—¿Qué hacemos aquí, Gabbs? —cuestioné al arcángel, que hacía de chofer, antes de que estacionara. Nos había traído a un cementerio a casi seis millas de donde estábamos viviendo.
Apenas estacionó y bajó del auto, Holls y yo le seguimos en su dirección.
—Es normal que las personas vengan a visitar a sus seres queridos que ya descansan en paz —respondió mientras sacaba su celular del bolsillo, no había sido muy claro y creo que lo hacía a propósito.
Holly igual de confundida que yo siguió: —Pero podíamos haber ido a otro lugar o cementerio... ¿por qué este?
—Presiento que hoy será un día bastante diferente y este lugar se presta al misterio.
Sólo nos atuvimos a seguirle el paso, era inútil hacerle preguntas si sabía como esquivarlas.
Los tres nos adentramos al cementerio, había poca gente por los alrededores y nosotros parecíamos unos locos. Veía las sepulturas, me hacían sentir incómodo pues seguro habría una con mi nombre escrito en algún lugar.
La pequeña cascarrabias estaba incluso más tensa que yo, pasaba por las tumbas observando cada una de estas con detalle como si buscara un indicio de su vida mortal.
Una vez había escuchado decir a Gabbs que no hacía mucho que había sido elegida para ser un ángel, era de las más jóvenes del reino y quizá por eso, una de las más curiosas por conocer sus raíces.
Gabriel paró justo dónde habían tres fosas esperando a contener a sus futuros habitantes. Lo miramos aturdidos, no sabíamos si era una lección ya calculada o estaba siendo espontáneo. Meterse a su cabeza era como estar en un laberinto, de primera andábamos errantes.
Y esto cada vez tenía menos sentido.
—¿Qué está corriendo en esa peculiar mente, Gabbs? —pronuncié entre que me sentaba en las raíces del árbol que se encontraba a pocos metros.
El arcángel se quedó de pie frente a esos posos, los miró con detalle y volvió su vista a nosotros:
—Hace dos noches, tres almas inocentes dejaron su vida terrenal de forma violenta... —tragó saliva, su expresión regular había cambiado por una de desolación— Sin embargo, todavía queda algo que los retiene.
Negué confundido, siquiera podía reconocer sus palabras pero no a qué se refería en exactitud por lo último:
—¿Un asesinato? Eso es normal, ocurre muy seguido... gente inocente paga con su sangre siempre —sabía que mi voz se escuchaba frívola, pese a esto, estaba en lo cierto— ¿qué tiene este de diferente?
—Que un demonio manipuló a estas personas como si fueran monigotes —mencionó la del cabello cobrizo, aún no lograba entender— Cuando uno de ellos es culpable de un mal, se siente en la atmósfera. Ésta cambia.
Por un momento ella y Gabriel cruzaron sus miradas, mas este fue efímero. A pesar de que Holls me había explicado lo del homicidio, no me quedaba del todo claro.
—Entonces, ¿por qué no siento diferencia en el ambiente? —inquirí acercándome a uno de los sepulcros; en este se podía leer: "Anton Larsen, hijo". Era para un niño que ni siquiera había llegado a su primera década— ¿Por qué no percibo esa esencia demoníaca?
—Porque eres un maldito —Holly lo soltó casi de inmediato y sin pelos en la lengua.
Eso podría interpretarse de las dos maneras posibles que conocía.
—Al no querer elegir una condición, quedas limitado —prosiguió el arcángel con un tono más sutil—. No lo tomes como una obligación pero mientras sigas a la mitad de la escala de grises: tus sentidos serán poco eficaces.
Indirectas muy directas, mi estimado Gabbs.
Asentí para salir rápido del tema, no importa que se sintiera bien hacer lo ideal aún no estaba listo y el año no había corrido ni siquiera un cuarto su primera mitad.
—Así que ¿cruzamos la ciudad para presenciar un triple entierro?
Mi ironía se podía sentir en cada rincón del lugar. Él arcángel aún así reaccionó negando con la cabeza:
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Editado: 01.10.2022