemos dicho nada más respecto aquello; mucho menos de lo que el arcángel comenzaba a sentir por ella.
Por más esfuerzo que ponía en ocultarlo, más notaba que le gustaba. ¿Acaso era prohibido enamorarse o sólo temía al rechazo? Quizás ambas eran correctas, sin embargo como había dicho él mismo: no era de mi incumbencia.
Tenía la curiosidad a flor de piel; ellos sabían tanto de mí y yo poco más o menos nada de ambos. Hasta podría admitir que me estaba volviendo ególatra de tanto hablar de mi, de lo que me molestaba o gustaba, pensar que mi opinión era más importante y no dejar de reprochar.
Estaba tan ensimismado en mi propio ser que opacaba a los demás, no escuchaba la voz del resto.
De allí era el motivo de todos los pleitos, oía pero no escuchaba.
Mi mente se iluminó de una forma que no había sentido jamás. Los dos habían hecho lo mejor posible su parte, era mi turno de realizar la mía y reparar los errores que causé.
Ahora tenía que regresar a la realidad para cumplir mi prometido y todo lo que había planeado en mi interior se hizo más complicado pero no por ello me iba a rendir, es más, aumentaban mis ganas de mejorar.
Observé en mis manos: tenía un cuaderno que, con notoriedad, era de K debido a su inicial grabada en este. No lo había visto antes o quizá sí pero no le había dado la importancia merecida.
Estaba a punto de echarle una ojeada pero fui interrumpido:
—¿De dónde lo sacaste? —era la pequeña de cabello castaño rojizo y antes de que pudiese hacer algo ya me había arrebatado el objeto— Debería darte vergüenza ser tan fisgón... Ahora, ¿dónde fuiste a meter tu nariz para conseguirlo...?
—No lo sé —solté en un hilo de voz y era cierto, no sabía de dónde lo tomé. Ella negó con la cabeza en modo de desaprobación—... Te digo la verdad, estaba muy metido en mis pensamientos y... cuando me di cuenta, ya lo tenía en mis manos.
Holls soltó una risa cargada, en su totalidad, de ironía y continuó:
—¿Qué pensabas tanto como para no ser consciente de lo que haces?
—En lo estúpido que fui todo este tiempo —la pequeña cobriza sólo se limitó a asentir con sarcasmo.
—Ya te estabas tardando en admitirlo... pero mejor un tanto tarde que nunca —iba a irse de la sala pero se lo impedí. Tomé su mano con delicadeza y se detuvo— ¿Necesitas algo?
Se dio la vuelta esperando mi respuesta, no sabía por dónde empezar.
Podrías empezar por disculparte.
Tragué saliva y, con ella, mi orgullo; la pequeña castaña todavía esperaba a lo que iba a decir.
—Te pido perdón... y no espero a que me perdones u olvides lo que hice.
Estaba a punto de irse pero volví a llamarla:
—Holly, quiero conocerte... Como dije: fui un estúpido egocéntrico y lo reconozco —tomé aliento y seguí, ella no decía nada—. Quiero saber más de ti porque eres importante para mi... aunque mis actos hayan dicho lo contrario.
Me mantuve observando sus reflejos sin embargo ni se conmovía, tenía que aceptar que otra vez había fallado y nunca me creerían. Aparté mi vista de ella; decidí dejar de molestarla.
—Creo que puedo darte una segunda oportunidad —soltó apenas di mi primer paso para retirarme. Ni vacilé un instante en dar la vuelta, me imaginaba la sonrisa de tarado que tenía en ese momento más no me importaba—, después de todo somos compañeros en esta misión.
Mi felicidad era tanta que no quise contenerme, fui hacia Holly y la abracé con toda mi alma. No quería soltarla, y no fue hasta ese momento que me di cuenta la diferencia de estatura entre ambos.
La tenía sujeta a mí, elevada en el aire y las puntas de sus pies chocaban con mis rodillas. Y aunque no quería demostrarlo, sabía que también estaba feliz por este momento.
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Editado: 01.10.2022