Niñera de un maníaco

26. Felicidad efímera

Un ambiente festivo se iba apoderando de la ciudad. Los juguetes de Navidad, las luces y la publicidad les invitaban a sumergirse de lleno en ese mundo de cuento de hadas y volver a creer en los milagros.

Yulia y Sasha deambularon por las luminosas estanterías de la tienda, eligiendo juguetes para Dmitry, Dana y los hermanos de Yulia.

Al cabo de una hora, cansadas pero ambas con luces de alegría en los ojos, salieron con grandes paquetes. Yulia eligió un gran juego de construcción y otro de creatividad, pero Sasha, como una niña mimada, echó por el camino un montón de cosas más en la cesta: libros para colorear, lápices, llaveros y muchas cositas diferentes. Las bolsas con todo aquello amenazaban con reventar y desparramarse por la acera cubierta de nieve fresca.

- Propongo que celebremos nuestra victoria sobre los juguetes con un almuerzo", sonrió Sasha tan infantilmente que Yulia no pudo negarse.

En el acogedor restaurante, el ambiente de las fiestas de Año Nuevo se veía acentuado por el persistente olor de un auténtico árbol de Navidad. Yulia recordó cuánto le gustaba este olor.

- "Estás triste otra vez". Mientras esperaba la comida, Sasha intentó captar la mirada de Yulia, pero ella estaba en algún lugar lejano de su infancia y no podía volver a la realidad. Cuando Sasha estaba lejos, él ocupaba todos sus pensamientos, y ahora está aquí, y ella se ahoga en sus recuerdos y su nostalgia.

- "Lo siento", Yulia volvió a la realidad, "estas vacaciones... me recuerdan a mi infancia. Que casi nunca tuve.

- ¿Me la contarás?

- Sólo a cambio de tus recuerdos. Pero te diré enseguida que no tengo nada que escuchar allí.

- Está bien. Intercambiemos nuestros recuerdos.

- "Yo no creía en Papá Noel", empezó Yulia, sorprendida por su franqueza. "Mi madre pensaba que eran tonterías y que no había que engañar a un niño. Pero todos mis compañeros no sólo creían, sino que presumían de sus regalos. Yo me sentía privada, como si fuera la única a la que no le había ocurrido un milagro.

- Era triste. Pero tampoco estaba muy lejos. El hijo de mi niñera me dijo que Papá Noel no existía. Jugábamos juntos cuando yo tenía seis años. Recuerdo que mis padres me ofendieron tanto que estuve tres días sin hablarles. Como ves, creer tampoco es siempre bueno.

- ¿Quién que no cree no se decepciona?

- Supongo que sí. El almuerzo se enfría.

Los platos estaban esperando su turno.

- Sasha, cuéntame más de ti.

- Vamos a pedir el postre. Te gustan los dulces, ¿verdad?

- Sí -sonrió Yulia con tristeza-, incluso tuve problemas de sobrepeso en el colegio. Y ahora te toca a ti.

- Me has contado un secreto tan terrible que ahora tengo que ser sincera contigo. ¿Qué quieres saber?
- ¿Alguna vez has amado de verdad a alguna de tus mujeres?

- ¿Una pregunta con asterisco? ¿Supongo que no está permitido no contestar?

- Sí.

- Creo que era demasiado... inmadura para tener sentimientos serios. Sé que suena estúpido, pero no sabía lo que era el amor. Era el momento de formar una familia, y elegí a una mujer que estaba ahí para mí. Tuvimos una boda hermosa, una casa grande, y descansamos y trabajamos juntos. Pero no surgió nada. La aventura con Alina empezó cuando los brotes de sentimientos que teníamos Irma y yo habían muerto por fin. Lo siento, no quiero seguir hablando. Suena estúpido.

- No pasa nada. Es muy importante para mí que te abras. Todo el mundo comete errores.

- Sólo sus ex están vivos.

- Dijiste algo sobre un detective privado. ¿Encontró algo?

- Todavía no. Está demasiado limpio. Sospechosamente limpio. Pero es un antiguo investigador de la capital, un tipo serio, y creo que llegará al fondo del asunto.

- Eso sería bueno. ¿Y Emma, Sasha? ¿Qué pasó realmente entre ustedes dos?

- Emma. Mu... -los ojos de Sasha se nublaron-, era muy popular entre los chicos. Casi como tú. Antes de ella, no podía dejar a mis hijos con nadie. Mi madre intentó ayudar, pero se rindió al cabo de un día. Y Emma encontró un lenguaje común con ellos. Y pensé que si los niños la amaban, entonces yo también podría...

- Pero rompiste esa relación, ¿no?

- En algún momento me di cuenta de que a pesar de lo dulce, inteligente, cariñosa que era... no podía estar con ella. Estaba... ¿Aburrido? No sé cómo explicarlo. Había constantes escándalos y rabietas con Irma y Alina. Pero no me fue difícil separarme de ellas moralmente. Pero con Emma fue difícil. Ella es tan buena, atenta, y yo... me sentía como un bastardo. Pero me di cuenta de que si no paraba todo, sólo sería más difícil. Tardé mucho en decidirme, me emborraché. Luego pude hablar con ella. Y sorprendentemente aceptó mi decisión con calma. Me pidió que me quedara con los chicos. Y pensé que todo iría bien, éramos adultos, lo habíamos decidido todo.

- Y entonces Emma desapareció...

- Sinceramente pensé que yo tenía la culpa. Creí que se había suicidado porque una noche llegué tarde a casa y la oí hablar con María. Dijo que no podía vivir así, que aún me amaba. Fue una semana después de nuestra conversación. Una semana en la que pensé que todo estaba bien, sonriendo, bromeando. Y ella estaba sufriendo...




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