Niñera de un maníaco

24. "¡Que mamá oiga, que mamá venga!"

Yulia le pidió a Yegor que la llevara a casa. Sasha debía recogerla al cabo de un rato.

La conversación con Yegor no fue bien. El tipo miraba la carretera con demasiada atención. Incluso ostentosamente atento. Yulia se quedó callada, pero cuando aparcaron en casa, no pudo soportarlo.

- Yegor, me reconcilié con Sasha.

- ¿Estás seguro de que es lo correcto?

- Esta noche me llevará a casa con los chicos... y consigo mismo. No como niñera.

- Te felicito. Es un gran paso" Los ojos grises de Yegor hacían imposible entender lo que pensaba y cómo se sentía ante la noticia.

- ¿De verdad lo crees?

- ¿De verdad quieres saberlo?

- Sí, quiero.

- Entonces no.

- Entonces no. ¿Por qué?

- Porque conozco a mi jefe.

- І?
- Y no creo que hable en serio. Además, podría ser peligroso para ti.

- Estarás cerca.

- No siempre. Yo no estaba allí para Emma.

- No es culpa tuya. Nadie podría haberlo visto venir.

- Entonces, sí. Pero ahora está saliendo por todas las grietas. Puedo sentir en mi piel que esto no va a terminar bien. Y tú te estás metiendo en el ajo otra vez.

- Yegor... -Yulia arrugó nerviosamente la correa de su bolso-, gracias por tu franqueza. Y por salvarme... salvarnos... de esos cabrones. Y Sasha... Él es muy querido para mí. Y los chicos también. Estoy dispuesta a darle una segunda oportunidad.

- ¿Y tú? ¿No estás lista para darte la oportunidad de una vida tranquila y feliz?

- Lo siento, tengo que irme.

Yulia casi saltó del coche. No quería seguir hablando, estaba segura de que Yegor no la entendería. No quería perderlo como... ¿Cómplice? ¿Amigo? No importaba. No podía obligarle a aceptar su elección.

***

Sasha se retrasó casi una hora y llegó con una pila de paquetes en el asiento trasero. Le dijo a Yulia que contenía regalos para los chicos y para ella.

- Quiero celebrar tu llegada esta noche, te he preparado un par de sorpresas.

Yulia sonrió.

- La mejor sorpresa para mí sois tú y los chicos.

***

La "Casa de las Quimeras" ya no le parecía a Yulia tan aterradora como antes.

La alta verja, la puerta abierta por el habitualmente sombrío y concentrado Yegor, los doberman en el recinto, las pesadas cortinas en las ventanas...

Todo parece estar igual que hace dos semanas. Casi nada ha cambiado, excepto ella.

¿Y el dueño de la casa?

Ahora es tan atento y cariñoso... Yegor está definitivamente equivocado en su actitud hacia él.

"No estoy bien, ¿verdad?", se preguntó Yulia al entrar en casa. Quería creer que ahora todo sería diferente, pero en algún lugar de su interior, una espina invisible y afilada le recordaba a sí misma de forma dolorosa y desagradable. Y, por desgracia, justo cuando Yulia intentaba despreocuparse por un rato.

La chica cubría cuidadosamente sus desagradables premoniciones con una capa protectora llamada "Es sólo el pasado lo que te quita el sueño".

Yulia pensaba que cuando se abriera la puerta de casa y cruzara el umbral, todo cambiaría irrevocablemente. Los niños la esperan, y necesitan atención y cuidados. Y buen humor.

La casa recibió a Yulia con el divino aroma de otra de las obras maestras culinarias de María. Este aroma abrumó instantáneamente a todos los demás, pero cuando Yulia se acostumbró, también pudo oler ligeras notas de jazmín. Pero ahora su memoria no quería buscar en sus archivos a quién le recordaba aquel olor.

Un minuto después, los chicos, como dos pequeños huracanes, bajaron volando las escaleras y corrieron a abrazar a Yulia. La sincera alegría del encuentro se transmitió a ella. Dmytro gorjeaba alegremente sobre lo bien que se lo había pasado en el pueblo. Danya asintió con semblante serio, pero sus ojos también brillaban con recuerdos agradables.

Cuando el flujo de abrazos e historias amainó un poco, Sasha salió de su despacho con un gran paquete del coche.

- Y aquí tenemos regalos. Pero sólo podréis abrirlos en vuestra habitación". No tuvo que invitar a los chicos dos veces, y el paquete subió inmediatamente con ellos.

- Ahora venid conmigo, os enseñaré algo.

Mientras Yulia seguía a Sasha escaleras arriba, él abrió la puerta de una habitación de otra ala en la que Yulia nunca había estado. Detrás de la puerta había un dormitorio enorme. Los tonos lavanda del interior creaban una atmósfera de confort y tranquilidad. El ambiente era extrañamente distinto al del resto de la casa. No había pesadas cortinas ni lujosos accesorios.

Una cama grande, dos mesillas de noche, un lacónico conjunto de dos armarios... eso es todo. Y en lugar de pesadas cortinas, las ventanas tenían bonitas persianas a juego con el papel pintado.

- Este es mi dormitorio. Me gustaría llamarlo nuestro. Hace un año que no duermo aquí, me parecía demasiado grande para mí sola.




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