–Déjalo, no se va, gracias por todo, por aguantarme desde los ocho años hasta ahora, por demostrar que las amigas de verdad existen, tú eres una prueba de ello, te crees débil pero niña eres como un diamante, algo imposible de romper. –Empieza a decir derrotada, pero regalándome una sonrisa agradecida, se levantó del suelo temblando entera y se alejó de mí escaleras arriba, la seguí corriendo y la agarré del brazo sin hacer fuerza, solo la suficiente como para pararla.
–Déjame descansar. –Susurra derrotada, se liberó de mi agarré y me miró suplicante. –Por favor, fui a la farmacia, me han dado unas pastillas que me ayudan a dormir. –Informa tranquila, se giró y entró al baño, justo cuando iba a entrar detrás de ella cerró la puerta a sus espaldas, impidiéndome pasar. Pegué la oreja a la puerta para oír todo lo que hacía ahí dentro, pero estaba en silencio ella no hablaba solo abría y cerraba cajones, hasta que se escuchó un sollozo de su parte acompañado de un susurro.
–Perdóname por esto. –Susurra con la voz rota. No, No, No... –Pero necesito descansar de todo.