No Apto para menores

Capítulo Nueve

Fue entonces que mi mente empezó a procesar la información, releí por segunda vez en mensaje que me mandó, me levanté de la cama muy molesta y sin importarme la hora que era me dirigí a la habitación de mi hermana, cuando abrí la puerta esta se encontraba durmiendo profundamente.

Por la mañana ya me encargaría de encararla, el <<infiltrado>> de Laín no era nadie más que ella. No tenía derecho a contarle cosas a él, y en qué momento entablaron amistad si ni siquiera hablaron.

Ese tipo se familiarizaba muy rápido con todos sin saber cómo.

Regresé muy molesta a mi habitación, bloqueé por milésima vez a ese tipo y apagué el celular, en menos de lo que pensé caí en un sueño profundo.

...

No faltaba mucho tiempo para entrar a la escuela, era tiempo de volver a despertar temprano, puntualmente el despertador sonó a la ocho de la mañana. Prendí mi celular y lo primero que recibí fue un mensaje

<<Buenos días pequeña, ten un bonito día, nos veremos dentro de un rato>>

Cómo era posible que aquel tipo consiguiera tantos números para mandarme mensajes, lo bloqueaba de uno y al día siguiente ya tenía otro, lo único que me quedaba hacer era cambiar de número y así ya no me estaría complicando la vida.

Leí el mensaje más no le respondí.

<<La bella durmiente al fin despierta, si sabes que no responder es de mala educación, dos hermosas palomitas azules me confirman que ya leíste el mensaje>>

Lo ignoré por completo otra vez, dejé el celular en la cama y me dirigí a la habitación de mi hermana toqué y abrí de golpe.

— Eres sumamente extraña, ¿para qué tocas la puerta si vas a entrar aun así? — preguntó mirándome desde su cama aun con el pijama.

— Explícame porque le cuentas las cosas que uno dice a Laín — dije cruzándome de brazos yendo directo al grano.

Ella se encogió de hombros levantándose de la cama.

— En primera buenos días y en segunda me dijo que si le podía ayudar, que si le decía todo lo que tu hablabas de él me iba a compensar.

Me le quedé viendo y levanté una ceja.

— Ni siquiera conoces a Laín ni como es y le cuentas las cosas, eso no está bien.

— Ash, son solo negocios hermana, relájate.

— ¿Qué es lo que ganas con todo esto? — pregunté mirándola con seriedad.

— Gano dinero, muy buen dinero — respondió poniendo sus manos en la cintura.

— Pues espera que se entere nuestra madre y lo que ganaras será un muy buen regaño — dije saliendo de la habitación.

— Pareces un bebé corriendo siempre a decirle todo a nuestra madre.

Me detuve y la miré fijamente de nuevo.

— Si lo hago es porque está mal lo que haces, no le diré nada si prometes que no le dirás nada de nuevo a Laín.

Negó.

— No ves que ese chico está interesado en ti, quiere llamar tu atención y tú ni caso le haces.

Empecé a reír, mi hermana era demasiado ingenua en unas cosas para entenderlas.

— Esa no es la forma correcta de llamar mi atención, solo deja de decirle a ese tipo todo lo que yo hable sobre él, si no le diré a nuestra madre y entonces te atendrás a las consecuencias.

Salí de la habitación, pero escuché claramente como me gritaba.

— ¡Me arruinas mi vida!

A veces mi hermana solía ser muy dramática, era algo que no le quedaba en lo absoluto. Cuanto terminé de bañarme bajé a desayunar, mi madre estaba en la cocina partiendo fruta, siempre estaba haciendo algo en casa nunca se podía estar quieta.

Me senté en la mesa y serví jugo de naranja.

— Norbert me llamó hace rato, me pidió que le ayudaras con unas cosas en la librería, que no tenía para pagarte, pero te compasaría dejándote escoger dos libros.

— ¿Estará Laín? — pregunté dando una mordida a mi pan.

— Es su nieto Sofí, donde esperas que este.

Quería ayudar, pero la idea de toparme con él no me agradaba mucho, al final de cuentas me gustaba estar en la librería y más si iba a tener libros gratis, debía hacer un sacrificio por esta vez.

El resto de la mañana me la pasé encerrada en mi habitación leyendo y platicando con Eddy sobre un nuevo libro que quería comprar, ya había terminado todas las tareas pendientes y ahora solo me quedaba relajarme.

Cuando se llegó la hora de ir a la librería mi madre me dio dinero para tomar un taxi, caminé por varios minutos hasta que encontré uno. Desde el asiento trasero pude ver como Laín estaba en la puerta sosteniendo un vaso de café, me bajé del auto y me acerqué, este me miró dedicándome una sonrisa coqueta.

Inmediatamente me dirigí con el gritándole prácticamente.

— ¿Estás enfermo? Deja de pagarle a mi hermana, deja de meterte en mi vida.



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En el texto hay: romance juvenil, secretos, apuestas

Editado: 23.02.2020

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