Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo veinticuatro:

Antes de leer: Recuerden que cada personaje tiene sus propios pensamientos. Con esto quiero decir que la manera en cómo actúen o piensen los mismos no significa que yo también lo haga. Aprendamos a separar la ficción de la realidad.

 

: Cuéntame tus pensamientos.

 

La mayoría de los seres humanos buscamos ayuda en Dios solo cuando nos encontramos en dificultades, del resto nos olvidamos por completo de él. 

Yo no era muy devota a rezar, principalmente porque no sabía cómo hacerlo y porque muy en el fondo no creía en un ser supremo a quien no he visto o, tan siquiera, sentido. Pero ahí, frente a la cama donde Sean reposaba me arrodillé y empecé a orar por él sin importarme que desde el Credo hasta el Padre Nuestro estuviera mal; lo importante era que estaba pidiendo. 

Prometí tantas cosas y a la vez no prometí nada, porque siendo sincera no sé si pueda cumplirlas. Entre esas cosas las más resaltantes son: dejar de hacerle daño a las personas, por lo menos conscientemente, y permitir que Sean siguiera con su vida sin mi en ella si eso haría que despertara. 

Pero aún cuando la mayoría de lo que pedí era bueno, por lo que más oré fue para que Sean se despertara con amnesia o, por lo menos, bloqueara todos los recuerdos que tenía con Elvira; mas supongo que Dios no cumple peticiones malas porque nada de eso sucedió, de hecho, el primer nombre que salió de su boca apenas abrió sus ojos fue el de ella. Intenté ser una buena persona, lo intenté, pero en vez de sangre por mis venas ha de correr ácido ya que la maldad terminaba fluyendo en mi como un rio sin cauce. 

Como si se tratara de una asquerosa película de romance, el amor entre la pareja nuevamente surgió y también el odio hacia mí parece más latente en el chico a quien prácticamente le salvé la vida. Tan solo recordar ese momento me produce un escalofrío en todo el cuerpo y me lleva a pensar que no siempre tengo respuesta para todo como yo creía.

Mi desespero por no saber qué hacer casi le cuesta la vida a Sean, por suerte reaccioné a tiempo y pedí ayuda a los vecinos de la casa del frente donde él había chocado; ellos me trajeron al hospital.

No ingresó en las mejores condiciones: su corazón casi se detiene a causa de un infarto —por haberse pegado tan fuertemente en el pecho y haber estado presionado entre el asiento, que logró echarse hacia adelante, y el volante por varios minutos—; y su cerebro con alguna lesión lo llevó a un coma inducido por alrededor de una semana. Una semana en la cual prácticamente mi casa fue el hospital, porque me pasé día y noche cuidándolo; solo yendo a mi casa a bañarme y regresar.

Sean no valoró nada de lo que hice, pues apenas despertó pidió que lo dejaran solo con su novia y me echó de la habitación sin darme un gracias siquiera. Igualmente, no esperaba agradecimiento de su parte, pero sí una sonrisa que me hiciera saber que todo estaba bien; lamentablemente si Sean me mostraba sus dientes sería únicamente para masticarme, tragarme y de esa manera hacer que desapareciera de su vida. 

Dolió darme cuenta que por mucho que haga, siempre le dará la oportunidad que esta vez merecía yo, por estar todos los días vigilando hasta su peor pesadilla, a una persona que venía a verlo de vez en cuando porque a según ella tenía otras cosas que hacer. 

— Nunca me cansaré de agradecerte.— habla Sofía, sentada a mi lado— Sabes que te quiero como si fueras mi propia hija Brad, al igual que sabes que me hubiera encantado que Sean se fijara en ti. Lo siento por no haber podido ayudarte.

— Y tú eres como una madre para mí; una que me incluyó en todos los ámbitos de su vida. Me diste un lugar en tu mesa; colocas cada año un regalo debajo del árbol de navidad para mí; ibas a verme a cada recital o a cada obra que hacía aunque sabías que iba a ser una perdida de tiempo porque siempre terminaba saliéndome a mitad de las mismas por lo cursi que era el guion, por eso y tantas cosas más es que te quiero tanto. — le sonrío, viendo como las primeras lágrimas se asoman por sus ojos.

>> Con respecto a Sean, hiciste todo lo posible para que se fijara en mí, no es tu culpa que él sea tan ciego y no vea lo que se está perdiendo.— ella ríe.— Me contaste sus gustos para así tratar de conquistarlo; hasta me dijiste que le gustaba las niñas dulces.— inquiero, recordando esos días en los que aparenté ser una. 

Me vestía con vestidos que me hacían ver como una princesa y hasta actuaba como una cuando en realidad quería gritar. Pero como a lo dulce siempre le cae hormigas y yo no quería ser devorada por las mismas dejé ese papel y volví a ser quien era. Si viajo a ese tiempo, puedo recordar perfectamente lo tonta que era y doy gracias porque no perdí mi identidad por complacer a alguien más; quien me iba a querer tenía que aceptarme con los enormes demonios que cargo encima.



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En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

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