Niñera de un maníaco

Epílogo

Dos semanas después

Una tranquila mañana de invierno y nieve fresca: ¿qué puede haber mejor? Es como si la naturaleza diera una segunda oportunidad a quienes la necesitan. Como si dijera: «Todo está tan blanco y limpio. Vamos, ¡escribe una nueva historia en esta hoja! Aunque la anterior no fuera lo que querías, siempre puedes crear una nueva».

Yulia, envuelta en una larga bufanda mullida sobre su cálido abrigo, observaba a los niños que jugaban en la nieve limpia. Reían a carcajadas, se gritaban algo unos a otros, lanzaban bolas de nieve que no se pegaban entre sí debido al intenso frío, y se dispersaban en miles de copos de nieve al vuelo.

Yulia, mirando las chaquetas cubiertas de nieve y los guantes mojados de los niños, apenas podía reprimir el impulso de llevarlos dentro y secarles la ropa. El cansado bastón que tenía en las manos estaba mojado por la nieve que se derretía en el mango. Yulia podía apoyarse un poco en la pierna, pero el médico le pidió que tuviera cuidado.

Sonrió a los niños. Dejémosles jugar un poco más, la infancia pasa tan deprisa... También se alegró de que, a pesar de todo lo que había pasado, pudiera comunicarse con los niños tan alegremente como antes. Y los niños seguían queriéndola.

Después de los locos casi dos meses en la Casa con Quimeras y aquellas horas en la dacha de Inga, Yulia tenía miedo de cambiar para siempre y no poder ser la misma niñera despreocupada y un poco ingenua que llegó a aquella casa espeluznante y se ahogó en sus secretos.

Estos pensamientos la perturbaban en el hospital, donde los días se alargaban con terrible lentitud. No es fácil volver a uno mismo con semejante bagaje. Sin embargo, deja huella. Cuantos más sentimientos y sobresaltos deja tras de sí un determinado periodo de la vida, más nos cambia.

Pero ahora, dos semanas después del incidente, Yulia podía sentir cómo recuperaba lentamente su antigua ligereza. Aunque sigue teniendo miedo de entrar en habitaciones oscuras, aunque sigue llevando el reloj GPS de Yegor (con un número distinto en el botón SOS), encuentra fuerzas para disfrutar de las primeras nieves, de las sonrisas de los niños y, sobre todo, de sus conversaciones.

Ahora Danya y Dmitry hablan entre ellos. Danya ya no teme a los monstruos y cada vez olvida más dónde está su amuleto. Yulia tampoco teme a los monstruos. Sabe que el peor monstruo ha sido derrotado y ya no les molestará más.

«¡Bueno, ya es hora de volver a casa!» Yulia deja a un lado la amargura de sus recuerdos y se dispone a llamar a los niños. Sorprendentemente, aceptaron rápidamente volver a casa.

Una casa pequeña y acogedora los recibió con calidez y olor a pan recién horneado. Un gran sofá, estanterías con libros, un estante con juguetes en el salón... todo contrastaba con donde habían vivido antes. Nada de alta tecnología ni pesadas cortinas, todo según el principio «acogedor y luminoso». Así es como debe ser un verdadero hogar. Y Anna Petrovna se quedó en la «casa con quimeras». Yulia le ofreció mudarse con ellos, pero la señora Kovalska siguió fiel a sí misma y a su terrible pasado. Yegor la acompañaba como guardaespaldas y chófer personal. Sólo que ahora, con fines de semana libres y tranquilidad, y sin necesidad de estar constantemente alerta.

El fin de semana pasado, Yegor sorprendió a Yulia con una llamada inusual. Le preguntó cuánto la quería... Inga, a quien habían conocido en un ambiente poco agradable, pero que tenía muchas posibilidades de convertirse en algo más.

Yulia desvistió rápidamente a los chicos y los envió a su habitación. Ella misma fue a la cocina, porque el reloj marcaba las cinco de la tarde, lo que significaba que era hora de preparar la cena.

Yulia apenas tuvo tiempo de poner la mesa cuando un enorme ramo de tulipanes entró por la puerta principal.

- «¡Felices fiestas, cariño!» Sasha sonreía feliz y ya estaba colocando el ramo en un jarrón.

- «¿Qué se celebra?» Yulia no pudo evitar sonreír.

- «El aniversario. El tiempo que llevamos juntos. Y todos están aquí.

- Sasha, sólo llevamos aquí dos semanas.

- Lo sé. Pero «semanalmente» no suena bien.

- Sí, suena bien. Especialmente si estas semanas fueron las más felices de tu vida.

- Es bueno oír eso. Haré todo lo posible para que sean mucho más largas.

- ¿Mucho más de dos semanas? No creo que te cueste mucho.

Yulia rió y se escondió entre los brazos de unas manos fuertes que olían a perfume y tulipanes...

Fin

***
Queridos lectores, ¡gracias por estar conmigo! ¡Os estaré increíblemente agradecida por vuestro apoyo con vuestras estrellas y comentarios!

Tu Eva

***




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.