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La noche había llegado a la granja, envolviendo todo en una tranquilidad profunda. Desde la ventana de mi habitación, podía ver cómo el campo se perdía en la oscuridad, iluminado solo por el tenue brillo de las estrellas. El aire era fresco y limpio, y aunque intentaba relajarte, una sensación de inquietud se aferraba a mí como una sombra persistente.
La misión que había venido a cumplir estaba siempre presente en mi mente. Obtener el terreno para la empresa de mis padres había sido el objetivo inicial, y lo seguía considerando vital para mi futuro en la empresa. Había que convencer a Mateo de venderlo, y esa responsabilidad pesaba en mi conciencia. Mis padres habían confiado en mí, y yo no podía fallarles. Pero lo que había comenzado como una tarea profesional había evolucionado en algo mucho más complicado.
Me encontraba a solas en mi habitación, la luz de una lámpara de mesa proyectando sombras en las paredes. La cama estaba deshecha, y el único ruido en la habitación era el susurro del viento contra las ventanas. Me senté en el borde de la cama, mi mente llena de pensamientos contradictorios. La verdad era que había desarrollado sentimientos inesperados por este lugar, por Mateo y por sus hijos. Cada día que pasaba con ellos, me sentía más conectada a su mundo.
Los momentos que había compartido con los gemelos habían sido una revelación. Sus risas, su energía y sus travesuras habían empezado a desarmar mi coraza de frialdad. Cada vez que me miraban con esos ojos llenos de confianza, sentía una punzada de culpa. Había llegado a quererlos, a verlos como más que simples niños. La forma en que me abrazaban, cómo sus ojos brillaban cuando les prestaba atención, me hacía cuestionar mi determinación inicial.
Y Mateo... Mateo era otra historia. Lo había conocido como un hombre reservado, pero a medida que pasaba tiempo con él, había empezado a descubrir su lado más humano. La forma en que se preocupaba por sus hijos, su dedicación a la granja y su fortaleza frente a las dificultades me hacían admirarlo. Había una conexión entre nosotros, una atracción palpable que crecía con cada conversación y cada mirada compartida. Sus gestos, su manera de ser, me habían dejado un rastro de emociones que no había previsto.
El conflicto interno que experimentaba era abrumador. Por un lado, estaba la lealtad a mi familia y el deber de completar mi misión. Por otro, estaban los sentimientos que estaba desarrollando por las personas que estaba aprendiendo a querer. ¿Cómo podía seguir adelante con mi plan cuando el simple hecho de pensar en separarme de ellos me causaba dolor? La idea de traicionar la confianza de Mateo y sus hijos, de arruinar lo que estaba construyendo con ellos, me generaba una angustia que no podía ignorar.
Mi mente se debatía entre el deber y el deseo. La frialdad y la ambición que siempre habían sido mis aliados se estaban desmoronando ante la calidez y la humanidad que había encontrado en la granja. Me preguntaba si podría encontrar una manera de reconciliar ambas partes de mi vida, si había una forma de cumplir con mi misión sin perder lo que había comenzado a valorar aquí.
Me levanté y me acerqué a la ventana, mirando el campo oscuro. La noche parecía tener respuestas que yo no podía encontrar. La calma del lugar contrastaba con la tormenta interna que sentía. En ese momento, me di cuenta de que, a pesar de todo, debía enfrentar la realidad de mis sentimientos y tomar una decisión.
No sabía cómo iba a resolver este conflicto. Solo sabía que necesitaba tiempo para entender qué quería realmente. La promesa que había hecho a mis padres seguía siendo importante, pero la vida que estaba construyendo aquí también tenía un peso que no podía ignorar.
La duda y la confusión eran mis compañeras más cercanas mientras la noche avanzaba. Pero también sabía que, al final, debía encontrar una manera de equilibrar mis responsabilidades y mis sentimientos. Mientras la oscuridad envolvía la granja, me sentí más perdida que nunca, enfrentando la dura realidad de que, en la búsqueda de cumplir con mis deberes, había encontrado algo que me importaba más de lo que había imaginado.
El tiempo diría qué decisión tomaría. Hasta entonces, solo podía esperar y tratar de encontrar claridad en medio de la confusión que me envolvía.
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Editado: 31.08.2024