Desistí de la tonta idea de que en algún momento podría reconocerme. No la culpaba, eramos unos niños de apenas 7 años. ¿Por qué la recuerdo yo entonces? Simple, era la única amiga que tenía. La única persona que se había acercado al niño gordo. Pero al tiempo ellos se mudaron y solo hasta ahora la vuelvo a ver. No exagero al decir que siempre fue hermosa y capaz de derretir al que sea que la mirara más de lo necesario, y por lo visto, ese toque seguía intacto. Aunque ahora de una forma distinta.
Hoy, después de ver educación física y haber sido castigado media hora más por no completar los ejercicios, fuí a las regaderas las cuales ya estaban vacías. Me duché y al acabar estire la mano para tomar la toalla, pero no toqué nada. Que raro. Podría jurar que la dejé ahí. Me asomé y supe ya lo que vendría. Liam, estaba con su gente sosteniendo mi uniforme junto a las toallas.
–¿Nos extrañaste? –dijo con su sonrisa siniestra.
–Por favor Liam, devuélveme mi ropa –rogué, pues esta bromita ya se las había hecho a mis amigos, solo faltaba yo.
–Te estamos haciendo un favor, un cuerpo como el tuyo merece ser exhibido ¿cierto muchachos? –se acercaron y me agarraron sacándome de ahí directo a los pasillos, forcejeo, pero mis intentos son en vano. Así que solo intento cubrirme lo que puedo. En menos de lo que canta un gallo, me soltaron en el pasillo habitado de estudiantes pues los maestros estaban en una junta.
Enseguida llamé la atención y todos me empezaron a rodear apuntándome con el flash de sus celulares y riéndose de mi. Agache la cara y cubrí mis genitales, pues no me dejaban salir. Temblaba de ira, pena y humillación. Mis ojos se aguaron mientras escuchaba sus burlas. Esperaba un milagro, pues un gesto de empatía de estos demonios jamás tendría.
Justo cuando una de mis lágrimas amenazaba con salir, justo cuando quería hechar a correr, justo cuando quería rendirme de mis intentos por salir. Sentí una tela enrollarse en mi cintura.
Mi vista abajo me brindo ver las delicadas manos que sostenían la toalla a mi alrededor, la tome terminando de enrollarmela y me atreví a levantar la vista y ahí, justo delante de mi. Una rubia hermosa me cubría con su cuerpo.
–¿Tanto les sorprende ver una polla más grande que las suyas? –dijo con desagrado dirigiéndose a los demás quienes quedaron en silencio, le quito con odio mi uniforme a Liam –Mas les vale borrar eso pues si llego a ver este vídeo en redes, clases, o dónde sea, les aseguro que pagarán con creces ¡Muévanse! –Amenazó señalandoles. Me tomó del brazo y empezó a sacarme de ahí.
Me dejé guiar en silencio y con la cabeza gacha, sentía demasiada vergüenza como para mirarla a la cara. Cuando llegamos a los vestidores, me entrego mi uniforme y entre en silencio, pues mi boca era incapaz de articular palabra alguna. Me vi en el espejo y sin poder contenerme más, unas lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Me vestí con la cara empapada y roja de impotencia ¿Por qué demonios tenían que ser así? Nosotros nunca nós metíamos con ellos. Pero les encantaba hacernos la vida imposible ¿Por qué existía gente así?. Cuando termine, estuve varios minutos sosteniendo la manilla sin querer salir de vuelta a aquellos pasillos, hasta que lo hice. No podía hacer nada más, lo único que quería era desaparecer. A penas salí, vi un cono de limpieza puesto frente a la puerta y no había ni rastro de Laura, supongo que tuvo que irse y lo dejo allí para que no me interrumpieran. Lo cuál agradecí internamente, metí las manos en mis bolsillos, agache la cara de vuelta y empecé a salir de esas endemoniadas paredes, los pasillos gracias al universo estaban vacios pues la junta había terminado y las clases se habían retomado. Pase por mi casillero buscando mi mochila y salí de ahí, a penas puse un pie afuera me heche a correr sin ninguna dirección.
Vague sin rumbo, asimilando todo e intentando calmarme antes de llegar a casa, puesto que aún mi cuerpo temblaba. A veces, odiaba mi vida.
Editado: 12.11.2022