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Nunca me gustó la idea de dejar las cosas al azar. En este pequeño pueblo, donde todos nos conocemos y las noticias corren más rápido que el viento, mantener las cosas bajo control es esencial. Y Mateo… bueno, Mateo era algo que yo quería bajo control. Pero todo se estaba complicando con la llegada de esa tal Valeria.
Desde el momento en que la vi, supe que algo no andaba bien. Tenía un aire demasiado sofisticado, demasiado… refinado para ser una simple niñera. Sus ropas, aunque sencillas, tenían ese corte y esa calidad que solo alguien con dinero podía permitirse. Y la forma en que se movía, tan segura de sí misma, con esa confianza innata que te hacía pensar que podía manejar cualquier situación, no era lo que esperabas de alguien que debería estar corriendo detrás de dos niños revoltosos.
Estaba en la cafetería del pueblo, observando cómo la gente se movía de aquí para allá, y no podía evitar preguntarme qué estaba haciendo ella aquí. ¿Cómo había llegado a trabajar para Mateo? Porque no me tragaba la historia de que una niñera simplemente apareciera en su vida así como así. Algo había detrás de todo esto, y yo iba a descubrirlo.
Tomé un sorbo de mi café, el amargo sabor calmando un poco mi irritación, pero no lo suficiente. Siempre había tenido un ojo puesto en Mateo. Desde que éramos pequeños, había algo en él que me atraía. Su carácter fuerte, su dedicación a la granja, esa aura de misterio que lo rodeaba desde que su esposa falleció. Y aunque nunca había expresado abiertamente mis sentimientos, todos en el pueblo sabían que yo tenía un interés especial en él.
Pero ahora… ahora estaba esa mujer, Valeria, que se interponía en mi camino.
Me levanté de la mesa con determinación. No iba a quedarme de brazos cruzados mientras alguien como ella intentaba robar lo que era mío. Salí de la cafetería, saludando a las personas que conocía, con una sonrisa que no llegaba a mis ojos. Mi padre, el alcalde, siempre decía que una sonrisa era la mejor arma para mantener a la gente en su lugar, y yo había aprendido bien esa lección. Pero ahora, no estaba para sonrisas. Estaba para acción.
Me dirigí a la oficina de mi padre, donde sabía que encontraría la información que necesitaba. No era la primera vez que usaba mi influencia para conseguir lo que quería, y no sería la última. Si Valeria tenía algo que ocultar, yo lo descubriría.
La oficina de mi padre era un lugar ordenado, lleno de documentos y papeles que hablaban de la historia del pueblo y sus habitantes. Tenía acceso a todo, y eso era una ventaja que no pensaba desperdiciar. Me senté en su escritorio, encendí la computadora y comencé a buscar. Valeria no era un nombre común por aquí, así que cualquier información sobre ella sería fácil de encontrar. O al menos, eso esperaba.
Pero a medida que pasaban los minutos, mi frustración crecía. No había nada sobre una Valeria en los registros del pueblo. Ni un solo dato. ¿De dónde había salido? ¿Cómo era posible que alguien tan misterioso apareciera de la nada y se insertara en la vida de Mateo sin dejar rastro?
Cerré la computadora con un golpe, respirando hondo para calmarme. Esto solo hacía que mis sospechas crecieran. No era solo que Valeria fuera diferente, era que parecía no existir. Y eso solo significaba una cosa: estaba mintiendo.
Dejé la oficina, mi mente girando con mil pensamientos. Necesitaba un plan. Tenía que acercarme a Mateo, insinuar mis dudas sin parecer celosa o desesperada. Después de todo, en este juego, la sutileza era clave. No podía arriesgarme a que Mateo pensara que estaba actuando por celos. No, debía hacerle ver lo que yo veía: que Valeria no era quien decía ser.
Esa noche, me aseguré de estar presente en la granja de Mateo. Lo había ayudado muchas veces antes, especialmente desde que su esposa había fallecido, así que no sería raro que me presentara para ofrecerle compañía o una mano amiga. Toqué a la puerta y esperé.
Cuando Mateo me abrió, me recibió con esa sonrisa que siempre me hacía sentir cálida por dentro, pero esta vez, la calidez fue reemplazada por algo más oscuro, un temor de que esa sonrisa pronto no sería mía.
—Marta, qué sorpresa, —dijo, con esa voz que siempre me desarmaba.
—Pensé que te vendría bien un poco de compañía, —respondí con naturalidad, entrando en la casa y buscando con la mirada algún rastro de Valeria.
Y entonces, la vi. Estaba en la cocina, ocupada con algo que no alcancé a ver. Pero lo que sí noté fue la forma en que Mateo la miraba, una mezcla de curiosidad y desconfianza, pero también de algo más que me dolió admitir.
—Valeria, ¿cierto? —dije con una sonrisa que no llegaba a mis ojos, acercándome a ella.
Ella levantó la vista y me dio una sonrisa cortés, pero fría. —Así es. Marta, ¿verdad?
Asentí, sin dejar de observarla. Podía ver cómo trataba de ocultar su incomodidad, cómo intentaba mantener su fachada. Pero yo era buena para leer a las personas, y algo en ella estaba fuera de lugar.
Pasamos el resto de la tarde juntos, y aunque Mateo parecía distraído, yo no dejaba de vigilar a Valeria. Cada palabra, cada gesto, cada mirada me decía que no era lo que parecía. Y mientras más tiempo pasaba con ella, más segura estaba de que tenía razón.
Cuando me despedí de Mateo esa noche, lo hice con una sensación de triunfo mezclada con frustración. Sabía que había sembrado la semilla de la duda en su mente, pero también sabía que tendría que hacer mucho más para descubrir la verdad.
Mientras caminaba de regreso a casa, el aire fresco de la noche me ayudaba a calmarme. No iba a permitir que Valeria se interpusiera en mis planes. Mateo era mío, y haría lo que fuera necesario para proteger lo que me pertenecía. Porque en este juego, no había lugar para segundas oportunidades.
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Editado: 31.08.2024