Mire la puerta de mi casa.
Mis manos habían empezado a temblar, respire hondo, sentí que las entrañas se me revolvían provocando náuseas.
Tenía miedo.
Saque las llaves de mi bolsillo torpemente y abrí la puerta, de inmediato sentí unos brazos rodearme
Olivia.
— Papá está furioso –dijo y luego me soltó– suerte…
Asentí y le di mi bolso.
— Ve a dejarlo a mi cuarto ¿Dónde están?
— Los dos están en la cocina.
Asentí y le di unas palmaditas en el hombro para tranquilizarla, aunque yo estaba todo menos tranquilo.
Me dirigí a la cocina y ahí estaban los dos, mi madre y mi padre, ambos tenían 44 años pero se mantenían en forma.
Mi padre tenia la piel morena como Olivia y yo, y el cabello castaño, era alto y fornido, mientras mi madre tenia la piel clara y el cabello negro rasgo que habiamos hererado sus hijos.
Ambos me miraron con seriedad.
— ¿Nos puedes explicar tus notas? –dijo mi padre.
— No… –dije manteniendo la cabeza firme– fue un descuido, juro que la próxima vez estudiaré más.
— Claro que lo haras –dijo mi madre molesta, trague grueso.
Mi padre se acercó a mí y me propinó un puñetazo en el rostro que provocó que mi nariz empezara a sangrar.
Sentí la mitad de mi rostro entumecer y el ardor del golpe, apreté la mandíbula.
De inmediato mi padre me tomó del cuello cortándome la respiración.
— Edgar ¿Cuántas veces tenemos que decirte que esas notas son inaceptables? –dijo furioso y apretó el agarre en mi cuello.
Entonces escuche los gritos de mi hermana.
MIerda, pensé que se quedaría en el cuarto.
Ella gritaba y le pedía a mi padre que se detuviera, que tuviera compasión, siempre hacía lo mismo, como si fuera a funcionar. escuché como mi madre le decía que se callara y ella así lo hizo.
Sentía que se me nublaba la vista por la falta de aire y mis náuseas aumentaban, y entonces mi padre finalmente me soltó dejándome caer al suelo respirando con dificultad.
Me propinó unas cuantas patadas en las costillas y finalmente se hizo a un lado, de inmediato se acercó mi madre, Olivia le rogó que no lo hiciera pero ella nada más la callo.
Mi madre se arrodilló a mi lado y me entregó un cutter.
—Edgar, hiciste algo mal y lo sabes, mereces ser castigado y lo sabes –me dijo seria– sabes que es lo que tienes que hacer.
Asentí, lo había hecho millones de veces, mire la palma de mi mano izquierda, tenía una cicatriz pálida cruzando esta,apreté la mandíbula y el cutter en mi mano.
Me corté con el cutter trazando la cicatriz, tenía los dientes tan apretados que rechinaban.
Miré a mi madre y ella se sintió satisfecha.
—Nos vamos –anunció– y mi padre y ella salieron de la cocina y más tarde de la casa, seguro iban a alguna reunión
Y entonces ya no aguanté las náuseas y vomite todo lo que había comido en el día.
—Mierda –dije y vi el vómito y la sangre en el suelo, luego vi a mi hermana.
Ella se acercó hasta mí.
—Yo lo limpiaré, no te preocupes –le dije y forcé una sonrisa.
Ella negó con la cabeza.
—No seas idiota, yo lo hago –murmuro y se alejo hacia el refrigerados de donde saco del congelador dos compresas frias– Ve a tu cierto y pontelas mientras yo limpio esto, no te acuestes hasta que pare el sangrado de tu nariz.
—Yo lo ha-
—Cállate y haz lo que te dije –dijo y yo asenti.
Me levanté como pude y fui hacia mi habitación, subiendo las escaleras con dificultad.
Hice lo que me dijo Liv y me puse las compresas, una en el rostro y otra en las costillas.
Luego de un rato ella llegó un botiquín de primeros auxilios.
—Dame la mano
—Puedo hacerlo yo mismo…
—Que me des la maldita mano, necio
Le tendí mi mano y ella empezó a limpiar la herida con alcohol, apreté la mandíbula para no quejarme, Olivia siempre limpiaba mis heridas desde que era un niño, ella vendo mi mano.
—Listo, ahora déjame verte la cara–ella me miro el rostro donde me había empezado a aparecer un moretón por el golpe, sus manos temblaban aun un poco– te pondré más hielo y crema, mañana te maquillaje para que no se note– asentí y luego ella empezó a ver las marcas rojas de mi cuello– ponte un cuello de tortuga –volví a asentir– y ahora…–levanto mi camisa y vio mis costillas, supuse que ya me habian salido unos buenos moratones en esa zona, las manos de Olivia empezaron a temblar y la escuche sollozar–.
La tomé por las muñecas y la abracé con fuerza, ella lloró en mi hombro.
—Estoy bien –le dije con voz suave y acaricie su espalda–gracias por cuidarme hermanita… estoy bien… solo tengo que estudiar más…
—Es que me siento impotente por no poder hacer nada para detenerlo –dijo entre sollozos– es injusto
Solo le acaricie el cabello y luego ella me soltó y se limpió las lágrimas.
—Tomate estas pastillas –me ofreció unos analgésicos para el dolor y una botella de agua, yo los tome.
—¿Quieres seguir viendo la serie de la vez pasada Liv? –Ella me miró un momento y luego asintió.
Ella se fue a poner pijama a su cuarto y yo me puse mi ropa para dormir mientras tanto.
Nos metimos entre las sábanas de mi cama y empezamos a ver una serie que habíamos comenzado el fin de semana.
Olivia se durmió después de dos capítulos, yo apague el televisor y tomé dos de mis pastillas para dormir.
Cuando llegué a casa me dispuse a hacer unos cuantos deberes pero no entendía mucho así que le pregunté a Nora.
Después de una videollamada de “estudio” con el mi madre me llamó a cenar.
—Nico–me dijo mi padre y lo volví a ver–¿que tal la película que fuiste a ver el otro día con Nora y Luna?
Moví la cabeza de lado a lado.
—Masomenos, estuvo bien pero nada del otro mundo.
Mi padre asintió.
—Hoy Maria me llamó y me contó un chisme increíble–dijo mi madre de pronto llamando la atención de mi padre y yo–me contó que Sofía, la hermana de la exesposa de Julio, está engañando a su esposo con un mae de mucha plata.