— La cosecha es el nombre con el que se conoce al plan original de los arquitectos universales originarios de Andrómeda, que mezclaron- y aún lo hacen- su ADN con las especies que van encontrando durante sus exploraciones.
Mew tenía su vista fija en un cúmulo de nubes rosáceas que cubrían la mitad del cielo del atardecer mientras hablaba pausadamente.
Pero Gulf hacía rato que parecía haber dejado de escuchar.
Estaba más interesado en una marca redonda, pequeña y de color chocolate que era como una mancha de nacimiento cerca de la comisura del labio inferior de Mew.
Mew trataba de seguir el hilo de lo que estaba contando pero cada vez que ese travieso Gulf rozaba con su boca esa pequeña mancha el cuerpo de Mew se estremecía de placer y le costaba trabajo recordar incluso cómo se llamaba.
—¿Cuál es tu nombre? ... ¿Tu nombre real ...?
Mew miró a Gulf confundido.
—Mew ...—respondió. Y le bastó solo un segundo para entender.
A él también le había causado una sorpresa inicial cuando entró por primera vez a aquella cocina de la granja de Eden Valley y ver su nombre en la base del televisor. Pero luego recordó que esa no era la primera vez que un visitante de Nibiru sentía curiosidad y descendía a Urantia.
Al parecer, otro Mew ya había paseado con aquellos enigmáticos humanos. Y había compartido algo de lo que sabía.
Si bien las intervenciones estaban prohibidas y los contactos debían ser extremadamente supervisados, muchos se las arreglaban para dejar algún recuerdo de su paso por la Tierra. Y el compartir información y datos tecnológicos parecía ser más común de lo que debiera.
Algunas reglas estaban para romperse...
Y Mew, este Mew, lo sabía de primera mano...